Francisco J. Rosado May
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Actualmente se están haciendo visibles las personas interesadas por un cargo de elección popular. Para ampliar el número de posibilidades de voto a favor se escuchará otra vez el argumento de sumar y multiplicar, no restar ni dividir.
Es una expresión pegajosa, con buena intención, pero mal aplicada. Y no sólo en política, sino en muchos aspectos donde se simula el consenso. La mala aplicación puede explicar los retrasos o ausencia de logros, conflictos internos y, finalmente, afectaciones severas a la sociedad.
Imaginemos los siguientes escenarios en dos diferentes contextos.
Un candidato a cargo popular habla con sus enlaces territoriales y les pide que incorporen a X o Y persona a las actividades proselitistas. La persona recomendada es conocida por sus antecedentes, desde mal trato a personas hasta abuso de alcohol. La primera reacción de los enlaces es negarse porque mancharía los principios básicos sobre los cuales tratan de cimentar la narrativa de la candidatura. Político al fin, el candidato echa mano de argumentos para lograr su cometido; el más socorrido es el de la necesidad de sumar y multiplicar, no de restar ni dividir. Bajo estas circunstancias los escenarios mas probables serían: 1. Que los enlaces cedan y se dificulte muchísimo su trabajo tanto por el desequilibrio entre ellos como por la enorme dificultad de justificar la “adición”; 2. Que los enlaces renuncien dejando el proselitismo a merced de personas con antecedentes negativos. En ambos escenarios el resultado será desastroso, con muy alto costo financiero y emocional para triunfar. La sociedad pierde porque no habría condiciones para que se cumplan los compromisos de campaña.
Una institución educativa contrata a un consultor para reformar el plan de estudios de una carrera. Se llevan a cabo reuniones, se presentan buenas bases teóricas que son aceptadas por todos los actores. En la práctica, al diseñar el listado de cursos por periodo académico, el grupo dominante lleva a cabo acciones y toma decisiones que claramente se alejan de las bases teóricas. Entre los actores hay quienes tienen experiencia y conocimientos sólidos para manifestar su desacuerdo porque no hay claridad en el modelo educativo ni pedagógico, mucho menos en costos y, especialmente, en cómo se dará a los estudiantes las herramientas necesarias para garantizar una formación de calidad y competitiva en esa carrera. La respuesta del consultor es que el plan de estudios se está construyendo con la suma de propuestas, no restando. En otras palabras, la preocupación es la suma de propuestas, no su sólida fundamentación, ni, mucho menos, el interés social de garantizar una formación de calidad de los egresados. Ante estas circunstancias, los actores experimentados tienen exactamente los mismos escenarios que en el caso del candidato a cargo de elección.
No sería difícil imaginar un escenario en el que el político, con el perfil antes descrito, alcance una posición fuerte de toma de decisiones. Lo más probable es que se rodee de personas que tengan la misma forma de pensar, incluyendo, si puede, posiciones en instituciones de educación. Esta forma de operar explica la supervivencia del sistema que se retroalimenta con los mismos valores que le dieron origen. Esto es una mala noticia, por ello es importante entender el proceso y encontrar alternativas que permitan romper ese sistema que gira alrededor de un círculo vicioso.
Lo anterior suena como evidencia del efecto Dunning-Kruger, psicólogos de la Universidad de Cornell, especialistas en el razonamiento lógico detrás de las conductas sociales. En 1999 publicaron un ensayo donde concluyeron que “…aquellos con conocimiento limitado sobre algo sufren una carga dual: no sólo llegan a conclusiones erróneas y cometen errores lamentables, sino que su incompetencia les quita la habilidad de darse cuenta de ello”.
Es decir, el argumento mal usado de sumar y multiplicar en lugar de restar y dividir podría ser una cortina de humo para esconder el efecto Dunning-Kruger y explicar la permanencia de un sistema que no permite avanzar en la dirección correcta a la sociedad en su conjunto, que nos mantiene en el subdesarrollo.
Romper el sistema que funciona bajo el efecto Dunning-Kruger requiere de una sociedad participativa, con visión y valores diferentes, líderes conscientes, fuerte deseo de cambio, asumir el reto y echar a andar cambios; es decir, sacudir el sistema.
Toda semejanza de lo anterior con la realidad podría no ser coincidencia.