Por Hugo Martoccia
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Como si fuese un regreso al pasado, la elección a gobernador de Quintana Roo ha dejado de ser una contienda electoral clásica, en donde al menos dos actores tienen algún tipo de expectativa de lograr el triunfo, para convertirse más bien en un juego que consiste en ver quien se acomoda mejor en la segunda o la tercera fila para participar de un juego que ya tiene un ganador asegurado.
Para explicarlo con palabras más sencillas: todos dan por hecho que Mara Lezama y MORENA van a ganar la elección, y ahora sólo se trata de ver quien queda mejor parado en ese nuevo escenario. No es, que se entienda, sólo una cuestión de partidos. Son más bien grupos políticos y de poder fáctico que buscan nuevos vehículos para acomodarse al escenario que viene.
Por ejemplo, en esta semana será más importante la operación política para desarmar la coalición PAN-PRD, que la opción de pensar en una candidatura competitiva para ese tándem. Pero para que algo así suceda deben darse ciertas condiciones objetivas, que ya suceden en el estado.
Una es la necesidad, explicada varias veces en esta columna, de atomizar el voto opositor a MORENA para que el triunfo electoral de Mara Lezama no tenga ningún contratiempo. En ese contexto, la idea de varias candidaturas solitarias (quizá 4 o 5) que logren entre un 5 y un 20% de los votos cada una, harían que los 40 puntos de MORENA generen un triunfo contundente.
Lo mismo que sucedió en Cancún en junio de este año: Mara logró 41% de los votos, y le sacó 20 puntos al segundo lugar. El 59% que no la votó se dispersó entre un montón de candidatos que, de una u otra forma, decían más o menos lo mismo pero preferían decirlo con voces diferentes.
A la vista de cualquier mortal, eso parecería un contrasentido. Pero la política no se agota en una fecha, y perder para ganar es una de sus más añejas tradiciones. Los mismos que saben que Mara va a ganar, y que operan para aportar a ese triunfo en la medida de sus posibilidades (aunque venden esa posibilidades muchos más caras de lo que valen) también saben que no quieren quedar fuera del próximo mapa político que engendrará el 5 de junio.
Ese mapa político incluirá una hegemonía casi aplastante de un partido, que durará muchos años, pero también la existencia de varios partidos nacionales (los locales quizá no sobrevivan la elección) que serán fundamentales para darle viabilidad y legitimidad a la vida democrática.
En ese nuevo mapa, contar con la franquicia de un partido será política y económicamente muy rentable. De eso se trata hoy la elección de 2022.
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LA FRANQUICIA DEL PRI
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El caso del PRI es paradigmático de lo que se busca en ese nuevo ordenamiento político.
Al menos tres ex gobernadores del partido tuvieron una misma idea: quedarse con la candidatura del partido, ir a la elección en solitario, y salir de allí derrotados en los votos, pero victoriosos en el nuevo reparto de poder.
El joaquinsimo (el tradicional, el de Pedro Joaquín Coldwell, que tiene poco que ver con el neojoaquinismo de Carlos Joaquín) lo intentó por medio del ex alcalde Pedro Joaquín Delbouis. El mismo objetivo tuvieron Joaquín Hendricks y Félix González Canto.
La idea de fondo es que el que vaya a la elección y pierda, va a tener como premio consuelo que se quedará con la franquicia del partido en el estado. Hasta ahora, la partida la va ganando Hendricks, que parece tener todo listo para que su hija Leslie sea la candidata del tricolor.
Por cierto, luego de eso también tendrá mucho que ver el tamaño de la derrota. Pero ese es otro tema.
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LAS OTRAS FRANQUICIAS
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En el caso del PRD el objetivo es tener un candidato competitivo que mejore los números y revalorice la franquicia. Con los nombres propios, todos los números que hacen en el partido lo ponen en la delgada línea de la supervivencia y la desaparición.
Por eso aparecieron las opciones de la aún verde ecologista Laura Fernández y del actor Roberto Palazuelos. Las dos facciones dominantes del partido impulsan cada una un nombre. Gerardo Mora es quien propone a Laura (con el beneplácito de Carlos Joaquín y Los Chuchos); Julián Ricalde prefiere a Palazuelos. A ambos los motiva, como se dijo, el mismo instinto de supervivencia política.
En el PAN el grupo dominante parece tener en claro que la mejor opción es ir en solitario con Mayuli Martínez. Desde ese lugar, como segunda fuerza quizá, y un bloque variopinto de diputados, serían un factor de poder interesante. Nadie propone seriamente ser un contrapeso de Mara, sino apenas un factor de negociación.
La posibilidad de que Laura Fernández pudiera ser candidata también del blanquiazul genera serias dudas. Hay quien cree que en ese caso pasaría lo mismo que pasó en Cozumel en la elección de ayuntamientos. La cúpula firmó un acuerdo para ir en alianza con el PRI, pero los panistas no votaron por Pedro Joaquín. Algo así le podría pasar a Laura.
El MC tiene dos caminos: acomodar su candidatura a los deseos de Mara (algún nombre que le acerque entre un 5 y un 10% de los votos) o proponer a Marybel Villegas y entrar a una guerra directa con la 4T. La opción Palazuelos, que no se descarta, sería algo así como el intermedio entre esos dos extremos. En cualquier caso, ningún sondeo le asigna, con uno u otro nombre, posibilidad alguna de triunfo.
Los partidos locales tienen una tarea más compleja. Confianza por Quintana Roo sabe que la candidatura en solitario de Nivardo Mena es la única posibilidad que tiene de conservar el registro. Fuerza por México ha perdido a los referentes que le dieron casi el 11% de los votos en junio pasado. Y el MAS de Cecilia Loría quiere ser un satélite de la 4T pero con vida propia. Hoy, los números dicen que esa es una tarea imposible.
En estos casos, conservar el registro es, ni más ni menos, que participar del mapa político que viene, con todo lo que eso significa.
El 7 de enero es la fecha límite para presentar los convenios de coalición ante el Ieqroo, y allí quedará mucho más claro el panorama.
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MARA Y LA CAMPAÑA
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En las últimas horas, Mara ha entablado comunicación con casi todos los otros ex aspirantes y grupos relevantes del morenismo (excepto con Marybel, que hasta ahora no acepta esa comunicación) pero las propuestas que le presentan para acordar son, a veces, casi estrafalarias.
Dos de esas propuestas la sorprendieron sobremanera. Referentes de MORENA que la acusan de estar ligada al Verde Ecologista, le pasaron una lista de personas que quisieran ver en su gobierno; ninguno de esos nombres era de un morenista.
En la próxima semana la alcaldesa va a participar activamente de la construcción de la alianza de la 4T (prefiere que el PT no se vaya en solitario) y de la lista de candidatos a diputados. En este último caso también le han acercado nombres que parecen elegidos directamente por algún enemigo encubierto.
Mara y su equipo estudian todas las historias de éxito y fracaso de la 4T, para apuntar a los aciertos y evitar errores. El principal error en otros estados que se han perdido ha sido, siempre, alejarse del Presidente y su mística. Por eso, esta vez no habrá dobles mensajes; las campañas de los seis estados en juego tendrán un hilo conductor desde el centro del país. Y los nombres que acompañen a los candidatos deben dar una señal de frescura política. Esa última intención es, sin embargo, las más difícil de lograr, porque en el mismo CEN de MORENA se mezclan intereses personales que poco tienen que ver con la 4T.
Las dos mayores preocupaciones actuales, como esta columna lo explicó semanas atrás, son temas de financiamiento y del uso de la imagen. Nadie quiere sorpresas con eso. El objetivo número uno es cuidar a Mara de cualquier exposición indebida.
En la encuesta de MORENA en Quintana Roo, más del 80% de los entrevistados le ponen de calificación entre un 7 y un 10 al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y Mara es la persona más vinculada al morenismo.
Con esos números, sólo una catástrofe podría evitar un triunfo de Mara. Evitar esa catástrofe es el trabajo de MORENA; acomodarse a ese triunfo inminente es el de los demás partidos.