Por Gilberto Avilez
La pugna regional entre campechanos y yucatecos es legendaria e histórica. Podemos ser más exactos para hablar de las rispideces regionales entre meridanos y campechanos.
En Mérida, un ejercicio de identidad barata y de amor chauvinista al suelo patrio, estriba en hacer chistes de campechanos: ¿quiénes son los que hacen al revés las cosas? Los de Campeche: desde llamar panuchos a los salbutes, o sentirse más cercanos a las Antillas, o mirar con más simpatías al mar, y hablar con un dejo “cantadito”, como si de cubanos se trataran.
En Yucatán, por el contrario, el tono fuerte, “aporreado”, definió hace algún tiempo esta parte de nuestras lajas peninsulares, y algunos que se enfrascan teológicamente en las disquisiciones históricas, recuerdan que los males bélicos iniciados a mediados del XIX (una terrible guerra indígena que devoró a la península), en realidad se debió a esa política mal administrada entre las “banderías políticas” de Mérida y Campeche por la hegemonía regional, una vez desamarrados los cordajes coloniales. Pero los campechanos iniciaron primero, dirá el chauvinista meridano, pero no cabe duda que existen yucatecos que han escrito con fruición nostálgica contra ese dato histórico que nos define desde hace 200 años: el Yucatán que no fue y que por cuestiones económicas, políticas, bélicas, de geocontrol del centro ante las pugnas separatistas yucatecas, la Península comenzó a ser “desmembrada”, y Campeche fue la primera en largarse de la casa familiar, según el oriundo de Halachó, Bernardino Mena Brito.
La pugna histórica y política pasa ese siglo de querellas bélicas que fue el XIX, y se presenta en las pugnas jurídicas, geográficas y constitucionales, en torno al punto Put que toca no solo a yucatecos y campechanos, sino que singulariza una manera silvestre de entender el quintanarroísmo: el nativismo ahistórico de ciertos chetumaleños.
Ahora, en tiempos de la pandemia, salen a relucir algunas manifestaciones de ese conflicto regional que es tenue pero presente. Resulta que, en la semaforización nacional del Covid-19, el único estado de la república que ha entrado a semáforo amarillo, es Campeche. Ningún estado de la república, menos los dos estados vecinos de Yucatán y Quintana Roo, tienen visos de pasar a amarillo, y tal vez no debieran estar ni en naranja sino en rojo (es el caso de Yucatán). Algo están haciendo los campechanos para que los contagios y muertes por el Covid disminuyan en su estado.
En lo que va de agosto, Campeche cuenta con más de 5 mil contagios y un poco más de 600 muertos por Covid-19, cifras muy por debajo de Yucatán y Quintana Roo: 12,708 contagiados y 1,653 muertos por Covid-19, en Yucatán; y 9 mil 326 contagiados y Mil 224 muertos por Covid-19, en Quintana Roo. ¿Qué significa esto?, ¿acaso están tomando con más rigor las medidas profilácticas la ciudadanía campechana, contraria a la yucateca y la quintanarroense?, ¿cuál ha sido el papel del gobierno en este caso?, ¿y el factor matemático en la subida y bajada de la cresta del contagio? Por supuesto que tenemos que ver también el estilo de vida (la obesidad, la diabetes y la hipertensión son enfermedades del yucateco, que endiosa a la coca cola en sus festines donde la cochinita es ama y señora), el hacinamiento social de las ciudades (el caos urbano de Mérida como factor del contagio en sus tristes paraderos de transportes), o la mayor injerencia turística de los estados de la Península (el virus tuvo ocasión de acunarse en las zonas turísticas, y el primer caso de Covid-19 se dio en Quintana Roo).
Sin embargo, al saberse la noticia del foco amarillo para Campeche, en medios de Yucatán, esta no tuvo mayor eco (contrario al efecto que sí tuvo en la prensa nacional): pasó de ser puesta en las partes finales de los periódicos, a simplemente no ser considerada como de relevancia. ¡Vaya!, incluso hasta fue tachada de que los “datos” eran otros. ¿A qué se deberá? No lo sé, pero la tradición de disputas entre campechanos y meridanos nos pueden dar elementos de análisis para leer ese desdén por la noticia de que Campeche se haya convertido en el primer estado en tener foco amarillo en la “nueva normalidad” post-Covid.