Por Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
En memoria de Samuel y Gilmer, estudiantes de Esperanza, brutalmente asesinados por robo.
“Buen día”, llama una persona desconocida. Sale el dueño y pregunta que desea. La persona contesta “disculpe la molestia, fíjese que no tengo trabajo, tengo hambre y mi familia está necesitada. ¿Tiene trabajo que me pueda dar, chapear, barrer, o hacer talachas?
Consciente de la situación económica y con actividades pendientes de hacer en su patio, el propietario ayuda al necesitado, dándole trabajo. Le ofrece agua, amarra los perros, le da indicaciones y lo deja solo. El sujeto trabaja, recibe el pago y se va. Más tarde el propietario descubre que le robaron una herramienta costosa, nadie mas lo pudo haber hecho, fue la persona que dejó entrar. Queda inerme, no la puede recuperar, no tiene foto del sujeto ni sabe donde vive. Más tarde se entera que el mismo sujeto había robado en otras casas donde creyeron su verborrea.
Reportajes, encabezados, editoriales, mensajes en redes sociales, pláticas de calle, etc., han estado dando cuenta en las últimas dos semanas del incremento en la inseguridad que se vive en ciudades y en comunidades pequeñas, incluyendo invasiones de terrenos. Este escenario no es nada halagüeño, ni para las autoridades, ni para la sociedad en su conjunto.
Es posible una correlación entre el aumento de la inseguridad y la cuarentena, por el impacto económico en muchas personas. Pero también es muy posible que muchos de los delincuentes sean los mismos de siempre, incluso identificados en las comunidades, que se están aprovechando de la situación actual, de las debilidades del sistema de justicia y de la inacción de las víctimas. “Para que voy a levantar una demanda” dice una de las víctimas, “si de todos modos no se va a castigar al culpable, en el ministerio no tienen la gente ni tienen los recursos y quizá ni tienen las ganas”. En nada ayuda la noticia reciente, en el sentido de que el INEGI reportó la semana anterior que la corrupción se ha incrementado en nuestro país.
En conversaciones de calle y medios sociales, han circulado diversas recomendaciones ciudadanas para hacer frente a la inseguridad: 1.- Formar grupos de vecinos, vía WhatsApp principalmente; la idea es avisar cuando observen algún movimiento sospechoso de alguien merodeando la vecindad, o avisar cuando alguien es víctima de algún delito, describiendo al delincuente. 2.- Tomar foto de quien entre en una casa, o de los invasores. 3.- Tener la seguridad de donde vive la persona a emplear y quienes son sus familiares. 4.- Avisar que si se pierde algo en la casa o invade, se difundiría la noticia y su foto en redes sociales. 5.- No exponerse individualmente, avisar si hay delito, evaluar la situación y decidir como y a quien reportarlo. 6.- En asamblea de ejido acordar el ingreso de la guardia nacional para parar robos o invasiones.
Sin duda, los delitos han incrementado; duele mucho perder el fruto del pesado y largo trabajo, el esfuerzo por haber adquirido algún bien, incluso los recursos naturales dentro de los trabajaderos, etc., en manos de delincuentes. Si no se pone un alto, la violencia puede escalar demasiado. El asesinato reciente de dos estudiantes de la Esperanza, en José Ma. Morelos, para robarlos, es una evidencia de lo anterior. Las autoridades deben tomar nota y actuar eficazmente.
Ahora que estamos cerca de “la nueva normalidad” no deberíamos llegar a la opción que mencionan algunas víctimas: justicia por propias manos.