Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
¡Niño, no pises el suelo frío!, tus pies están caliente. “Si hubiera hecho caso a mi mamá, ahora no tendría tanto reumatismo cada vez que hay frío”. Expresiones cotidianas que reflejan un conocimiento tradicional.
El concepto de frío y calor se aplica mucho en la medicina tradicional en muchas culturas, no solo la indígena. Es posible que ese conocimiento haya inspirado las investigaciones de los estadounidenses David Julius y Ardem Patapoutian que en 2021 recibieron el premio Nobel en medicina.
El jurado reconoció la contribución de Julious y Patapoutian por “su descubrimiento de los receptores de la temperatura y el tacto” lo que “nos han permitido entender cómo el calor, el frío y la presión pueden generar impulsos nerviosos que nos permiten percibir el mundo a nuestro alrededor y adaptarnos a él”.
Con esta información se desarrollan aplicaciones para el tratamiento del dolor y muchas otras enfermedades.
2015, la china Youyou Tu obtiene el premio Nobel en medicina por sus investigaciones sobre la cura de la malaria. Inspirada en la medicina tradicional de su país, China, demostró que la planta artemisa (Artemisia annua) es eficaz porque tiene una sustancia llamada artemisinina. Su descubrimiento es uno de los más importantes en medicina tropical en el siglo XX. La artemisa se usa en México, en Asia, África y Latinoamérica para tratar el paludismo.
1969, Gell-Man Murray recibió el premio Nobel en Física por haber descubierto el quark, partícula de materia que permite la formación de protones y neutrones, componentes del núcleo de un átomo. El quark se descubrió en medio de la discusión de la teoría del Big Bang, para explicar el origen del universo, y de los agujeros negros.
Si no se detecta materia, como la conocemos, dentro del agujero negro, ¿podría haber algún otro tipo de partícula más pequeña que los componentes del átomo?
Esta pregunta fue inspirada, según el propio Gell-Mann, por sus conocimientos de la cultura Maya de Belice. Aprendió que hay un único ser vivo, el jaguar –y sus manchas– capaz de moverse a voluntad entre el inframundo, el mundo y el supramundo.
Las manchas del jaguar hicieron pensar a Gell-Mann que debería haber partículas más pequeñas que los tres componentes del átomo; con esa inspiración condujo sus investigaciones en esa dirección y demostró la existencia del quark.
Hoy no solo tenemos un mejor entendimiento del origen del universo, del comportamiento de la materia, del extraordinario avance de la física cuántica, sino que también tenemos la nano-tecnología que ha hecho posible la revolución digital y lo que viene en el futuro cercano. Vale la pena leer el libro “El quark y el jaguar” donde Gell-Man narra la relación entre sus investigaciones y sus aprendizajes de la cultura Maya.
¿Cuántos conocimientos tradicionales tenemos y que esperan mentes brillantes para recibir premios Nobel? Son tan cotidianos que no los apreciamos en su real dimensión.
Necesitamos el apoyo a un sistema de educación e investigación que nos permita a los mexicanos obtener los reconocimientos científicos estudiando nuestros saberes tradicionales. Es el mejor camino para salir de subdesarrollo.
Es cuanto.