Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Los temas discutidos en la Cumbre Mundial de Sistemas Alimentarios de 2021 y la COP 27, ambos eventos respaldados por la ONU reflejan lo que se ha acumulado a partir de que los científicos alertaron la magnitud del problema del cambio climático en Estocolmo, junio 1972 durante la Cumbre de la Tierra, hace 50 años.
La tendencia no es alentadora, hay que enfrentar el reto tanto a nivel global como nacional y local.
A nivel global las Conferencias de las Partes están haciendo su trabajo. De Egipto salieron recomendaciones para todos los países y México no es la excepción. Veremos nuevas políticas e incremento de inversión a favor del ambiente en materia de energía, agua y producción de alimentos. Se requiere innovar o crear nueva tecnología y para ello se necesita conocimiento científico y saberes indígenas, tal y como recomiendan todos los paneles y expertos en los tres temas: energía, agua y alimentos.
Te puede interesar: | VISIÓN INTERCULTURAL | COP 27: Urge cambiar los sistemas alimentarios, I
A nivel nacional estamos en un momento crucial. La idea es generar políticas públicas para aprovechar esas nuevas formas de inversión, incluyendo la creación de conocimiento e infraestructura y procurando evitar el crecimiento del rezago entre países.
En materia de alimentos la política federal de México ha marcado el rumbo hacia la soberanía, seguridad y suficiencia alimentaria. Para ello la Cámara de Senadores está discutiendo reformas a la ley que regula el uso de agroquímicos; la SADER, CONACyT y varias instituciones de educación superior han implementado el programa Producción para el Bienestar el cual descansa en la premisa de una transición agroecológica de los sistemas alimentarios y el cual pide la participación de más científicos. Y no hay mejor alternativa. A nivel nacional las compras de cereales a EEUU alcanzaron cifra récord en el primer trimestre de 2022; para tener una idea, en 2021 se invirtió más de 15 mil millones de dólares en compra de granos al extranjero de acuerdo con La Jornada (2-10-2022). Pocos días después, el 25 de octubre, el mismo medio reportó que en una década México duplicó compra de maíz amarillo.
El futuro así en México es la dependencia alimentaria, tanto de personas como de animales. No es sostenible. La misma Secretaría del Bienestar dio a conocer el 2 de noviembre (Por Esto), en su Informe Anual de Situación de Pobreza y Rezago Social 20022, que tan solo en Bacalar y Othón P. Blanco, hay 93,770 personas que no pueden acceder a dietas de calidad y alrededor de 107 mil personas viven en situación de pobreza. Imaginemos los costos en atención médica, subsidios, etc. que todo esto significa. No es un futuro deseable, es un futuro que refuerza el círculo vicioso de pobreza. Todos perdemos.
En Q. Roo hemos sido testigos de lo que puede ocasionar el cambio climático. Recordemos cuando en noviembre 2004 más de 40 ejidos de Carrillo Puerto se manifestaron por que la sequía no les permitió tener para comer. El enfrentamiento con policías antimotines, que usaron gases lacrimógenos, solo exacerbó la situación.
Actualmente Q. Roo no produce todo lo que consume, se importa maíz, frijol, etc. Ni las milpas ni los mecanizados rinden lo suficiente para abastecer la demanda. Ambos sistemas necesitan transformarse, transitar hacia la sostenibilidad incrementando la producción.
No hay contradicción entre aumentar la producción y la sostenibilidad, pero para ello se necesita la ciencia y tecnología que ofrece la agroecología para todos los sistemas productivos. Y esto es lo que ofrece el Programa Estatal de Agroecología con participación interinstitucional. ¿Le apostamos a ganar-ganar?
Es cuanto.