Francisco J. Rosado May
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Hace unos 10 mil años inició lo que conocemos como agricultura. Con ello también la sedentarización de las poblaciones humanas dio sus primeros pasos. No fue fácil iniciar la identificación, recolección, siembra, cuidado, cosecha, su transformación en alimento, y repetir de nuevo el ciclo aplicando el aprendizaje logrado e incorporando lenta pero seguramente innovaciones hasta lograr la diversidad de fuentes de proteínas, carbohidratos, vitaminas, medicinas, en la forma de alimentos, frutas, raíces, verduras y animales domesticados. Hoy, esa diversidad de opciones alimenticias prevalece, algunas más dominantes (trigo, arroz, maíz) que otras (quelites). Hoy algunas variedades ya son patentadas sin beneficio para las comunidades que hicieron el proceso de domesticación.
Lo anterior se llevó a cabo en diversos puntos de nuestro planeta, con las adaptaciones necesarias al clima, suelo, altura, vegetación y, por supuesto, la cultura. El argumento de que la mujer es considerada como la figura más importante en la creación de la agricultura ha prevalecido en todas las investigaciones. El argumento de presencia indígena en el 100% de los puntos de origen de la agricultura –Mesoamérica, los Andes, Mediterráneo, Abisinia o NE de África, Medio Oriente, Asia, especialmente en India, China, y la región hoy conocida como Afganistán y Pakistán–, no es aceptado completamente, depende de la definición del concepto de indígena. En América no hay duda, la agricultura tuvo su origen en los pueblos indígenas.
Con el paso del tiempo y por la influencia de la parte “cultura”, la agricultura, tomó diversos caminos. De acuerdo con la ciencia, una de las formas de producción de alimentos, conocida hoy como agricultura convencional, es de las causas principales del calentamiento global, erosión y salinización del suelo, pérdida de biodiversidad, causa de diversas enfermedades en población humana y de otras especies, muerte de especies benéficas como las abejas, contaminación del aire y de cuerpos de agua. La “cultura” que permitió el desarrollo de la revolución verde, de la mecanización, del uso de pesticidas herbicidas y fertilizantes, de organismos genéticamente modificados, diseñados para reducir el trabajo humano, para alimentar a la población creciente de humanos (que no se ha podido lograr no por la falta de producción sino por el uso y distribución del alimento), está teniendo problemas y muy serios.
En este contexto de grandes problemas globales, para todo el planeta y sus habitantes, las Naciones Unidas han decidido llevar a cabo una Cumbre Mundial de Sistemas Alimentarios en septiembre de este 2021. El 8 y 9 de julio se llevó a cabo una discusión entre científicos donde se confirmó los problemas antes mencionados que tiene la agricultura convencional. A finales de julio habrá una pre-cumbre.
El reto es enorme, hay muchos intereses en juego, especialmente de tipo económico y político. La ciencia señala que estamos muy cerca del umbral de no retorno en muchos de los parámetros antes mencionados. El reto es para todas las culturas, indígenas y no indígenas; para hombres, mujeres, niños y adultos mayores; para personas morenas, negras o blancas; y también para la ciencia y para otras formas de construcción de conocimiento que hay en el mundo.
Hay que hacer algo y pronto. Pero, debe ser algo sensible, con sentido, con fuerte sustento social y académico, con voluntad política y con compromiso medible de los gobiernos. Las siguientes entregas abordarán alternativas de solución.