Por: Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Quizá desde la media noche del 2 de junio se cuente con suficiente información y ya sepamos los mexicanos quien ocupará la presidencia de la república. Lo más probable es que tengamos que esperar hasta el 3 de junio para saber la tendencia del resultado.
Aun cuando la participación, como se espera, sea copiosa, alrededor del 65% del padrón electoral, solo habrá dos posibles escenarios. El primero es que la votación sea por mucho a favor de una candidatura; el segundo es que la polarización de la cual se habla en diversos medios también se refleje en la votación y la diferencia entre el primer y segundo lugar sea por un número pequeño de votos, entonces tendríamos que esperar más tiempo para saber el resultado final porque se tiene de desahogar las demandas que presenten los contendientes.
Las autoridades están obligadas a conducir un proceso limpio, transparente. Solo así se podrá evitar profundizar la polarización al grado que se genere y generalice más violencia de la que ya tenemos. México merece cerrar heridas, buscar consensos y la correcta aplicación de la ley. México merece posicionarse mucho mejor nacional e internacionalmente. El proceso limpio y transparente de las autoridades electorales necesitará de la madurez y profesionalismo de los actores que contendieron.
En estos días de reflexión, previo a la votación, seguirán saliendo diversos análisis del proceso electoral. Unos, como el de Integralia, se enfocan a identificar los desafíos para llegar a la votación el 2 de junio. como la publicación de encuestas y filtración en redes sociales durante la veda; el activismo del crimen organizado que puede obstruir o alterar la votación; temen más eventos violentos; fallos en el PREP; o que algunos candidatos hagan declaraciones prematuras de triunfo, lo cual puede conducir a conflictos pos-electorales. Otros analistas usarán sus plumas para ofrecer explicaciones del triunfo de una u otra candidata/o
Si gana la candidata oficial sin duda se dirá que lo hizo gracias al derroche de recursos, al apoyo oficial, a los programas sociales, entre otros argumentos.
Si gana la candidata de oposición sin duda se dirá que fue gracias al descontento que la población votante tiene sobre los resultados, o falta de estos, por parte del gobierno en turno.
Si gana la candidata oficial estaría validando las encuestas difundidas a su favor, aunque seguramente con valores diferentes. Si gana la candidata de oposición no solo estaría poniendo en aprietos a las empresas encuestadoras, sino que estaría obligando a que se ofrezcan explicaciones sobre porqué fallaron las encuestas. En este sentido no basta la explicación del hartazgo por un gobierno que no satisfizo las expectativas de la mayoría del electorado, tampoco basta la explicación de que muchos votantes dieron información no real a los encuestadores. Hay una razón oculta, se llama el efecto bumerang de encuestas, que puede otorgar una amplia ventaja a quien va atrás. Para no pocos de los que forman parte del grupo mayoritario, el hecho de estar conscientes de que tienen una enorme ventaja en las encuestas, les da la tranquilidad de decidir votar por alguien más, sabiendo que quizá su voto no otorgado a quien se supone que lleva esa gran ventaja, no podría tener un efecto significativo. Al acumularse un número grande de votantes que tengan esta reacción sicológica, lógica, puede contradecir el resultado que predicen las encuestas.
Ahora imaginemos la suma de factores de uno u otro lado. La moneda está en el aire. Hay que esperar el 3 de junio.
Es cuanto.