Francisco J. Rosado May
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La campaña para la Presidencia Municipal se estaba organizando. Quien tenía la intención de salir con el triunfo en las elecciones hacía lo posible por formar su equipo de trabajo, tarea nada fácil para todas las personas con la misma intención, independientemente del partido político que los nominó.
“Necesitamos recursos para mover personas, vehículos, y son muchas las personas y las necesidades” señalaba uno de los entusiastas del equipo inicial. El trabajo apenas iniciaba. Con pocos recursos oficiales las personas que compitieron para la Presidencia Municipal no tuvieron mas remedio que acudir a la vieja fórmula: atraer colaboradores con el incentivo de un posible empleo en su administración.
¿Porqué estás colaborando en la campaña con tanto entusiasmo?, preguntaron a una de las personas involucradas en la organización y logística de la campaña, “porque tengo la promesa de ocupar una dirección en la nueva administración”. La pregunta, palabras más, palabras menos, se hizo a otras personas con diferentes funciones en la campaña: activistas, porristas, encuestadores, etc. La respuesta era similar, no siempre con la palabra “dirección”, pero sí con la expectativa de obtener un empleo, sea como secretaria, policía, servicios generales, etc. Otras personas, muy pocas, respondieron que lo hacían porque formaban parte de la planilla para el cabildo que presidiría su candidato/a.
La anterior narración es imaginaria pero no ajena a la realidad. En unas pocas semanas, el 30 de septiembre, toman posesión las personas que resultaron electas para la presidencia municipal 2021-2024 en cada uno de los 11 municipios de Quintana Roo. En esa fecha, como cada 3 años en Quintana Roo, unos dejan su trabajo en el Ayuntamiento y otros nuevos entran. Es parte del ritual, es parte del juego electoral, es parte de nuestro sistema político. Se ha llevado a cabo por muchos, demasiados, años.
La historia nos señala que aun cuando en el pasado la sucesión de un ciclo a otro en una presidencia municipal, transmitiendo el cargo a una representación del mismo partido político, el mismo ritual descrito antes se llevaba a cabo. Con la alternancia de partidos que hemos atestiguado en años anteriores, el ritual se acentúa mucho más. Es cierto, las reglas del juego han cambiado, por primera vez hubo la posibilidad de una reelección, pero durante las campañas la situación antes descrita se repitió.
Sabiendo que en todo nuevo reto de trabajo hay una curva de aprendizaje, una pregunta que surge en el proceso de encontrar un equipo de trabajo para un candidato/a es ¿se privilegia la experiencia y área de formación al seleccionar a los integrantes del equipo que eventualmente tome posesión de los cargos y toma de decisiones en el ayuntamiento? Con base en el desarrollo de cada municipio, la respuesta es diversa. Aquellos municipios que cuentan con suficientes personas con formación y experiencia en cada área que requiere el Ayuntamiento y que están dispuestos a participar en el proceso de elección, tienen mayor probabilidad de tener una curva de aprendizaje rápida; aquellos municipios que no tienen ese recurso humano tienen una curva de aprendizaje lenta y, coincidentemente son los considerados con mayor retraso.
¿En que medida el ritual de campaña explica el atraso, subdesarrollo, de varios ayuntamientos? ¿Qué cambios deben hacerse para salir de ese círculo vicioso?
Mientras tanto, también como en cada fin de trienio municipal, en algunos ayuntamientos seremos testigos de problemas laborales, de manifestaciones, de falta de pagos, etc.
Es cuanto.·.