Por Eduardo Aguilar
El relevo en la Comisión De Derechos Humanos Del Estado De Quintana Roo se ha convertido en un tema fundamental de política mala y ciudadanía activa, y ha llevado a la Legislatura del Congreso del Estado de Quintana Roo a confrontar a la sociedad -a la que debería representar- con ánimo de burla y con ese desparpajo del que se siente intocable, impune y por encima del común de la gente, del infelizato, vaya.
Diputados y diputadas de la XVI -salvo dos escasas excepciones- parecen haber decidido romper con la sociedad con tal de cumplir lo que, eufemísticamente, llaman un “acuerdo”, como si nadie supiera que es una evidente instrucción, de esas que se han acostumbrado a cumplir a rajatabla, alejándose cada vez más del espíritu de una representación popular, y por supuesto, de lo que la constitución les manda… y eso no es una pena, es una desgracia.
Más allá de los reclamos de legalidad que hacen las y los diputados envueltos en la maniobra, tendrían que aceptar que dicha legalidad sólo es posible porque así la diseñaron a propósito y con el fin de asaltar la Comisión de Derechos Humanos, de modo que cumpliendo el dicho, hicieron la ley e hicieron la trampa, y bajo esas circunstancias la pretendida legalidad se aparta de la ética y la moralidad que se exige a quienes pretenden representar a la sociedad.
Mara Lezama se ha convertido, voluntaria o involuntariamente, en la causa y origen de muchas cosas; cosas como ésta en la que todos pretenden estarle sirviendo, o simplemente utilizan su nombre para esconder otros intereses. Lo cierto es que la invocan para justificar sus acciones más injustificables y se asumen como profetas mesiánicos que preparan la venida de la Señora.
¿Será realmente Mara Lezama la causante de todo este desastre, o sabrá al menos que en su nombre se asumen las peores causas políticas?
Más allá de sus afectos y sumisiones, las y los diputados tendrían que darse cuenta de que la única fuerza de la CDHEQROO es la moral, y que esa nace de la confianza social en la institución y quién la represente; pero también tendrían que valorar las condiciones actuales de la comisión, que ha pasado por su período más oscuro y controvertido, aquejado de una presidencia banal, que manejó la institución a capricho y a tumbos, violando derechos laborales, acosando a su personal, imponiendo a sus amistades y socavando la confianza social que es la base de su existencia… ese periodo también fue una desgracia.
El proceso de relevo es una simulación burda y grosera, que ofende la inteligencia social. Mire Usted que las facciones legislativas que defienden su propia propuesta, cuentan con 16 votos a favor perfectamente alineados y obedientes, de manera que no tienen forma de perder, y quienes han decidido participar “a ver qué pasa”, habrán de resignarse a ser comparas de ocasión, sólo útiles para legitimar la maniobra… más desgracias.
LAS DOS PATADAS A LA SOCIEDAD
Una: la Legislatura está rompiendo todo lazo con la gente a la que debería representar, y lo hace con evidente menosprecio y desdén, privilegiando intereses políticos sobre sus obligaciones constitucionales, y sin querer entender que al final, una Legislatura sin representación social, sin vinculación popular, no es más que un disparate político y carece de toda razón de ser.
Dos: La Comisión de derechos Humanos no puede ser un instrumento político, moneda de cambio por favores ni mucho menos agencia de colocaciones para amistades privilegiadas o grupo de poder favorito, y luego de la más reciente presidencia, necesita desesperadamente recuperar su valor, la confianza de la gente la credibilidad, que Marco Antonio Toh Euán desperdició tan malamente. Y sin valores, sin confianza, la Comisión De Derechos Humanos Del Estado De Quintana Roo simplemente no sirve para nada.