Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
A seis días de ejercer el voto y a tres para la veda electoral, el nerviosismo de candidat@s y encuestadoras está en su máxima expresión. Ambos casos tienen un denominador común invisible, pero es el elefante en la sala.
Candidat@s y encuestadoras desean saber, con la mayor precisión posible, cual es la percepción de la persona que ejercerá su voto y si hay suficientes personas que comparten esa percepción para predecir un triunfo. No es fácil, en años recientes los votantes han confundido a ambos, lo que explica errores en las predicciones.
De acuerdo con varios estudios, votar o no es básicamente la expresión del sentido de su percepción con respecto a un contexto y la persona por quien emitirá su voto. Los votantes pueden clasificarse en dos grupos, uno es el perfil de percepción que sin mayor análisis de información de su entorno ejerce su voto. Este voto se relaciona con algún partido, no con la persona que representa ese partido, es el voto duro; desde el inicio de la campaña ha tomado la decisión y difícilmente cambiaría por más información que reciba. El otro grupo se caracteriza por informarse y razonar antes de decidir por quien votar; este es la población cada vez más numerosa en las elecciones y normalmente toma su decisión cerca del día de la votación.
La anterior clasificación incluye al grupo de los no votantes; entre estos hay personas que han decidido a priori no votar y hay quienes después de examinar la información deciden no votar. Algunos analistas consideran el no voto como una forma de votar.
Con base en lo anterior las campañas diseñan sus estrategias. El grado de intensificación de la campaña en los días finales es un indicador de que hay una alta población que aún no ha decidido su voto, el objetivo es influir a favor de algún partido o persona. Por otro lado, el contenido del mensaje y la forma de transmisión, para convencer al electorado, también dice mucho acerca del contexto de la elección; habla de la percepción de los estrategas de campaña acerca de la naturaleza del electorado. Y es aquí donde se cometen muchos errores.
Uno de los errores es no conocer el proceso cognitivo de los electores, que conduce a la decisión de votar y por quien votar. Una campaña mal enfocada puede tener efectos adversos. Hay otro error que es mucho mas grave para la sociedad, para el país en general.
Campañas de desacreditación, de falta de propuestas o propuestas inalcanzables, absurdas, de encuestas sin fundamento que favorecen a alguien, de intimidación o violencia física o verbal más allá de lo legalmente permitido –incluso moralmente aceptado–, crean un ambiente que contribuye más al subdesarrollo que al crecimiento moral y económico que nos urge; contribuyen mas a la insostenibilidad. Crean un ambiente de enfrentamiento, de heridas que requerirán de una política muy, pero muy hábil para superar los efectos negativos. Esto explica, en parte, la política de desarrollo de Biden, después de Trump.
Pero el proceso de reconstrucción y establecimiento de bases sólidas para un país con el futuro que merecemos no descansa en una sola persona. Descansa en toda la sociedad.
Asumiendo como un escenario posible la alta diversidad de partidos en el Congreso, los Municipios y Gobiernos de los Estados, la premisa indispensable para ellos debe descansar en la habilidad de crear consensos sobre la base de otro consenso mucho mas importante: ¿Que país deseamos y cómo alcanzar esa visión?
¿Qué candidat@s estarían a la altura del reto? Los votantes tenemos la palabra, en corto plazo se sabrá si la decisión fue acertada o no.
Con la expresión “Pienso, luego existo” Descartes formalizó en 1637, en su libro “Discurso del Método”, una discusión polémica, vigente en nuestros días. Aunque la traducción al español debería ser “Pienso, por consiguiente soy”, Descartes logró motivar la discusión reflejada en las siguientes preguntas: ¿existo porque pienso? O ¿Existo independientemente de que pienso?
Las aportaciones de Descartes inspiraron el título de esta entrega, pero no es solo un juego de palabras. Cada lector/a podrá hacer su propio análisis al relacionar pensar con percibir y votar con existir. La polémica continúa…
¡Salgamos a votar!