Hugo Martoccia
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Uno de los reacomodos políticos más esperados pasada la elección del 5 de junio tiene que ver con el destino final que tendrá la inestable alianza entre Mara Lezama y Marybel Villegas. Si uno juzga por las fotografías y los gestos, la relación entre ambas nunca estuvo mejor: podría apostarse por una larga y duradera amistad. Pero la política no suele darnos esa clase de noticias.
La relación parece estar más bien afincada en un un interés común, con conductas específicas que cada una debe cumplir para que el acuerdo no explote. Mara le da a Marybel un espacio fundamental en su campaña, que Marybel ha sabido aprovechar, y devuelve operando a favor de la candidata a gobernadora. O al menos, eso parece.
La senadora con licencia no es en sí la coordinadora de campaña de Mara (no hay tal cosa en el desordenado entorno de la candidata a gobernadora) pero quizá es algo mejor: hace campaña por Mara, pero también se presenta a sí misma casi como una vice gobernadora.
Hasta ahí va todo bien. El problema podría surgir cuando empiece el verdadero reparto de poder. Marybel querrá que gente suya quede ubicada en posiciones importantes del Gobierno estatal, pero fundamentalmente querrá, y se sabe, la Presidencia del Congreso.
Y ese será el primer gran reto de la alianza Mara-Marybel.
NOMBRES Y NÚMEROS
MORENA presenta candidatos propios en 8 distritos. Y los números dicen que van a ganar todos. El distrito 3 con Ricardo Velazco; el 5 con Mildred Ávila; el 6 con Andrea González; el 7 con María Fernanda Cruz; todos de Cancún, y luego el 9, de Tulum y Solidaridad, con Silvia Dzul; el 12, de la zona maya, con José María Chacón; el 14 y 15, de Chetumal, con Elva Xix y Omar Rodríguez, respectivamente.
En el partido están convencidos que por sí mismos obtendrán entre un 38 y un 42% de los votos, mínimamente, por lo que podrían tener hasta tres plurinominales. Esas posiciones serían para Marybel, Humberto Aldana, y el tercero sería Luz María Beristain o Fermín Pérez. Casi seguramente será este último.
Entonces, MORENA será el Grupo Parlamentario más grande del Congreso y le corresponderá un año la presidencia del Poder Legislativo. Un repaso de los nombres hace evidente que quizá nadie tiene las tablas políticas de Marybel para quedarse con ese puesto. Y hay un acuerdo político para que así sea.
Pero el tema es que una Marybel con ese peso específico quizá se transforme en un potencial conflicto. Se trata de un espacio de poder fundamental, con un presupuesto multimillonario, y con capacidad de acción y operación política.
Muchos creen que la breve etapa de “marismo” de Marybel terminará cuando pueda volver a ser “marybelista” a tiempo completo. Y eso sucederá seguramente cuando tenga más de 400 millones de presupuesto y la capacidad de negociar cada cosa importante con la gobernadora Mara Lezama.
Ahora ¿Cómo sacarle esa presidencia? Es simple, pero arriesgado. Se junta a los 10 u 11 diputados de MORENA y se los hace votar por la coordinación. Algunas oportunas llamadas telefónicas podrían hacer que esos diputados consideren que Marybel no es la mejor opción, y darle ese espacio a, por ejemplo, Ricardo Velazco, Mildred Ávila, o Humberto Aldana, por decir algo.
Pero eso sería el rompimiento de los acuerdos con Marybel y el inicio de una densa batalla política. ¿Haría eso la Mara gobernadora que todos esperan? Es una incógnita. Pero hay que tomar en cuenta un dato: si Marybel pasa esa barrera, su destino inmediato será la candidatura de Cancún en 2024, que le correspondería por derecho propio.
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MARYBEL ¿EL ANTÍDOTO DEL NEOJOAQUINISMO?
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Pero hay un camino alterno al rompimiento. Lo que hasta hace dos meses parecía imposible, poco a poco comienza a tomar visos de realidad. Cada vez son más los actores políticos del morenismo que quieren a Marybel Villegas como presidenta del Congreso y, fundamentalmente, como actriz política principal en el sexenio de Mara Lezama.
Lo paradójico es que no son los marybelistas quienes lo piden, sino cada vez más actores del morenismo de base y hasta algún marista casi confundido (todos están bastante confundidos, de hecho). Creen que la senadora sería una suerte de pared de contención contra la llegada de alianzas inesperadas e indeseadas a la 4T; alianzas, debe decirse, que ya sucedieron.
¿Será cierto? No importa; la idea es cada vez más extendida y eso la hace valiosa. Hay quienes dicen que prefieren a una Marybel combativa en el Congreso, antes que darle el control a Carlos Joaquín para cuidar su retiro político. Y aunque nadie lo diga en voz alta, esa idea no sólo está en la base; es también parte de un círculo muy cercano a la propia Mara, que hace silencio ante esas incongruencias porque prefiere, simplemente, no hacer enojar a la futura gobernadora. Con esa simpleza se resuelven muchos problemas en el entorno de Mara.
Ya se ha dicho: el marismo es hoy un espacio político confuso, que en los escenarios electorales suena a 4T, pero en los salones y los escritorios parece una suerte de “panismo progresista” sin sustento ni mensaje.
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LAS CONFUSIONES DEL MARISMO
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Un ejemplo. La semana que pasó, el magistrado del Teqroo, Víctor Vivas, quiso participar como candidato para ser comisionado del Idaipqroo. En Comisiones, los diputados lo sacaron de esa lista.
Vivas jura que había hablado con gente de Carlos Joaquín y, fundamentalmente, de Mara Lezama, para buscar ese cargo. Pero luego de ambos bandos lo negaron. Esa decisión de negarlo sería irreprochable: Vivas ya no debe formar parte de ningún espacio público en Quintana Roo. Pero más allá de eso, el tema muestra el descontrol en la operación política del marismo (al neojoaquinismo ya no se le pide nada).
¿Quién habla en nombre de Mara? ¿Cristina Torres, que lleva y trae información sobre la candidata y sus intereses? ¿Juan Carlos Pereyra, que asegura que la transición pasa por sus manos y que será un actor ineludible en el Gobierno de Mara? ¿El grupo de asesores de México enviados por la 4T? ¿El grupo de asesores de México contratados por Mara? ¿Los emisarios de Carlos Joaquín, cada vez más presentes en todas las áreas? ¿Carlos Lima? ¿Heyden Cebada? Nadie lo sabe.
Y el estilo de Mara no ayuda. Cuando surge una orden de su entorno, pero finalmente la situación se complica, Mara niega la autoría y todo queda en el aire. Un ejemplo: la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos para Judith Rodríguez Villanueva. Estaba encaminada, hasta que el tema se complicó y Mara lo negó. Y luego de eso la situación quedó en el aire y nadie sabe realmente quién lo impulsa y quién no.
Esa forma de operar políticamente es muy confusa y genera entredichos y, a la larga, recelos. ¿Como reaccionarán Judith Rodríguez o Víctor Vivas cuando no se cumplan sus acuerdos? ¿Cómo lo harán las decenas de “operadores” priístas que están con Mara a cambio de la promesa de volver a disfrutar las mieles del poder? ¿Que dirán los pocos neojoaquinistas que no logren un cargo público con la futura gobernadora? Y ni hablar de los morenistas de base, que ya ven que otra vez quedarán excluidos de los principales espacios de poder. Todos serán desencantos.
El estado ya vivió en este sexenio la apatía, el desinterés y el mero engaño como forma de operación política. No sería bueno repetir una fórmula similar. Pero nadie le dirá eso a Mara.
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LA ESPERANZA DE LAURA
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Hasta ahora, el peor costado del marismo (confusión en la operación política, mensajes ambiguos, acuerdos inconfesables con el gobernador Carlos Joaquín y otros actores políticos impresentables, falta de cohesión ideológica) no ha llegado a las calles. Allí, el movimiento está activo y firme con AMLO y MORENA.
Pero en el equipo de la candidata del PAN PRD, Laura Fernandez se entusiasman porque dicen que ese desorden impactará definitivamente en la campaña. Según esos análisis, la “euforia” por Mara ya pasó, y ahora su imagen se estancó y empezará a caer. Sueñan con estar a tiro el 5 de junio.
En el marismo dicen que no es así. Aunque reconocen que la campaña es casi un caos (no hay una coordinación única; es una mezcla de generales activos, simuladores inactivos, y lisos y llanos traidores que filtran información. Y todos caminando las calles sin mensaje ni proyecto propio) dicen que en campo no hay cómo derrotar al lopezobradorismo.
Y lo más seguro es que sea cierto. Los entornos políticos como el actual, histórico por donde se lo mire, van más allá de casi todas las personas. Andrés Manuel López Obrador es un fenómeno electoral y político que es capaz de esconder muchos errores de sus propios aliados. Y su figura es suficiente para arrasar el 5 de junio. Pero quizá después vengan los problemas.
Mara es una mujer de una inteligencia prodigiosa y una capacidad política sorprendente. Sólo debe convencerse que todos esos acuerdos que le venden como “imprescindibles” no lo son. Para ganar, no necesita a Carlos Joaquín; no necesita al viejo PRI y la vieja política; no necesita a los desgastados medios de comunicación; no necesita a la COPARMEX ni al CCE ni a los hoteleros.
Sólo necesita a López Obrador y la 4T, y con eso gana la elección y se sacude muchos compromisos. Pero parece que no es su plan.
Gobernar exige tomar decisiones y enfrentar intereses. Elegir aliados y adversarios. No se puede ser amiga de todos. ¿Aceptará Mara ese reto mayúsculo? Su mensaje hasta ahora es ambiguo. Y la ambigüedad es uno de los peores pecados de la política.