Francisco J. Rosado May
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En 2022 la UNAM dio a conocer los resultados de un estudio que muestra que en México el 75.1% de la población adulta tiene sobrepeso y que en 7 estados, que incluyen a toda la península de Yucatán, el valor es mayor al 80%. Solo 3 de cada 10 habitantes adultos de la península están con peso adecuado. El problema de salud pública es enorme, no solo es la obesidad sino los otros efectos que acarrea como problemas de presión, diabetes, colesterol, estima, etc.
Antes, en 2012, la Encuesta Nacional de salud y Nutrición encontró mayor obesidad en zonas urbanas, pero en 2028 se mostró un aumento fuerte en zonas rurales, el segmento socioeconómico que más aceleradamente creció en obesidad es el más bajo, destacando la población indígena.
En 2023 la revista National Geographic publicó un artículo de S. Mishra donde se presentan datos del papel de la genética en el sobrepeso de las personas. Hay estudios publicados que muestran sobrepeso serio en poblaciones indígenas en varios países, los Mayas no somos excepción. Lo anterior puede ser la explicación a la percepción generalizada de que el sobrepeso entre indígenas se debe a que tenemos un gen que lo propicia. Observen, estimados lectores, que demasiadas fotos y pinturas con personas indígenas tienen una imagen de sobrepeso.
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No obstante, datos recientes demuestran lo contrario. Hace unos días la revista Nature publicó un artículo de Moreno Estrada de la Unidad de Genómica Avanzada del CINVESTAV, que en colaboración con el Instituto Nacional de Salud Pública generaron el mapa genético que revela la diversidad de los mexicanos y los riesgos a las enfermedades más comunes. Tomaron datos de los 32 estados del país, y de todos los grupos sociales e indígenas. Si bien se creía que hay una asociación entre sobrepeso y herencia indígena, los resultados claramente indican que la población indígena tiene lo que técnicamente se conoce como mayor homocigosidad en su genoma; por lo tanto, una menor predisposición al aumento del peso.
No podemos negar que hay una altísima población con sobrepeso entre los indígenas, pero la causa no es la genética, es la mala alimentación, el exceso de calorías, la sustitución de alimentos saludables tradicionales. Sin duda juega un papel importante el bombardeo publicitario de líquidos y sólidos chatarra.
Si bien los productos para ingerir tienen un etiquetado que debe propiciar condiciones para que el consumo sea informado, no parece que el proceso para entender esa información esté en el ámbito de competencia de los consumidores. Parece que estamos frente a un juego, en el que los que saben leer y entender la información de las etiquetas negras son los que tendrían una elección informada. Pero ¿cuántas personas analizan, estudian y comprenden la información que se lee? Parece que el juego no incluye un nivel alto de calidad en la formación académica de nuestra población. El juego, parece, se complementa con un mercado exitoso de venta de productos milagrosos para bajar de peso, en el que, nuevamente, los consumidores no muestran alto nivel de educación al no informarse de las consecuencias de ingerir esos productos.
Punto y aparte. La semana pasada en la Universidad Intercultural Maya de Q. Roo se llevó a cabo reuniones con investigadoras indígenas, de alto nivel, del NE de la India. A su llegada en Cancún pasaron por el trámite de migración y las hicieron esperar más de una hora, con un trato que parece ser indigno. El agente de migración no hizo caso a la invitación oficial de dichas investigadoras, prefirió confirmar con los hoteles si en realidad tenían reservación, como el requisito más importante. Y si fuesen hospedadas en la casa de algún investigador local, ¿se hubiera aprobado su ingreso al país? ¿Todo por ser indígenas?
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