Hugo Martoccia
La 4T como la conocemos ha comenzado un proceso de implosión, de ruptura hacia adentro, que parece será irreversible. Eso no significa que MORENA vaya a perder la elección presidencial de 2024; no hay ninguna señal aún en ese sentido. Pero lo que no se sabe es qué facción de MORENA y la 4T va a ganar, y qué van a hacer las demás. Lo que se ve es que no habrá nadie capaz de frenar este proceso de descomposición, que irá incrementándose en los próximos dos años, y que será impredecible mas allá de eso.
Esa situación tendrá un impacto directo sobre Quintana Roo y el potencial gobierno de Mara Lezama, que tendrá dos años para consolidar su proyecto y su poder, o para quedar en medio de aquella guerra fratricida de consecuencias impredecibles.
Las internas en el entorno de Andrés Manuel López Obrador han llegado a un nivel casi impensado. Julio Scherer, con acusaciones muy serias contra el Fiscal Alejandro Gertz y la ex titular de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; Ricardo Monreal contra el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García; el mismo Monreal contra René Bejarano y Dolores Padierna, y, por elevación, contra Claudia Sheinbaum, y diputados federales de MORENA contra Monreal.
Hasta Gerardo Fernández Noroña se metió en el pleito y dijo que Sheinbaum y Marcelo Ebrard, los dos proyectos más avanzados de la 4T para la sucesión presidencial de 2024, no representan a la izquierda. El mayor problema de todo esto es que ya no son diferencias de pasillos palaciegos, sino pleitos públicos, y dan una sensación de descontrol en la Cuarta Transformación.
Hasta hoy, el ordenador natural de ese caos ha sido un Presidente que tiene mucho poder y una imagen pública muy sólida. Pero los pleitos ya dañan la imagen de control que debe tener todo proyecto político. Y anticipan un escenario caótico para 2024, cuando el Presidente deje la conducción del movimiento.
En aquél momento el lopezobradorismo se dividirá en algunas partes, o quizá estallará en mil pedazos. Pero difícilmente se mantenga unido.
Lo peor, además, es que ese escenario ya ha comenzado, y Quintana Roo no quedará fuera de ese caos. Hasta ahora, no parece que esta situación pudiera impactar en la elección del 5 de junio. Pero sí deja un reto muy grande para el inicio de la próxima administración.
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EL TODO Y LAS PARTES
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El tema pega de manera directa en Quintana Roo porque habrá que ver hacia dónde va la 4T, y en cuantos pedazos se rompe. Para entender a fondo de qué se trata, veamos cómo está construido el Proyecto Mara.
Mara ha sido la “candidata de todos” en cada elección que participó, y su principal oposición ha sido interna de MORENA. Todo se solucionó siempre a su favor por dos aspectos fundamentales: por un lado, por su propia capacidad de olvidar rencores y construir acuerdos, pero por el otro, porque convivió siempre con la figura de un Presidente que en Quintana Roo es todopoderoso y le allanó el camino a esos acuerdos.
Hasta sectores nacionales de MORENA que han visto a Mara con desconfianza (Monreal) o que tienen recelos con su forma de hacer política (los “puros” del morenismo) concluyen en que es la mejor candidata.
Su relación con Claudia Sheinbaum es muy buena, pero también lo es con Marcelo Ebrard. Entre los aliados, el PT nunca tuvo diferencias de fondo con ella (no por afinidades ideológicas, ciertamente; sino porque entendió que era el proyecto de AMLO) y el Verde es su principal aliado. Más allá de la 4T, incluso, no tuvo jamás oposición real. Hasta el gobernador Carlos Joaquín la asumió como su candidata desde 2018.
Pero justamente ese recuento de nombres, tan amplio, variado, y casi inexplicable, hace evidente el conflicto potencial: todas esas partes ya no serán una sola sin AMLO como referente.
¿Ebrard será parte de una 4T encabezada por Sheinbaum, por ejemplo, o será parte de un proyecto opositor con Monreal? ¿A cuantos se llevaría ese proyecto en Quintana Roo? ¿De qué lado jugará Jorge Emilio González? ¿Hasta cuándo los partidos opositores a Mara seguirán siendo sus aliados de facto, cuando la 4T ya no sea lo que es? ¿Que hará el ala dura de la 4T local cuando haya que decidir entre la izquierda y el “morenismo conservador” de Quintana Roo? ¿Mara podrá ser, después del 2024, el vértice en el que confluyan todo esos intereses? ¿O todo se dispersará sin la figura aglutinadora de AMLO?
Para cuando todas esas preguntas deban responderse, la gobernadora Mara Lezama deberá tener solidificado su proyecto. Y el tiempo es escaso; es el inminente 2024.
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CANCÚN 2024 Y LA SUCESIÓN
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Pocos días atrás, en una reunión privada, Mara sorprendió con una frase: “Hay que pensar ya en la candidatura de Cancún”, dijo. Parece, quizá, la simple preocupación de una persona en el poder. Pero es más que eso, porque implica reacomodos y ajustes en algunas alianzas que se dan por resueltas y parecen inamovibles.
Apenas Mara sea gobernadora, si este supuesto se hace realidad, Ana Paty Peralta quedará como alcaldesa de Benito Juárez. Para Jorge Emilio, es la señal de largada de un plan que adquiere otra dimensión política: la reelección en Cancún, proyecciones similares en Solidaridad y Cozumel, y el postergado sueño de un proyecto estatal.
Del lado MORENA, Marybel Villegas trabaja por un proyecto similar. Y desde el mismo espacio político aparecerán otros actores, como Mildred Ávila o Isaac Janix, por ejemplo, que si ganan sus distritos querrán estar en esa pelea. O Alberto Batun y Laura Fernández, que ganaron las diputaciones federales en 2021. Hasta Jesús Pool Moo podría participar desde algún espacio opositor.
Viendo los nombres, parece que nadie sería realmente un candidato de Mara. Y quizá por eso su preocupación por comenzar a barajar algunos nombres. ¿Pueden Marybel, Ana Paty o Mildred, por dar unos ejemplos, quedarse con Cancún en 2024? Si eso sucede, para Mara equivaldría, muy posiblemente, a no tener el control de la sucesión. ¿No es adelantado pensar en la sucesión? No; es el primer plan que debe tener cualquier personaje de poder que no quiera se arrastrado por las circunstancias externas o por el azar.
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TRIUNFOS ELECTORALES Y PROYECTOS POLÍTICOS
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Hoy, el equipo político y de campaña de Mara es una larga lista de personajes que vienen de espacios diferentes, que piensan de maneras diferentes, que actúan de formas diferentes, y que, incluso, aceptan su liderazgo (o no lo hacen aún) de manera diferente. Esa “unidad” se construyó para el 5 de junio, pero difícilmente pueda sobrevivir mucho más allá.
Mara es la candidata de todos porque el escenario político no da más opciones. Pero si las opciones aparecen, aparecerán también las divisiones y los problemas. Los primeros aparecerán, como siempre, dentro del propio morenismo, y será mucho antes de lo que se piensa.
Lo más seguro, es que a Mara le toque arrancar sus primeros dos años de gobierno con una 4T a la cual le empiecen a crujir todas sus dispares estructuras constitutivas. Se trata de un reto mayúsculo que hoy parece lejano, pero que en realidad ya está aquí. La mayoría de los políticos que deciden algo en Quintana Roo ya han resuelto el 2022, y están organizando el 2024. Esa es la realidad.
El potencial triunfo de Mara el próximo 5 de junio será el primer paso de la llegada de la 4T al estado. La consolidación o no de ese poder será en 2024. En la primera fecha, ganará una elección. En la segunda, se sabrá si tiene un proyecto político, o si es tan sólo una nueva administración que pasará sin penas ni glorias al archivo de la historia.