Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Los datos de CONEVAL sobre Quintana Roo son contundentes: pobreza arriba del 50%, pobreza extrema alrededor del 15%, población con grandes dificultades de acceso a alimentación, más del 25%. Algo hay que hacer y hacerlo bien y pronto.
Pero no hay que inventar el hilo negro. Hay bastante experiencias y personas con experiencia y formación adecuada para generar ideas viables; y hay un nuevo gobierno que muestra interés por abordar a fondo los grandes retos del estado.
En materia alimentaria la estrategia puede iniciar descansando en uno de los derechos humanos universales: el acceso a alimentación. Esto implica, por ejemplo, ofrecer despensas, pero sería un error no visualizar más allá. Una vez que se ha atendido el derecho a la alimentación, es importante trabajar para asegurar la producción y hacerlo lo más posible sin los efectos negativos de la agricultura convencional (contaminación). El paso siguiente, sin descuidar la seguridad alimentaria y la nutrición, es establecer y apoyar espacios donde puede haber soberanía alimentaria.
La propuesta no es nueva. Lo han implementado otros países con diversos resultados. Por ejemplo, en los primeros periodos de Lula se estableció un programa que adquirió notoriedad internacional, se llamó Agencia de Seguridad Alimentaria, hasta que la mala política empezó a afectarlo. Esta Agencia tuvo cambios sustanciales en el periodo de Bolsonaro que condujeron otra vez al alza el porcentaje de población con hambre; destaca la supresión del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, así como la Agenda Nacional.
En este contexto, es recomendable tener en el radar a la FAO, sus metodologías y expertos, para obtener entrenamientos, intercambios de opinión, e incluso financiamientos. Por ejemplo, la FAO tiene un selecto grupo de estadísticas y personas altamente entrenadas para monitorear, medir, analizar y recomendar acciones en la medición de la inseguridad alimentaria (https://www.fao.org/3/bl354s/bl354s.pdf). Si bien esta metodología se ha probado en diferentes países y circunstancias, siempre hay espacio para innovación y, sobre todo, para ofrecer datos sólidos a organismos de toma de decisiones en política pública. El director Carlo Cafiero así lo reconoce y admite que la metodología del CONEVAL es muy buena.
FAO también tiene una metodología que se llama TAPE, sirve para medir el desempeño agroecológico de sistemas de producción (https://www.fao.org/agroecology/tools-tape/es/), basado en los 10 principios que, de acuerdo con FAO, debe tener cualquier sistema que se diga agroecológico (https://www.fao.org/3/i9037en/i9037en.pdf): diversidad, sinergias, co-creación de conocimiento, resiliencia, cultura y tradiciones alimentarias, economía circular y solidaria, reciclaje, eficiencia, valores sociales y humanos (equidad de género), y gobernanza responsable.
Con base en metodologías como las antes descritas, la FAO publica anualmente el Estado de Seguridad Alimentaria y Nutrición en el mundo (https://www.fao.org/publications/sofi/2022/es/), la cual invita a gobiernos a generar propuestas que permitan atender los indicadores que se presentaron al principio de esta entrega. Varios académicos ya han hecho la propuesta de un programa estatal de agroecología que incluya investigación y formación de recursos humanos desde nivel campesino hasta doctorado, solo falta esperar la propuesta del gobierno que, con base en el aprendizaje internacional, debe articular la sociedad y la academia para combatir el hambre.
Es cuanto.