Por Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
¿Han padecido los Mayas de epidemias en el pasado? ¿Cómo lo enfrentaron? ¿Cómo podemos aprovechar esas experiencias ahora con lo del covid19? Son preguntas frecuentes y lógicas que muchas personas hacen en estos días de cuarentena. Las respuestas deben ser tomadas en cuenta para un nuevo diseño de salud pública.
La UAM publicó en 2003 un artículo de Mandujano Sánchez, y colaboradores, que describe la historia de las epidemias en el México antiguo. Llama la atención la importancia que le dan a la hambruna entre los habitantes del altiplano. El hambre es condición de predisposición a muchas enfermedades, ya sea por la falta o por ingerir sustitutos de alimentos que, a su vez, causan enfermedades. Entre 1456 y 1496 los autores registraron enfermedades relacionadas con afecciones respiratorias y gastrointestinales con dimensión de epidemia en el centro de México. En Mayapán, estos autores reconocen que su población fue asolada varias veces por epidemias hasta unos 50 años antes de la llegada de los españoles.
El núm. 16 de la publicación “V Centenario” de la Universidad Complutense de Madrid, 1990, Guerra y Sánchez Téllez hacen un recuento de “Las enfermedades del hombre americano”. Si bien había diversas enfermedades, parásitos y vectores en el nuevo mundo, las peores epidemias que sufrieron los nativos se atribuyen a las enfermedades traídas por los españoles y por los esclavos de África: viruela, sarampión, tifoidea. La población de la Nueva España, estimada entre 15 y 30 millones, entre 1519 y 1600, se redujo a dos millones debido principalmente a las enfermedades; aunque como consigna Diamond en su libro “Guns, germs and steel” la conquista pretendió hacerse solo con el uso de armas de fuego y el acero.
No hubo exterminio de indígenas, la resiliencia de los sobrevivientes implica que desarrollaron un sistema eficaz para enfrentar el reto que representaron las epidemias.
Es cierto, no es lo mismo enfrentar enfermedades recurrentes que nuevas, especialmente las virales. Pero también el coronavirus está demostrando que aquellas sociedades con sistemas basados en sólidos principios guía, especialmente en materia de salud, tienen mayores probabilidades de éxito para enfrentar enfermedades, epidémicas o no.
El sistema de salud indígena incluye varios elementos. Tiene dos principios guía bien identificados: el de prevención y el de salud para todos. Cuenta con un tejido social, que hoy se conoce como gobernanza, que contempla los diferentes elementos que permiten el desarrollo integral de la comunidad. Las comunidades tienen una forma para definir a las personas que atienden el nacimiento y los cuidados a la parturienta y el bebé, incluyendo la alimentación y el buen manejo de lo frío y lo caliente. Desarrollaron sistemas sostenibles de producción de alimentos cubriendo las necesidades básicas de proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales. Cuentan con personas conocedoras de las propiedades de las plantas para curar diversas enfermedades y para atender lo que hoy conocemos como condiciones psicológicas. Tienen un sistema que garantiza la continuidad de la función de atención al parto, del uso de plantas medicinales y producción de alimentos mediante la transmisión eficaz de conocimiento de una generación a otra, donde, el respeto a los mayores, es decir, a la sabiduría acumulada a través de los años, es crucial.
Por todo esto es que la FAO, la ONU y la OMS, entre otras organizaciones, recomiendan incorporar indígenas y sus conocimientos en la lucha contra el coronavirus. Pero la medida sería mucho mas eficaz si en el proceso de lucha contra el covid19 y las demás epidemias o enfermedades presentes o futuras, el sistema de salud oficial toma en cuenta e incorpora al sistema de salud tradicional, sus conocimientos y sus principios.
¿Es mucho pedir? ¿Necesitamos nuestra propia Casandra para predecir que ese es el camino correcto? No lo creo, pero se necesita del concurso decidido y bien informado de los tomadores de decisiones en política pública. México tiene que ser diferente, incluyente y sin demagogia, después del coronavirus.