Francisco J. Rosado-May
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Mucho se ha escrito y hablado sobre el plagio de tesis de licenciatura que involucró a una ministra de la Suprema Corte de Justicia, a su directora de tesis, a otro egresado y a la UNAM. Sin embargo, muy poco análisis se ha hecho sobre el contexto académico contemporáneo.
Muchos defienden que la tesis es la validación o no de una hipótesis; no necesariamente. La palabra se origina del latín Thesis que significa “proposición u opinión”. Friedich Heguel (1770-1831) retomó lo anterior como base para su “pensamiento dialéctico” que incluyó los componentes tesis, antítesis y síntesis para explicar la creación de conocimiento.
Por muchos años la tesis fue considerada como una forma de titulación que otorgaba prestigio a quien lo presentaba. No sería vano pensar que, por la estructura de muchísimas tesis, su elaboración también complementó la información disponible en una biblioteca, sobre un tema específico. Las tesis suplieron la falta de presupuesto para la compra de libros.
Si a lo anterior se suma un sistema que presiona demasiado a los académicos para juntar puntos que les conduzcan a compensaciones, promociones, o estímulos, y la tesis es uno de los instrumentos, por supuesto que la cantidad va a dominar sobre la calidad y por ende se incrementa la probabilidad de salir de las fronteras de la legalidad y/o la ética.
La misma UNAM ha publicado resultados de entrevistas donde se capta la percepción sobre plagio tanto por estudiantes como por académicos (http://www.eticaacademica.unam.mx/encuestas.pdf). Los datos de 2013 son impactantes; el 52% considera que hay plagio en tesis o tesina de licenciatura o posgrado; un promedio del 48% considera que hay plagio en publicaciones de divulgación y en revistas especializadas. ¿Se está normalizando aceptar el plagio?
Lo anterior y los cambios en tecnología y actitudes de los jóvenes, explican por qué la tesis ya no es la principal forma de titulación en la UNAM. Laura Toribio publicó la semana pasada un trabajo en Excélsior mostrando que la tesis ya es la 3ª o 4ª opción de titulación en la UNAM.
Las dos tendencias que implica la información anterior no son halagüeñas. Por un lado, la normalización del plagio le da la razón al filósofo Paul Feyerabend (1924-1994), ex profesor de la Universidad de California en Berkeley, quien sostuvo que el conocimiento científico no es el resultado de un proceso ordenado y ético, como se debe esperar de los académicos, sino que emerge del anarquismo. Cuando una institución no tiene sólido respaldo ético, su presencia a nivel internacional en materia de calidad de investigación se ve manchada.
Por otro lado, el mal prestigio de las tesis aleja a los jóvenes de la investigación. ¿Cómo puede un país así contar con buenos y suficientes científicos para su futuro?
No sería mala idea aprovechar la situación de plagio que atrajo la atención nacional e internacional para que, en las instituciones educativas, de todos tamaños y lugares, se discuta, analice y diseñen formas eficaces de titulación sin simulaciones y sin poner en riesgo ni la calidad ni la ética en la creación de conocimiento que tanto necesita el país. ¿Lo están haciendo? El reto es enorme, se requiere de personas en puestos claves que tengan no solo la formación política del momento, sino que al menos tengan la apertura para escuchar a expertos y, especialmente, que los puestos de dirigencia en las instituciones sean ocupados por personas capaces, conocedoras e innovadoras. No hay mejor manera para construir el futuro que deseamos y merecemos.
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