Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Una de las discusiones que emocionaba y motivaba mucho a quienes participábamos en la gigantesca tarea de planificar la creación de la Universidad de Quintana Roo, era la posibilidad de que los estudiantes pudiesen acceder en tiempo real, por ejemplo, a remate de valores en la bolsa, discusiones en la Corte o en el Congreso, reducir uso de papel e impulsar la comunicación electrónica. Esto fue en 1991.
A 32 años de distancia ese sueño parece juego de niños. Hoy la tecnología digital ha revolucionado al mundo. En algunos casos donde ha habido condiciones y decisiones acertadas, la tecnología ha permitido que las brechas de conocimiento entre grupos sociales se cierren. En otros casos las condiciones han hecho que esa brecha crezca.
En ese contexto, recientemente se ha difundido que los gigantes de tecnología digital están haciendo accesible la herramienta de inteligencia artificial (IA) para actividades, hasta cierto punto, cotidianas. Microsoft incorporará a su buscador Bing el chatGPT; Google hará lo propio con Bard. Ambos son un chatbot o plataforma que comprende el lenguaje natural y que permite programar respuestas como si fuese resultado de una conversación entre humanos. GPT y Bard no son únicos, están Dialogflow, Botmake.io, Cliengo, Snatchbot.me y Manychat, entre otros.
Son herramientas poderosas que permiten acceder, analizar y presentar información en muy poco tiempo. A través de ellas un estudiante puede hacer su tarea, o un académico puede hacer un artículo científico… en minutos. ¿Es esto una ventaja o desventaja? Por un lado, la posibilidad de aprender crece en forma exponencial; por otro, la posibilidad de hacer uso indebido, simular o engañar también crecen en el mismo sentido. El plagio como lo conocemos hoy quizá tome una nueva forma y tenga un nuevo nombre, pero la violación a la ética se mantiene y la creación de herramientas para impedirlo también crece, tratando de evitar que sea la anarquía quien guíe la enseñanza, investigación, gestión, incluso la gobernanza.
Por ejemplo, la tecnología digital ha desarrollado programas que detectan el plagio como lo conocemos hoy. La UNAM desarrolló Símil, y ha hecho de conocimiento otros como Turnitin, Ithenticate, Quetext, Dupli Checker, Plag Scan, Plagiarisma. Con la llegada de los chatbot, también se desarrollarán nuevas herramientas para detectar su mal uso.
En el sector académico no es raro el plagio, robo de ideas, o la presunción de calidad. Basado en el principio de transparencia y acceso a la información, hay un frente que se está desarrollando rápido para evitar malas prácticas en la academia. Por ejemplo, el AD Scientific Index ofrece información sobre el posicionamiento de una institución de nivel superior y sus académicos, con respecto a sus pares a nivel mundial. Herramientas como éstas pueden alertar sobre desempeño ético cuestionable por parte de académicos. En el caso de UIMQRoo la página es: https://www.adscientificindex.com/university/Universidad+Intercultural+Maya+de+Quintana+Roo/
Hoy, la velocidad de desarrollo digital nos debe obligar a actualizarnos en esa tecnología y pugnar por políticas públicas que impulsen estrategias que nos permitan usarlas para cerrar brechas de conocimiento e impulsar la transparencia y rendición de cuentas para combatir la simulación y la corrupción. Para ello necesitamos en puestos directivos a visionarios con sólida formación, comprometidos con su comunidad, institución y país. La alternativa conduce a ampliar la brecha entre grupos sociales y países; es decir más subdesarrollo.
Es cuanto.