Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Un académico y una activista social visitaron a un Dignatario Maya antes de la pandemia. Fueron bienvenidos, no era su primera vez. En cada ocasión ambos hacían observaciones sobre la vida cotidiana en familias Mayas y platicaban sobre ello después de la visita.
Así aprendieron algo sobre la milpa, plantas medicinales, creencias, anécdotas, de la comunidad. En sus últimas dos visitas su atención se enfocó a entender como transmiten los conocimientos y prácticas de las actividades de una generación a otra.
Un hecho llamó su atención en la penúltima visita. Escucharon al Dignatario pedirle a su nieta de tan solo seis años que vaya a darle de comer a las gallinas. Pedirle a una niña de esa edad que tenga esa responsabilidad no coincidía con sus parámetros citadinos. ¡La indicación fue hecha sin ninguna explicación o descripción de qué y cómo darle de comer a las gallinas! La niña, con una actitud positiva, salió a cumplir el encargo.
No resistieron la tentación y preguntaron al Dignatario porqué mandó a su nieta sin darle explicación alguna. Éste les comentó que desde los 4-5 años, su nieta siempre lo acompañó cuando él daba de comer a las gallinas, que no necesitaba darle explicación alguna porque ella ya había visto cómo se hace. Hasta ahí quedó la conversación.
En la plática que sostuvieron después de la visita, el académico y la activista reflexionaron sobre esa forma peculiar de transmisión de conocimiento a través de pedir que se haga una actividad que, se supone, ya había sido objeto de observación por bastante tiempo, en este caso por la niña. Entendieron la importancia de la observación y concluyeron que es parte de un proceso de prueba y error; ahí estaba la esencia del aprendizaje.
En su siguiente visita comentaron sus conclusiones con el Dignatario quien respaldó casi todas, pero pidió una explicación sobre cómo se entiende la idea de “prueba y error”. El académico hizo gala de sus conocimientos y lecturas que ha hecho sobre el tema, convencido de que el Dignatario entendería que prueba y error es como un método para crear conocimiento, que se enfoca a solucionar algún problema y no requiere conocimiento previo.
Grande fue su sorpresa cuando el Dignatario le dijo que no estaba de acuerdo. En la lengua y pensamiento de los Mayas no existe dicho concepto. Para los Mayas no hay error, sino acumulación de experiencias que van conduciendo a la creación de conocimiento. Las expresiones “ma’alobi” o “ma’beyi” son erróneamente traducidas como error. En su esencia significan otra forma de interpretación, de pensamiento, de alguna acción; “no está bien” o “no es así”, como se traducirían, no quiere decir error, ¡solo significa que no dieron el resultado esperado!
En español, estrictamente hablando, error implica comenzar de nuevo. Una definición popular es que error significa que hubo una acción incorrecta o no verdadera. El error conlleva un estigma para quien lo comete.
Ahora tiene mucho mas sentido la expresión Maya que refleja mejor el proceso de aprendizaje que llevó a cabo la nieta del Dignatario: “kaambal yetel kanan”. Está aprendiendo a través de la acumulación de experiencias y por sí misma. No saldrá excelente la acción la primera vez, pero poco a poco irá perfeccionándolo e innovándolo. No lo podría lograr si fuese “prueba y error”. El Dignatario se despidió de sus visitas diciendo que solamente habían entendido una de las muchas formas que desarrollaron los Mayas para crear e innovar conocimiento.