Agencias
CANCÚN.- El Día de Muertos es un momento de reencuentro, una celebración que une a vivos y muertos en un acto de amor y memoria.
En Cancún, desde las primeras horas de este día, familias enteras se dieron cita en los principales cementerios de la ciudad para cumplir con una tradición que, más allá de las generaciones, sigue vigente.
El sol apenas despuntaba cuando comenzaron a llegar los primeros visitantes. La entrada del Cementerio Municipal lucía una mezcla de colores y aromas: flores de cempasúchil, veladoras, y figuras de calaveritas decoraban los pasillos.
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Algunos llevaban cubetas de agua, escobas, cepillos y trapos; otros, flores frescas y los platillos preferidos de quienes ya no están.
La escena era familiar. Padres de familia y niños trabajaban juntos para limpiar las tumbas de sus seres queridos, retirando la tierra acumulada y las hojas secas.
Conforme avanzaba la mañana, el cementerio se llenó de vida. Los puestos de comida y flores, ubicados en las cercanías, se convirtieron en puntos de encuentro.
Los visitantes se detenían para comprar una última ofrenda o, simplemente, para compartir un momento de descanso y recuerdos con otros familiares.
Algunos músicos ambulantes, con guitarras y acordeones, tocaban canciones a pedido de las familias.
La tradición persiste en un Cancún que, a pesar de su crecimiento y modernidad, sigue abrazando las costumbres que un día trajeron consigo los abuelos.
Al caer la tarde, el cementerio se convirtió en un mar de luces. Las veladoras encendidas por las familias comenzarán a iluminar cada rincón, creando un ambiente sereno y casi mágico.
La ciudad parece detenerse por un instante en estas fechas, mientras miles de cancunenses hacen una pausa en sus vidas para honrar la memoria de quienes ya partieron.
Este Día de Muertos en Cancún es una celebración viva, una prueba de que, a pesar del tiempo y la distancia, el amor por nuestros seres queridos es eterno.
Red Informativa del Sureste