Por Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
“Profe, no sé si voy a regresar a la universidad. Con esto del virus voy a tener que ayudar en la casa, ya sea en la milpa o buscar trabajo”
“Profe, mis papás no están seguros de dejarme regresar a la universidad, tienen miedo de que nos de la enfermedad”
Palabras más, palabras menos, las expresiones anteriores se repiten con bastante frecuencia. Cuando el gobierno mexicano reconoció la gravedad de la situación creado por el virus de la influenza, AH1N1, en abril de 2009, también escuché las mismas expresiones. En esa ocasión, varios estudiantes, demasiados, no concluyeron sus estudios y la matrícula de nuevo ingreso bajó en forma importante. Esto puede repetirse por el COVID-19.
La historia no debe olvidarse. Si no son visibles los factores que explican seguir estudiando o la decisión de nuevos estudiantes para ingresar o no a la universidad, independientemente de cualquier medida de la institución, en tiempos de epidemia, se corre el riesgo de que, bajo la política de presupuesto basado en matrícula, la situación se agrave aun más y afecte el desarrollo de cualquier región y país. La gran dificultad que tienen los estudiantes se aprecia en las siguientes expresiones:
“Sé que hay personas asintomáticas portadoras del virus. Yo no sé si estoy contagiado o no, tampoco sé como voy a reaccionar si me contagio. Por eso mas vale no arriesgarme y prefiero esperar un año para reiniciar mis estudios”.
“Mi comunidad no tiene contagios, porque nos organizamos y no permitimos el movimiento libre de personas. Ahora que me piden regresar a la escuela tendría un conflicto con mi comunidad, no sé si me dejarán salir o si me dejarán entrar”. “Si el riesgo de contagio sigue fuerte en agosto, mi hermanita ya no va a buscar entrar a la universidad porque se puede contagiar y afectar a la familia y la comunidad”.
“En mi grupo somos 40 estudiantes, el tamaño del aula no lo permite la sana distancia. Tendríamos un alto riesgo de contagio si alguien es portador del virus”.
“Si yo me contagio y desarrollo la enfermedad cuando esté con mi familia, sería muy grave porque ¿dónde me van a aislar? Solo hay un cuarto en la casa para todos. Tampoco tenemos dinero para ir al hospital. Por eso es mejor no regresar a la escuela”.
“Yo vivo en un albergue en Morelos, prácticamente hacinados, no tiene las condiciones para evitar contagio. Creo que mejor espero para reingresar a la universidad”.
Enormes retos que tienen hoy estudiantes e instituciones de educación. Y eso que en esta entrega no se abundó en los resultados, nada buenos, del estudio sobre accesibilidad del internet en México, dado a conocer recientemente por el Instituto Belisario Domínguez del Senado, con base en datos de INEGI de 2019. Ahora es cuando urge “pensar fuera de la caja” para encontrar soluciones; ejemplos: 1. Descansar decisiones en la premisa de calidad, no en cantidad; 2. Fortalecer el programa de becas; 3. Descolonizar epistemológica y ontológicamente la formación de las generaciones post-covid19.
Las autoridades educativas deben promover el rediseño de los modelos educativos, con algoritmos interculturales, innovándose, pero al mismo tiempo garantizando educación de calidad para todos los estudiantes matriculados.
Independientemente de como se medirá la economía en la nueva normalidad, la calidad del profesionista debe prevalecer para garantizar el crecimiento económico y el desarrollo que urge a México.