Redacción/NOTICARIBE PENINSULAR
NUEVA YORK .- A más de 14 meses desde que la ciudad de Nueva York fue el epicentro de la pandemia mundial, las autoridades anunciaron ayer la suspensión de casi todas las restricciones impuestas para enfrentar el COVID-19 en la ciudad más grande del país; lo mismo fue anunciado en el estado de California, pasos que fueron festejados pero a la vez ensombrecidos por el hecho de que este martes se superaron los 600 mil muertes en Estados Unidos por el virus.
Nueva York y Estados Unidos son de los principales proveedores de turistas de Estados Unidos Quintana Roo.
El gobernador Andrew Cuomo, al señalar que en el estado de Nueva York se había logrado vacunar a 70 por ciento de la población adulta –aunque menos en la ciudad– anunció que se suspendían las medidas de sana distancia y otras restricciones para espacios públicos, restaurantes, antros, salas de cine y teatros y gimnasios, entre otras– aunque aún se obligará al uso de cubrebocas en escuelas y el sistema de transporte. “El 15 de junio es el día en que Nueva York surgió de nuevo”, proclamó.
Poco a poco durante las últimas semanas la ciudad de Nueva York –que sufrió más muertes y devastación económica y social en el país– había mostrado señales de gran reapertura. La filarmónica de Nueva York ofreció conciertos en Bryant Park el fin de semana, las famosas estatuas de los dos leones que son guardianes de la entrada a la matriz de la Biblioteca Pública ya no tienen puestas sus mascarillas. El Mariachi Real de México ofreció un concierto de inauguración del nuevo parque Little Island sobre un costado del Río Hudson, mientras ya se programan conciertos de rock, hip hop, jazz y de música del mundo en antros y salas de conciertos para despertar a la ciudad con los sonidos que se habían sofocado durante meses.
En los últimos días empiezan a retornar después de un año algo parecido a las multitudes de siempre que inundan la Quinta Avenida, Times Square, Washington Square, Central Park, o las calles de Soho o el Lower East Side, o en Williamsburgh y Crown Heights en Brooklyn o Jackson Heights y Flushing en Queens. De repente se escuchan los gritos colectivos en algunos estadios de beisbol o en arenas de basquetbol. “Necesitamos festejar, cantar y bailar” se repite por todas partes. Hace un mes, el servicio del Metro regresó a su horario de 24 horas, y han retornado los músicos, en sus varios idiomas y estilos, a sus estaciones subterráneas.
Pero las heridas físicas de los efectos de la pandemia están a la vista con miles de tiendas, restaurantes, hoteles y antros cerrados para siempre, con infinitos anuncios de “se renta” donde antes había un lugar favorito; parte de la conversación cotidiana entre residentes es sobre qué se salvó y qué no. Sólo 12 por ciento de trabajadores han regresado a sus oficinas en Manhattan.
Más invisibles son decenas de miles de familias devastadas por muerte y enfermedad de sus seres queridos, o que perdieron sus empleos, sus casas y no pocos sueños.
Con el comienzo de la vacunación, las muertes por COVID a escala nacional se han desplomado de un máximo de más de 3 mil 400 en enero, a un promedio de 340, y con nuevos contagios que habían llegado a 250 mil por día a sólo 14 mil. Según los Centros de Control de Enfermedades (CDC), más de 50 por ciento de la población tiene por lo menos una dosis de la vacuna, y más de 40 por ciento están plenamente vacunados.
California, el primer estado en imponer restricciones por COVID hace unos 15 meses, suspendió ayer la mayoría de esas medidas, y otros 14 estados han alcanzado la meta de 70 por ciento de sus poblaciones vacunadas (Vermont es el líder nacional, con más de 80 por ciento), todo prometiendo una reapertura nacional prometida por el presidente Joe Biden, a pesar de que hay varios estados aún con porcentajes muy bajos de vacunación, sobre todo en el sur.
Pero el COVID-19 no ha desaparecido, y aunque se han desplomado dramáticamente, continúan los contagios y las muertes. Ayer se superaron 600 mil muertos en el país, según datos de la Universidad Johns Hopkins.
Como ha sido desde el inicio, el COVID-19 reveló las desigualdades del país, con cifras oficiales demostrando que los afroestadunidenses, latinos e indígenas padecían de una tasa mortal de dos a tres veces mayor que los blancos. Y las consecuencias económicas registran aún más esa desigualdad que ahora es tal vez la característica más relevante del país más rico del mundo. Con información