Por: Fabián G. Herrera Manzanilla
He abordado en ocasiones anteriores, la arquitectura vinculada al momento fundacional de Ciudad Chetumal, que fue la de madera y láminas de zinc estilo “anglo-caribeño”, influenciada por la proximidad con la entonces colonia de Honduras Británica hoy país de Belice, pues cuando mexicanos que huyeron de distintas ciudades y pueblos al estallar la Guerra de Castas en Julio de 1847, cruzaron el Río Hondo, para refugiarse en la lado inglés, para salvaguardar su vida y la de sus seres queridos, dejando todo en el más amplio sentido de la palabra, en manos de los insurrectos y rebeldes de la Cruz Parlante, quienes controlaban prácticamente toda la parte oriental de la Península de Yucatán, desde Tulum hasta Bacalar y el estratégico Estero de Chac.
Pero cuando ellos decidieron regresar a su patria tras el arribo del “Pontón Chetumal”, al mando del insigne marino Tomás Othón Pompeyo Blanco Núñez de Cáceres y sus 12 tripulantes, que ancló en la bocana del Hondo una tarde del 22 de Enero de 1898, trajeron en su bagaje ese sincretismo cultural reflejado en muchos aspectos en la que sería a partir del 5 de Mayo de 1898, una nueva ciudad fronteriza mexicana en el sureste del país, que con el paso del tiempo fue consolidándose gracias a la tenacidad y amor al terruño de sus primeros moradores, así como a lo mucho cuatro Gobernadores del Territorio, antes de convertirnos en Estado Libre y Soberano.
Sin lugar a duda, era una arquitectura que le daba un toque pintoresco a la antigua Payo Obispo como se llamó hasta 1937 a Ciudad Chetumal, incipiente pero única y atractiva, debido a la orilla de la hermosa rada donde nuestro fundador decidió hace 125 años naciera y con el tiempo fuera expandiéndose como toda ciudad lo experimenta en su proceso de formación histórico.
Eran casas algunas muy hermosas, algunas de dos plantas y otras de un nivel, levantadas sobre pilotes según la zona donde se encontraban y para evitar algún animal u otro ser salvaje de la naturaleza invadiera las viviendas, igual las había con techo de palma de huano, recubiertas de varas o paredes de tasiste protegidas por sascab. En fin, de acuerdo a la situación socioeconómica de cada familia y habitante, era su casa habitación y las negociaciones mercantiles de todo tipo, incluyendo los edificios que albergaban a las autoridades del gobierno territorial, escuelas, cines, teatros, en pocas palabras, nada escapó a esa hermosa arquitectura que aún se resiste a desaparecer.
Ciertamente eran muy hermosas, pero como tenían su lado vulnerable, en las épocas de ciclones y huracanes, pues es un material muy endeble según la intensidad de los vientos de esos fatídicos viajeros que cada año amenazan con impactar a la península yucateca, porque dada su ubicación geográfica somo una ruta ineludible de alguno de ellos. Y no podemos olvidar, lo frágiles que son ante algunos siniestros como uno que está registrado en la memoria histórica quintanarroense, el cual, reseño brevemente, para entender cómo eran sofocados los mismos en aquellos años lozanos de la capital.
Ese incendio redujo a cenizas el “Hotel México” propiedad de la familia Pérez Garrido, ocasionado por una posible venganza ordenada por el entonces gobernador del Territorio, el general Gabriel Guevara Orihuela, debido a las fricciones políticas que Pedro Pérez Garrido incansable luchador social tuvo con ese y otros gobernantes.
Lo que sería una amenaza o susto, terminó consumiendo todas las casas de madera situadas en el tramo de la Avenida de los Héroes entre las arterias 22 de Marzo hoy Carmen Ochoa de Merino y Othón P. Blanco hasta la esquina donde se encontraba la propiedad de Don Juan Erlindo Erales; los habitantes se alarmaron ante el resplandor en la parte oriente del primer cuadro citadino y los gritos de los que habían acudido para sofocar ese incendio para evitar que se convirtiera en una tragedia mayor ante el peligro de propagarse hasta la única estación de gasolina de Don José Guadalupe Aguilar Carrasco; otros por su parte rociaban agua a las paredes de sus casas de madera y techos de palma de huano como prevención; ese fue el final de ese emblemático y uno de los primeros establecimientos de hospedaje en la ciudad y nuestro solar, de dos plantas que ofrecía a los visitantes servicio de restaurante en el primer piso con planta de luz propia hasta la infausta noche del 20 de Agosto de 1943.
Todo cambiaría hasta el 24 de Noviembre de 1977 cuando el H. Cuerpo de Bomberos de la capital, entró en funcionamiento al igual que el edificio actual, siendo inaugurado por el licenciado Jesús Martínez Ross y Mariano Angulo Basto, primer Gobernador Constitucional del Estado y Presidente Municipal, respectivamente.
Dos pipas de agua, un carro bomba y una camioneta, así como ocho elementos, conformaron en su inicio esta heroica agrupación. Víctor Hernández Soto, Eduardo Martínez Bellos, Luis Ariel Aguilar, Raúl Zapata Flota, José Luis Mayo Gasca, Gabriel Villamil Pérez, Fredy Ceballos, y Carlos Oliva Palma, pasarían a la historia como los primeros bomberos de Ciudad Chetumal.
Durante la administración municipal de Hernán Pastrana Pastrana, se logra consolidar como tal, mediante cursos de capacitación, uniformes, equipamiento, mejoras al edificio, etc., incrementándose el número de elementos a veinte.
Las dos ocasiones que Eduardo Espinosa Abuxapqui, ha estado al frente del gobierno municipal othonense, demostró mucho interés también por seguir profesionalizando y fortalecer más al H. Cuerpo de Bomberos y dotarlo de equipo de vanguardia, así como por instalar nuevas estaciones en la capital en diversos puntos, a fin de reducir los tiempos de atención a las llamadas de auxilio ante el aumento de la población y la expansión urbana.
En la actualidad, existen tres estaciones de bomberos: la ubicada en la Avenida Insurgentes esquina con Juárez, otra en la Calzada del Centenario donde están las instalaciones de la Policía Municipal y la estación situada en la Calle Nicolás Bravo.
Atrás quedaron aquellos siniestros que eran atendidos por la población con cubetas de agua y algunas pipas del gobierno con la intervención también de las fuerzas armadas, como mencioné con el doloso incendio causado al “Hotel México” en 1943.
Por lo que loable sería, rendir no solamente un merecido homenaje a los fundadores del H. Cuerpo de Bomberos y a todos en el Estado, sino también, darles un trato legal acorde a su situación real y desde luego una remuneración económica justa y cursos de capacitación y equipo constantemente, sin olvidar, la urgente necesidad que existe por crear uno en forma en el Municipio de Lázaro Cárdenas, ante los terribles incendios que ahí han acontecido, en ese que también es un destino turístico del Estado.
Mi reconocimiento y felicidades a esos ilustres hombres y mujeres, que arriesgan su vida para salvar la nuestra y los bienes de nuestra propiedad, algo que debemos reconocerles no solamente al conmemorarse su día este mes a punto de fenecer.
Así quedo casi toda esa despues del incendio de 1943, que redujo a cenizas el “Hotel México” y otras casas y negocios comerciales, al oriente de la Avenida de los Héroes entre las calles Othón P. Blanco y 22 de Marzo, hoy Carmen Ochoa de Merino, al centro se aprecia el flamazo que recibió también la emblematica y legendaria “Torre del Reloj”, símbolo e ícono de la capital y que por ignorancia fue demolida a principios de la década de los cincuenta.
Uno de los primeros camiones especializados que fue importado de los Estados Unidos de América.
Hernán Pastrana Pastrana, segundo Presidente Municipal de la comuna capitalina y el licenciado José Irabién Medina, Secretario General de Gobierno, durante una celebración del “Día del Bombero”.
Integrantes fundadores del H. Cuerpo de Bomberos, al fondo los vehículos para atender emergencias y siniestros, así como el edificio actual que aún conserva su diseño arquitectónico original con el que fue inaugurado en 1977.