fjrmay@hotmail.com
Pero desde la semana pasada comparten esa categoría con otra profesión, la de los responsables de la educación formal, por todo lo que siembran para nuestro futuro, como lo describe Melissa Elizondo Moreno en su película “El Sembrador” donde narra como un profesor rural en Chiapas hizo de la escuela el segundo hogar para sus estudiantes.
Ha transcurrido poco mas de una semana desde el inicio de actividades académicas en educación básica. Los demás niveles están por hacerlo. No es difícil imaginar los retos que tienen actualmente profesores, familias y, especialmente, los estudiantes; se ven y se palpan todos los días y desde diferentes ángulos.
El primero es el de acceso a la tecnología. La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, 2018, indica que un 60.9% de la población en edad escolar (6-22 años), que reportó asistir a la escuela, cuenta con internet; y solo uno de cada tres hogares cuenta con conexión de alta velocidad a través de red fija. Este es un argumento a favor de la TV comercial en canal abierto, pero se debe contar con los decodificadores correspondientes.
De acuerdo con los investigadores M.A. Fernández y R. de la Rosa (nexos, 2020/08/28), de los 15. 2 millones de hogares con integrantes de 6-17 años, casi el 6% no tiene acceso a ningún tipo de tecnología para educación a distancia, el 24.7% tiene tecnología insuficiente y solo el 38.8% tiene tecnología suficiente. En Quintana Roo los datos son similares. En la publicación “La accesibilidad a la educación a distancia” UNICEF confirma la tendencia de los datos anteriores.
El segundo reto podemos llamarle pedagógico. ¿Cuánto entrenamiento recibieron los profesores para las clases a distancia? ¿Conocen y tienen acceso a pedagogías eficaces, no solo por la modalidad a distancia sino por las diferencias culturales?
El tercer reto, prácticamente invisible, radica en la familia, en la persona o personas del hogar que dan seguimiento y apoyan a sus hijos. ¿Hubo algún entrenamiento para ellos? ¿Tienen los padres el apoyo suficiente, de sus fuentes de trabajo, para dedicar el tiempo que requieren sus hijos en el sistema de educación a distancia? Nunca antes en nuestra historia, y en muchos otros países, la educación prácticamente descansa en la familia, en su organización, en sus valores, en su disciplina.
Estas reflexiones se complementan con dos propuestas.
a) Sabiendo que existen mecanismos que permiten la educación en casa, siguiendo temarios oficiales y tomando las evaluaciones correspondientes, ¿porqué no impulsar el estudio independiente como una alternativa viable para quienes tengan las condiciones? No habría necesidad de inscribir a los estudiantes antes de prepararse ni habría que preocuparse por problemas tecnológicos, pero habría que mejorar procedimientos.
b) Explorar otras formas no convencionales de educación, como el que propone el modelo de aprendizaje basado en la observación y participación en las actividades familiares, conocido como LOPI en la literatura académica. Este modelo es altamente pertinente precisamente para aquellas familias donde no hay acceso, o es muy limitado, a internet o TV. Solo requiere de un poco mas de investigación para su aplicación como política pública.
Por todo lo anterior, y mucho más, en estos momentos de la pandemia los nuevos héroes son los maestros, maestras, madres, padres y hermanos que dan lo mejor de sí para que los estudiantes tengan una buena preparación. Las evaluaciones de PISA (Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos) nos indicará que tan bien hicimos gobierno, maestros y familias, nuestro papel en la educación en tiempos de COVID-19.