Hugo Martoccia
“Estoy furiosa”, dijo Mara Lezama la noche del pasado miércoles. 60 horas atrás había comunicado la más importante decisión política y de gobierno de su naciente quinquenio: la renuncia del Fiscal Oscar Montes de Oca y un cambio de mando en Seguridad Ciudadana. Un coro de opositores había comenzado un ataque mediático orquestado fundamentalmente contra el nuevo Fiscal Raciel López Salazar. La gobernadora esperaba esa reacción de quienes estaban perdiendo el poder, desde las catacumbas del neojoaquinismo. Pero lo que no esperaba es que sus aliados no salieran a defenderla en esas horas cruciales.
El silencio absoluto del oficialismo para apoyar a su gobernadora sólo fue sacudido por dos voces: la senadora Marybel Villegas, que salió a apoyar los cambios de Mara; y el diputado federal Alberto Batún, que en una confusa entrevista dijo que le daba al nuevo Fiscal (o sea, a su gobernadora) seis meses de plazo para que mostrara su eficiencia. Esa desafortunada declaración llevó la furia de Mara a niveles casi incontenibles.
Ante la carencia de una acción de apoyo espontánea por parte del morenismo y la 4T, el Gobierno del estado armó una eficiente operación mediática que incluyó a actores políticos, sociales y empresariales diversos, y solucionó el vacío.
Lo que no solucionó fue el enojo de Mara, porque se solucionó la cuestión de forma pero no de fondo. El fondo del asunto es que nadie debería tener que armar una operación mediática para que la gente haga lo que tiene que hacer. Hay asuntos que tienen que ver con la comprensión de la realidad, el contexto, la intuición, y la solidaridad y la lealtad políticas, que no se pueden “operar”; se tienen o no se tienen. Y parece que no muchos lo tienen en la 4T.
Son cosas que deberían saber una dirigente de Morena (Johana Acosta) legisladores que quieren ser candidatos (Batún y Anahí González, por ejemplo) alcaldes y alcaldesas que le deben todo a un proyecto político al que no le han aportado un sólo voto (Diego Castañón es quizá la imagen más elocuente de esa disparidad) partidos aliados (el silencio del Verde fue peligrosamente significativo) y un sinfín de actores intermedios que aparecen en cada fotografía de la gobernadora en la que pueden.
Ninguno estuvo con ella cuando debía estar. Pero todos los que no apoyaron reaparecieron este sábado en las fotografías por el festejo de los cinco años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
La pregunta es obligatoria. Si este silencio sucedió en un cambio, que si bien fue polémico y controvertido, de fondo fue muy positivo ¿Qué va a pasar cuando se enfrente una crisis?.
Política y apoyos
Mara hizo un trabajo de orfebrería política para quitar al Fiscal y encontrar un nuevo jefe de Policía. La salida de Montes de Oca incluía aristas muy complejas; y una no menor era la relación política del ex Fiscal con Carlos Joaquín, un aliado incómodo de la 4T.
Por eso, Mara cubrió toda la línea de apoyos políticos e institucionales que requería para tomar esa decisión: se movió desde Palacio Nacional, pasando por la Marina y Sedena, hasta la FGR. Cuando todas las respuestas fueron afirmativas, ejecutó la decisión que había tomado hace ya dos largos meses.
Luego de eso, hubo una movida mediática nacional contra Raciel López encabezada por Reforma, que los operadores mediáticos de Carlos Joaquín se encargaron de divulgar en el estado. En el equipo de la gobernadora dicen que esa fábrica de información opositora y tendenciosa está encabezada por quienes manejaban la comunicación del ex gobernador.
Al atacar al nuevo Fiscal (aun interino) no defendían específicamente a Montes de Oca, sino mas bien la estructura del “paquete de impunidad” que Carlos Joaquín dejó implantada en el actual gobierno, y que ya es insostenible. Incluye a la Fiscalía Anticorrupción, la Auditoría del estado, el Tribunal de Justicia Administrativa, y una miríada de puestos en áreas clave de la administración pública.
Lo que ese “Paquete de impunidad” protege es mucho. Sólo hay que ver la profundidad de la corrupción alrededor del Cártel del Despojo que se descubrió en Tulum, en donde todos los involucrados tienen que ver con el ex gobernador.
La insoportable levedad del ser… de redes sociales
Eso fue lo que Morena, la 4T y el marismo debían salir a discutir, pero prefirieron esconder la cabeza. Mara no necesitaba fortaleza política; ya la tenía desde la Federación con la elección de las dos personas que acababa de nombrar. Pero necesitaba apoyo local para contrarrestar los ataques mediáticos. Necesitaba darle volumen político propio a sus decisiones. Nadie la acompañó.
Hay varias realidades alrededor de eso. No sólo es la falta de entendimiento y experiencia de muchos actores políticos. También sucede que nadie quiere hablar de seguridad, porque es un tema que trae polémica (y eso es falta de solidaridad y lealtad hacia la gobernadora). Y no es menor el hecho de que la gente ligada al ex gobernador en el gobierno prefirió mantenerse callada; hay demasiados y demasiadas que están sirviendo a dos amos.
Pero al final y al principio de todo está una realidad que no se puede soslayar. Morena en Quintana Roo es en gran parte sólo activismo en redes sociales. Sus principales referentes políticos están todo el tiempo allí sólo para cosas banales, y esperan saltar en pocas semanas de las fotografías de Facebook o Instagram a las de las boletas electorales. El pensamiento de fondo es que no necesitan trabajar; los votos ya están, sólo es cuestión de que les den el espacio. Y, lo peor de todo, es que en gran medida es cierto.
Por eso, gran parte del morenismo actúa como los populares minions. Un poco torpes, atolondrados, sin coordinación; simpáticos y queribles, que hablan un idioma confuso del cual se entienden unas pocas frases hechas. Con eso, y vestirse de guinda, es suficiente para ser tenidos en cuenta.
Pero para Mara eso es un problema grave de cara al 2024, porque no sólo necesita ganar elecciones, sino gobernar bien y ordenar su sucesión. Nada más y nada menos. Y esta semana quedó más expuesto que nunca que la gobernadora tiene a su alrededor un pequeño grupo de personas que la ayudan en serio (los dedos de las manos quizá sobren para enumerarlos) y más allá hay mucha desidia, incompetencia y lealtades dudosas.
El marismo es, por definición, y acaso por necesidad, un armado heterogéneo y con límites un tanto difusos. Así se hizo, al vapor, a la velocidad de la meteórica carrera de Mara, y se fue construyendo con lo que había a mano. Por eso hay mucho de morenismo desordenado e inorgánico; una parte sustancial de polémico Verde; una cuota perniciosa de neojoaquinismo residual y trazos de priísmo inevitable.
Hasta ahí no parece tan grave; es parte de la propia dinámica política que se soluciona con liderazgo, algo que existe claramente. Pero lo que no se puede permitir es que el marismo incluya también la falta de solidaridad, la deslealtad, y la desobediencia y la desidia política.
Mara tuvo en estos días una señal inequívoca de que hay que tomar algunas decisiones en el Gobierno, en la política y en el entramado electoral, y hacer del marismo un armado político más orgánico, leal y eficiente. Esto incluye nombres propios que deberán analizarse.
Quizá por estas horas, algunos y algunas han perdido sus puestos y sus candidaturas “seguras”, y aún no lo saben.