Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Diversos medios, nacionales y estatales, han reportado que los planteles de educación media superior están aplicando la evaluación para nuevo ingreso. Pronto los planteles de educación superior también lo harán.
Padres de familia, estudiantes y conocedores del tema se preguntan ¿Qué objeto tiene hacer esa evaluación de ingreso sabiendo que por año y medio los estudiantes no tuvieron las condiciones adecuadas para alcanzar el conocimiento que deberían tener para obtener un puntaje adecuado y ser admitidos en el plantel de su elección? ¿Se usará el mismo instrumento que años pasados o fue elaborado ad hoc para tiempo del COVID-19? ¿Los planteles mantendrán los mismos criterios y puntaje para determinar quien ingresa y quien no, o los modificarán?
Son preguntas válidas y lógicas. ¿Quién tiene la respuesta? ¿Se hará pública esa explicación? ¿Es necesario tener respuestas a esas preguntas? Sin respuestas concretas y oficiales solo es posible dibujar escenarios y hacer propuestas.
La aplicación del EXANI I (medio superior), II (superior) ó III (posgrado) del CENEVAL puede permitirnos hacer un diagnóstico real del impacto de la pandemia en el aprovechamiento académico y diseñar estrategias de remediación. Esto funcionaría si, y solo si, 1) todos los estudiantes toman esa evaluación, 2) los resultados se comparten con los profesores, 3) en las instituciones existe el liderazgo, visión suficientemente de calidad que permita diseñar un proceso de remediación y seguimiento, y, 4) eventualmente, contar con el recurso financiero mínimo para lograrlo. La falta de alguno de éstos 4 elementos haría pensar que la decisión de aplicar la evaluación de ingreso 2021 no formó parte de un plan estratégico bien elaborado.
El plan de remediación debe descansar totalmente en garantizar la calidad educativa. ¿Quién se beneficia con el egreso de profesionistas, de cualquier nivel, con mala formación? Por supuesto que se benefician quienes emplean con bajos salarios y quienes sí tienen buena formación porque no tendrían competencia para ocupar las mejores posiciones laborales. Si la economía actual no alcanza para ofrecer empleos en algún nivel de gobierno y no hay tanta oferta de empleo en la iniciativa privada, ¿tendrán los egresados la formación adecuada para crear sus propios empleos?
Por cualquier lado que se vea, la situación es bastante complicada. Por un lado, hay que reconocer muchísimo el esfuerzo que hicieron estudiantes y profesores durante la pandemia. Nos agarró por sorpresa, casi sin entrenamiento para ninguno y sin equipamiento para muchos. Y sin embargo dimos nuestro mejor esfuerzo.
Por eso es necesario e indispensable entender procesos. Por ejemplo, identificar el potencial que tienen los profesores y estudiantes, y generar las condiciones para impulsarlos. Identificar también la simulación, en ambos, y desincentivarla. Identificar la inexperiencia y mal liderazgo y también desincentivarlo. Crear condiciones para generar y desarrollar esquemas de innovación pedagógica, ad hoc para diferentes contextos, niveles educativos y cursos. Alguna política de homogeneización sería fatal para el proceso.
¿Agresivo?, puede ser, pero es más agresivo un futuro sin futuro. Con experiencia, ingenio y buen liderazgo, habrá formas de salir adelante. Necesitamos pensar que sí contamos con esos ingredientes, pero hay que estar atentos. El futuro profesional de los jóvenes está en juego, pero mucho más está en juego el desarrollo y crecimiento adecuado de nuestro país.