Por Eduardo Aguilar
El #ayuntamientoopb que preside Yensunni Martínez no funciona.
El municipio que debería gobernar Yensunni no encuentra el camino del bienestar, no sabe de arreglos, cuidados ni obras. Permanece atorado en el descuido, el abandono y la negligencia.
El municipio que -quién sabe cómo- gobierna Yensunni, se hunde en rezagos sociales y de infraestructura que no se resuelven sino se acumulan, se amontonan como la basura en las carreteras y las calles de la ciudad y los poblados, incluso de los más cercanos a la cabecera municipal, que es la única ciudad grande (es decir, lo grande que pueda ser Chetumal, claro) que ha de atender, sin conseguirlo ni intentarlo siquiera.
La ciudad que gobierna Yensunni es triste, desarreglada, se nota perdida en un oscuro mar de intereses personales y de grupos facciosos que pelean un poder que no saben usar más que para beneficio propio.
La capital del Estado, en la que gobierna Yensunni, sufre una plaga de baches, desfondes, zanjas de esas marca CAPA, parques abandonados, alcantarillas abiertas y rotas, basura amontonada en lotes baldíos sin control alguno, encharcamientos eternos, semáforos apenas sostenidos por cintas y alambres y calles oscuras en las que, apenas unas semanas atrás, se tomaron y publicitaron las fotos de sistemas de alumbrado nuevos y caros, más caros aún, porque no funcionan más allá de dos semanas, cuando mucho.
Hay obras dejadas a medias, letreros que anuncian otras obras que no han empezado siquiera ni tienen para cuándo, camellones infestados de hierbas crecidas, desbaratados por raíces fuera de control, banquetas destrozadas sin esperanza de arreglo, fuentes apagadas eternamente, pero sobre todo, un desinterés tan evidente y cruel, que duele.
La capital del Estado escucha hablar mucho de dignidad, de orden, limpieza, infraestructura y obra pública, y de verdad intenta encontrar todo eso más allá del artificio de las paredes pintadas (lindas, eso sí) de su tan surrealista y tan pomposamente llamado “Barrio Mágico”, al que ningún hechizo ni decreto salva del mismo destino de abandono que sufre el resto de la ciudad, quizá porque al final la magia no es sino un juego de manos habilidosas y de voluntades empeñosas, que no puede ocurrir sin concurso humano, sin ese alguien que nos haga creer en la magia, ese alguien que, ahora mismo, en Chetumal y en Othón P. Blanco, no parece existir.
En el municipio, en la ciudad que gobierna Yensunni Martínez, apenas se puede creer que, tras los desastres de anteriores administraciones, y cuando pensamos que no se podía ir más bajo, el ayuntamiento en curso haya logrado sorprendernos de tan mala manera, demostrando que en eso de equivocarnos como sociedad aún no lo hemos visto todo.
Hay toda una generación política mal cocida que se sacó del horno a lo loco, sin darle tiempo para dorarse y ya ni hablar del gratinado, que éste contexto se convierte en floritura barroca. Es una generación que presume de juventud, ideas frescas, energía, ímpetu, y que en la práctica no ofrece resultados ni le importa carecer de ellos. A cambio del respaldo popular entregan arrogancia, desfachatez, ambiciones dinásticas, grupos familiares encumbrados y metidos en todos los negocios, desperdiciando el sufragio, la voluntad social y su “Bono de Juventud” en muestras tristes de miseria moral y humana.
El Municipio, la ciudad que gobierna Yensunni, sólo quiere llegar ya al final de ese sueño de cambio convertido en pesadilla de más de lo mismo, pero peor; y ésta sociedad othonense maltratada, menospreciada, engañada de nuevo, ya sólo esperaba que a nadie se le fuera a ocurrir la maldita mala broma de intentar siquiera, prolongar aún más la pesadilla; pero vistas las intenciones, evitar que este desastre se prolongue queda, definitiva y únicamente, en las manos y la responsabilidad de esta misma sociedad.