Por Gilberto Avilez Tax
Quien ha estudiado a fondo a los aluxes, o aruxes, es el etnólogo francés Michel Bocaara, que dedica el tomo 7 de su Enciclopedia de la mitología yucateca para hablar de estos “geniecillos del bosque” o “enanos legendarios”, y cuyas descripciones de estos seres míticos lo ha dado Daniel Garrison Brinton en el lejano 1883, y antes que él, fray Estanislao Carrillo: se trata de ídolos de barro que de vez en vez los viejos campesinos mayas encontraban en templos antiguos, ruinas desoladas, múules (cerros) encantados, milpas extraviadas y comidas por la selva, o viejas haciendas y ranchos que fueron desbaratados cuando la Guerra de Castas.
La vorágine del turismo y la creación de nuevos espacios urbanos en la costa oriental de la Península, han hecho que los antiguos territorios de estos seres míticos sean absorbidos por carreteras, plazas comerciales, “resorts”, aeropuertos o puentes construidos en los vericuetos de sus viejas selvas, como es el caso del puente Nizuc-Cancún, a la salida de este último polo turístico hacia Playa del Carmen, donde existe una especie de casa santuario piramidal para un alux que no permitió que se terminara el puente, hasta que un h-men, con sus rogativas y salmodias precisas, le pidió permiso y le puso sus viandas a base de maíz y miel silvestre .
El etnólogo Bocaara, avecindado entre Tabí, Yucatán y París, es uno de aquellos eruditos europeos que ha aprendido la lengua yucateca más que nadie y le ha dedicado horas y horas al estudio de los antepasados míticos que pueblan las vivencias colectivas de los mayas yucatecos. En uno de sus trabajos, Bocaara recogió que, para los mayas yucatecos, los espíritus no mueren, sino que reencarnan en nuevas entidades, se vuelven aires, ik’ob, o se convierten en un antepasado mítico, en un “viantepasado” o en un alux.[1] Esta es una creencia que se da en la región de Calkiní.
Pero en Naranjal Poniente, del actual estado de Quintana Roo, el maestro Hilario Chi Canul, recoge un relato y asegura que los aluxes, o aruxes,[2] son seres que se hacen con tierra roja y se les da vida siguiendo este esquema: siete veces de cada viernes, se hace el ritual del ofrecimiento de atole al alux y su dueño verterá su sangre en esa antigua masa terrestre para que pueda vivir; y cuando éste cobre vida, será su tarea cuidar la milpa de su creador: no permitirá que nadie, salvo su señor, cacen venados y otros animales en sus límites asignados a su protección, y todo lo que siembre el que vertió su sangre para que él viviera, crecerá.
Algunos estudiosos, como cierto catalán, han recogido en Pustunich que los aluxes podrían asemejarse a la primera humanidad que fue la constructora de lo que actualmente conocemos como las “ruinas” mayas. Recordemos que estos primeros hombres, igual fueron conocidos como los “sayan-uinic’ob”, los hombres hechiceros o magos, la raza original que vivió antes del tiempo de los mayas y que eran enanos que fueron destruidos por un diluvio y que fueron los arquitectos y levantadores mágicos de las ciudades, pirámides y templos que hoy nos asombran como Chichén, Uxmal o Tulum, y que al término de su tiempo se convirtieron en piedra. Los aluxes son los viejos ídolos de barro o de piedra del tiempo de los mayas; pero tenemos que aceptar igual la idea de que los aluxes, que pueblan la desaforada imaginería de los yucatecos –mayas y mestizos por igual-, son también “los mayas mismos; son su metonimia animada”.[3]
Los vientos, los ik’ob, surcan la vida de los pueblos mayas de la Península, recorren sus calles y se convierten en voces, “solo ruido” y relatos míticos, cuando no son malignos. La mayoría de los aluxes son aires, y su yúuntun (honda) mueve y crea nuevos aires. Para Brinton, el gran folklorista, estos aluxes aparecen después de la puesta del sol, tienen la forma de un niño de 3 o 4 años, pero a veces alcanzan solo un palmo, y en traje adánico se cubren de las asperezas de la madrugada con un gran sombrero. Saben mucho, saben más que los más viejos hombres del pueblo y son ágiles presencias que se mueven como linces debido a sus pies ligeros, y tiene la capacidad de correr hacia atrás y hacia delante con la misma rapidez. Salvo para sus creadores, su contacto con los intrusos a las tierras que cuida puede desencadenar fiebres, enfermedades y escalofríos a los merodeadores. Brinton, haciendo la etimología de la palabra alux, asegura que se deriva del “ah lox”, boxeador, o “combatiente”. Y a esta descripción me voy a referir al tratar una versión que tengo del papel jugado por los “aluxes”, en lo que se conoce como “la Guerra de Castas”.
Hace dos años, en el pueblo de Sabán, tuve la oportunidad de escuchar de un viejo milpero el relato o el mito de cómo los aruxes fueron el ejército de reserva de los mayas cuando la Guerra de Castas. Seres míticos de la milpa, esta había sido puesta en jaque en la medianía del XIX por el avance del cañaveral en el corazón de sus selvas y montes, y en el momento en que más lo necesitaron sus creadores, los campesinos del sur y oriente, los aruxes no dejaron solos a los mayas. Al principio, estos cuidaron de las milpas que habían dejado en resguardo los campesinos guerrilleros, pero pronto igual defendieron a los pueblos y a las milpas mismas de los ataques de los soldados yucatecos. Este es el relato que transcribo:
“Los aluxes también sirvieron para defender y cuidar las milpas de los mayas que habían ido a la guerra, y las defendieron no solo de los animales sino hasta de sus enemigos. Vas por esos terrenos y haciendas que rodean Sabán y nomás ves puro desierto,[4] y solo ruido, rumores de gallos escucharás, y si te quedas a dormir en esos parajes oirás que alguien hable, otro que grite, y solo es el ruido de la gente que murió y las risas de los aluxes es lo que escuchas.
Los aluxes sirvieron para cuidar a las milpas cuando va la gente a la guerra, para eso hicieron a los aluxes que hay acá en Quintana Roo, en la Península, para resguardar las milpas, para asustar a los tejones, a los jabalíes y a los venados, pero pronto asustaron y les tiraron piedras a los yucatecos.[5]
La gente que iba a la guerra hizo los aluxes para que cada esquina de su milpa sea cuidada. Pues mientras yo hago la guerra, ellos cuidan de mis enemigos a la milpa, la cuidan de mis enemigos, animales y hombres”.
[1] Michel Bocaara. “El conocimiento de los meno’ob y el poder del aire (ik’)”, en Estudios de Cultura Maya LV: 255-288 (Primavera-Verano 2020).
[2] Ambas grafías están presentes en el Diccionario Cordemex y en el Diccionario básico Español maya español, de Bastarrachea, Ya Pech y Fidencio Briceño.
[3] Manuel Gutiérrez Estévez. “Cosmovisión dualista de los mayas yucatecos actuales”, en De la Garza Camino y Nájera Coronado. Religión maya. Editorial Trotta. 2012, p. 372.
[4] Entiéndase como paraje desolado.
[5] A los soldados yucatecos que hacían la guerra a los mayas.