Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Mañana 29 de mayo es el último día de proselitismo en todas las campañas para quienes aspiran a un cargo de elección popular. En 5 días estaremos depositando nuestro voto en las urnas. Previamente tendremos 3 días de supuesto silencio político, de veda electoral, diseñado para meditar y decantar el bombardeo de promesas de uno y otro lado.
Como parte del proceso electoral, en Quintana Roo fuimos testigos de algo nuevo, aunque no inédito. Se organizaron debates entre los contendientes a un cargo popular. No todos los candidatos o candidatas participaron, pero quedó un antecedente importante que necesita discutirse, analizarse y, esperemos, mejorarse.
Los debates sirven para varias cosas, no solo para atacar y recibir ataques, sino para conocer la personalidad de los participantes, transmitir sus ideas originales más allá de la mercadotecnia, saber de su capacidad para articular ideas y del manejo del tiempo, entre otros. El lenguaje corporal, incluyendo el facial, habla mucho de la persona. ¿Qué tanto influye el debate y lo que conlleva en la decisión de quien va a votar? No hay datos significativos en el estado de Q. Roo.
Si los debates no fueran importantes, no se impulsarían en tantos países. Lo son. Se sabe que son relevantes en el proceso de comunicación política (ver artículo de Vázquez Muñoz publicado en la revista Justicia Electoral núm. 19, páginas 59-86, en 2017). La imagen de una persona con buena formación, que busca un cargo público, transmitirá confianza en el electorado y motivará la participación en la votación. Eso se comunica a través de los debates porque en los mítines no se logra contrastar a las personalidades de los contendientes como sí se hace en un debate.
De ahí la importancia de que se haya implementado los debates en el estado, pero también de ahí la importancia de que su organización sea de forma tal que se lleven a cabo exitosamente. De acuerdo con Wikipedia, el debate es la discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses; en el caso que nos ocupa se trata de opiniones e intereses políticos.
Debates mal planeados y con formatos rígidos pueden desanimar al electorado o bien un segmento de este puede considerarlos como de nivel adecuado y no permitir que evolucionen. Esto último puede correlacionarse con personalidades que tienen formación pobre, que no les conviene tener un formato dinámico, que aunque sea en forma respetuosa no estén dispuestos a un contraste fuerte de ideas de modo que el electorado pueda distinguir las diferencias entre las opciones para votar.
No es fácil organizar buenos debates, pero tampoco es imposible. Los participantes deben estar abiertos a debatir, con respeto, sobre los temas más importantes que la sociedad considere. Quienes moderan también deben tener una muy alta formación y personalidad, no se trata de seguir un guion rígido, insípido, sin permitir los contrastes. En el debate es normal que “salgan los trapitos al sol”, los participantes deben estar preparados porque es casi indispensable el escrutinio respetuoso de su historial de vida.
Se trata de motivar el voto y de atraer votos para una u otra persona. Se trata de respetar al electorado, ratificar que tiene el poder de decidir. En democracia un solo voto de diferencia marca quien gana y quien no.
Punto y aparte. Aunque un ciudadano vale solo un voto, es un derecho poderoso, no se vale hacer chanchullo. Ganar a la mala es fomentar el subdesarrollo de la sociedad y del país.
¿Cuántos de los y las candidatas en la región Maya de Quintana Roo, conocen como debe ser la lengua y la cultura Maya?
Es cuanto.