Francisco J. Rosado May
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Hace unos días hubo otro aniversario de la llegada de Colón al continente americano. Las notas fueron diversas, como el cuestionamiento a conceptos como “descubrimiento de América”, “día de la hispanidad”, “encuentro entre dos mundos”, o el nuevo “día de la nación pluricultural” según el Decreto del 18 de diciembre de 2020. Por cierto, Bolivia se considera un estado Plurinacional.
Cada 12 de octubre el tema Indígena se retoma, en esta ocasión el número de publicaciones fue notablemente menor que el de otros años. ¿Cómo están hoy los Pueblos Indígenas, en México y en el continente a 531 años de la llegada de Colón? ¿A quién o quiénes le corresponde responder?
Independientemente de la respuesta, el contexto continental y planetario no es muy halagüeño. Richardson y colaboradores publicaron el 13 de septiembre pasado, en Science Advances, una noticia que debe preocupar a todos: de los 9 macro indicadores que se establecieron a nivel mundial para monitorear logros o fracasos de políticas y acciones sobre el cambio climático, la humanidad ya ha rebasado los límites permitidos de 6 de ellos. Diversos medios internacionales publicaron el 29 de julio que el Secretario General de la ONU (Guterrez), adelantándose a la publicación antes mencionada, usó el término “hervidero global” en vez de “calentamiento global” que es el que se había usado antes. Y todo porque los límites de tolerancia establecidos internacionalmente no fueron atendidos adecuadamente por varios países.
La agricultura convencional, que emite alrededor del 35% de los gases de efecto invernadero y explica más del 80% de la pérdida de biodiversidad en el planeta, está buscando alternativas viables. Por otro lado, la agricultura tradicional, practicada por los indígenas, aún tiene varios elementos de sostenibilidad y productividad que habían sido despreciados. También se sabe que en territorios de pueblos indígenas la conservación de la biodiversidad es más del 80% comparado con otros territorios donde incluso la velocidad de pérdida de biodiversidad es alarmante. Sin duda, el sistema alimentario Indígena juega un papel importante.
Es decir, los pueblos indígenas tienen conocimiento probado por siglos y pueden aportar elementos significativos en el proceso de transformación de la agricultura convencional y de otros sistemas como el de salud, gobernanza, tejido social, etc.
Todo lo anterior es una gran parte de la razón por la que el 8 de septiembre pasado, la revista Nature, una de las más leídas en el mundo científico y gubernamental, publicó un artículo de J. Tolleffon donde anuncia que la Fundación Nacional de Ciencias, de Estados Unidos, ha creado un Centro que tiene como objetivo la co-creación de conocimiento donde participen, en igualdad de condiciones, personas formadas en ciencias (diferentes campos) y personas que crean conocimiento con formas locales, indígenas, no considerados (hasta ahora) como ciencia Center for Brainding Indigenous Knowledges and Sciences, CBIKS). Para este objetivo se han destinado 120 millones de dólares, con 13 universidades líderes, donde destacan las de Maine, California en Santa Cruz, Washington, y Nueva York, asñi como 57 comunidades indígenas. Y esto es solo el comienzo de un movimiento mundial en la misma dirección.
Dos reflexiones son obligatorias ante la noticia antes mencionada. La primera, lamentablemente la iniciativa de co-crear en forma intercultural conocimiento para atender problemas globales NO nació de un país como México o Bolivia, pero ojalá lo impulsen sin politiquerías, y se sumen otras naciones. La segunda, es posible que tengamos una oleada de investigadores de América del norte buscando conocer mejor la cultura y conocimientos ancestrales; debemos prepararnos, buscar el equilibrio entre protección de información sensible y co-creación con equidad y respeto cultural junto con la necesidad de resolver problemas globales que afectan localmente.
Es cuanto.