Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Las noticias de la semana pasada nos hicieron saber de la inundación en Libia, el terremoto en Marruecos, los incendios en Australia. Ya habíamos oído de los incendios en Canadá y Grecia, e inundaciones en Hong Kong, Grecia, Turquía, Bulgaria y España. La guerra en Ucrania continúa con bombardeos en los sitios de almacenamiento de granos y problemas en el traslado de estos. Por si no fuese suficiente, la revista Science Advances, núm. 9, publicó el 13 de septiembre un artículo de K. Richardson con otros 28 autores, ofreciendo evidencia de que nuestro planeta ya rebasó los límites aceptables de 6 de los 9 indicadores establecidos internacionalmente, lo que significa que como humanidad ya no tenemos un espacio seguro. Los únicos 3 indicadores aún en buen estado son: el desgaste del ozono en la estratósfera, la disminución significativa de aerosoles en la atmósfera y la acidificación de los océanos. Hoy la ONU ya no habla de calentamiento global sino de hervidero global por el incremento alarmante de la temperatura en el planeta.
Además de los daños físicos y humanos, lo anterior no solo afecta enorme y negativamente a los sistemas alimentarios en todo el planeta, sino que el diseño y manejo de algunos de ellos afectan a nuestro bienestar. He ahí la importancia de discutir y encontrar formas no solo de cómo transformarlos para evitar que sigan impactando, por ejemplo, a la biodiversidad y cambio climático, sino que formen parte de la estrategia de mitigación y restauración de la salud del planeta.
Lo anterior es el contexto de una reunión muy importante que se llevó a cabo del 11 al 13 de septiembre en la FAO, Roma. El tema: La interfase entre conocimiento científico y política pública como elemento crítico en la toma de decisiones que afectan a los sistemas alimentarios en el mundo.
Al analizar el resultado de programas y acciones que se derivan de políticas públicas en diferentes niveles de gobierno, es posible encontrar que no siempre las políticas públicas tienen el sustento adecuado en conocimiento sólido. Por ejemplo, podemos tener una política pública dirigida a la seguridad alimentaria y se hace la inversión. Al paso de un tiempo razonable se puede notar si la inversión tuvo los resultados deseados o no. Cuando los resultados son positivos lo más probable es que las decisiones de aplicación de la política pública descansaron en sólidos conocimientos; incluso en el proceso se tomó en cuenta la opinión y participación de personas con experiencia y siempre existió la posibilidad de recibir aportaciones científicas del sector académico. Cuando los resultados no son los esperados, es muy alta la probabilidad de que o bien la política pública no tuvo el respaldo adecuado de conocimiento, o bien quienes tomaron la decisión final no respetaron la política pública o no sustentaron su decisión en conocimiento adecuado ni sólido o bien el sector académico no pudo aportar el conocimiento necesario por no haber recibido respaldo antes para desarrollar investigación necesaria y suficiente, o bien la articulación entre los actores no se construyó o no se hizo en forma adecuada.
Lo anterior identifica que son varios los factores que forman parte de la interfase no solo entre política pública y conocimiento/ciencia sino también entre ambos y quienes toman la decisión final. Esto es lo que busca entender y estudiar un grupo cada vez más numeroso de personas interesadas en una mayor eficiencia en el proceso que resulta de la interfase entre conocimiento/ciencia, política pública y toma de decisiones, lo cual incluye a académicos y no científicos pero sólidos conocedores del tema, organizaciones de la sociedad civil y organismos nacionales e internacionales.
Afortunadamente en México no hemos tenido alguna tragedia como las que se mencionan en el primer párrafo, después del Covid-19. Pero no podemos confiarnos, más vale estar preparados.
El resultado de la interfase entre ciencia/conocimiento, política pública y toma de decisiones marca la diferencia entre buen o mal desarrollo en un país o región.
Es cuanto.