Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Pasó casi desapercibido en nuestro estado el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que fue el 11 de febrero. El CONACYT hizo la difusión y enfatizó que aún cuando ha habido avance en el porcentaje de mujeres que hoy integran el Sistema Nacional de Investigadores (38%) con respecto al 2000 (28.3%), el objetivo es alcanzar la paridad de género.
El mismo día, el CONACYT publicó la foto de una partera sobando el vientre de una mujer con el texto “Desde los albores de la humanidad, nuestros ancestros nacieron en sus casas, recibidos por parteras sin certificaciones ni diplomas. Hay manos que soban, que sostienen, que reciben, que bañan, que hierven, que maceran, que cosechan, que acomodan. Son manos de mujeres sabias que nos han asistido a través de los tiempos llevando con humildad a cada casa la medicina tradicional. Hoy reconocemos su aportación a los saberes que han dado forma a buena parte de las ciencias formales”.
La foto y texto casi pasaron desapercibidos en nuestro estado, pero no en otros lugares. La Jornada de Oriente, publicó el 16 de febrero un reportaje sobre las reacciones a ambos mensajes. El de los porcentajes tuvo muy pocas; pero el de las parteras tuvo una inesperada alta cantidad. De acuerdo con la publicación, la mayoría de las reacciones fueron de rechazo y burla respecto a la “afrenta” que la comunidad científica estaba recibiendo del CONACYT por haberse atrevido a asociar visualmente dos universos antitéticos. Consideraron que el reconocimiento de los saberes indígenas es un regreso a la prehistoria.
Es preocupante saber e identificar personas que se dicen científicos, pero que no tienen una formación integral ni humanística. Hace ya varios años que se ha venido documentando la validez del conocimiento indígena. Ejemplos: La ciencia de la agroecología es un resultado de ello. Gellman Murray, premio Nobel de física admite en su libro “El quark y el jaguar” la importancia de conocer a fondo el pensamiento indígena para el descubrimiento del quark. ¿Sabe usted el papel del conocimiento de los Lacandones sobre las propiedades del barbasco y su impacto en la industria de la píldora anticonceptiva?
Si los “científicos” que emitieron esos juicios racistas, clasistas y sexismo epistémico, palabras que usa Milton Gabriel Hernández García, en su nota para La Jornada de Oriente, hubieran estudiado al gigante científico mexicano en ciencias médicas, Ruy Pérez Tamayo, deberían saber que “NO EXISTE ÉL MÉTODO CIENTÍFICO, dogmático e inmutable, sino mas bien un conjunto de principios teóricos, reglas de conducta y operaciones mentales y manuales empleados por los científicos para crear conocimiento científico”.
Investigación científica demuestra que los indígenas Mayas construyen conocimiento con base en la intersección de tres pilares: observación (que lo tiene el método científico), práctica (reconocido como inducción en el método científico) y valores (que muy posiblemente falta en los científicos cuya conducta propició el uso de los términos antes señalados por el autor del artículo de la Jornada de Oriente). Estos tres pilares guían el sofisticado proceso de análisis y síntesis que explica los grandes saberes tradicionales. ¿Cuáles son los valores que guían el trabajo de los científicos en nuestro entorno? ¿Son los valores que necesita nuestra sociedad que busca salir del subdesarrollo?
Ojalá que los “científicos” que emitieron las opiniones racistas, clasistas y de sexismo epistémico, NO formen parte de algún comité de evaluación, ni de tesis, ni del SNI, ni del programa de posgrados de calidad,
ni de proyectos de evaluación ni de artículos científicos. Ojalá reconsideren sus valores y se sumen en la construcción de un mundo mas justo y con oportunidades equitativas para todos.
No hay que olvidar que en algún punto de nuestra genealogía una partera intervino. Si sus saberes no hubieran sido sólidos, no estaríamos hoy leyendo esta entrega.