Por: Carlos Chablé Mendoza
Los presidentes municipales obradoristas de la zona maya no pudieron cumplirle a “la copia”, tuvieron que intervenir operadores externos para hacer acarreos de personas de otros municipios e incluso de Yucatán para dar recibimientos multitudinarios a la candidata presidencial y a los falsos indígenas impuestos como candidatos de Morena.
Sobre esto de la usurpación de candidaturas, originalmente para mayas, por títeres del obradorismo podemos decir que su máximo dirigente López Obrador solo aprovecha los resultados de siglos del colonialismo padecido por los pueblos originarios.
Haciendo un breve recuento recordemos que, en la invasión, conquista y colonia los pueblos indígenas fueron sojuzgados; que en las guerras de independencia, reforma y revolución siempre se quedó a deber a los pueblos indígenas. Por eso, todavía en pleno siglo XXI se habla de “la deuda histórica” que se tiene con los indígenas del país y en este caso con los mayas. Además, a los mayas cruzo’ob de Quintana Roo se les aplicó desde 1901 un castigo implacable por el gobierno mexicano, sufrieron una enorme campaña militar de persecución y exterminio con la que se buscaba poner fin a su rebeldía, su independencia y autonomía logradas con la guerra de castas de 1847.
Luego vinieron los programas de colonización.
Agreguemos a lo anterior aquella etapa en la que padecimos el presidencialismo despótico, las acciones del PRI-Gobierno, cuando fueron respaldados y crecieron solamente los medios masivos al servicio del régimen, un ejemplo es Televisa. Varias generaciones de mexicanos crecieron indigestando la “cultura” difundida por dicha empresa que adormecía conciencias, promovía la bobería y la ignorancia. Fue así uno de los principales sostenes ideológicos del régimen priista.
Pese a ello, gracias a la labor de la izquierda mexicana, la ciudadanía despertó en 1968, 1971, 1988, 1994, 2018. En ese año, uno de sus más visibles lideres alcanzó la presidencia y casi de inmediato abandonó su “honestidad valiente”, su anti-presidencialismo, olvidó sus compromisos como izquierda (porque realmente nunca lo fue) y permite la impunidad, protege a expresidentes y a multimillonarios, hasta se lleva bien con la delincuencia organizada.
Ahora, Morena (como nueva edición del PRI) cosecha frutos.
Con su clientelismo a través de los “programas para el bienestar” y todo lo anterior, vemos que lo que ahora se vive es solamente la continuidad del neoliberalismo, del capitalismo salvaje anti indígena, anti mujeres, anti medio ambiente, el régimen sigue cumpliendo sus compromisos con los oligarcas y hasta son sus mejores aliados en negocios como el tren que destruye el patrimonio biológico y cultural del pueblo maya. De esta manera el obradorismo cumple las ordenes que le da la oligarquía financiera nacional y extranjera, pero necesitan controlar los poderes legislativo y judicial, por eso los ataques a este último, así como a las instituciones ciudadanizadas.
Por eso la imposición de ts’ulo’ob, gente blanca no indígena, en las candidaturas que deben ser para los mayas, o sea, para personas nacidas en comunidades, que dominen la lengua materna (maayat’aan), que pertenezcan a la comunidad y con trayectoria de servicio a la misma y a la organización tradicional.
Nada de esto se cumple y hacen su campaña con candidatos usurpadores, con la aprobación de los organismos electorales, violando normas jurídicas locales, nacionales e internacionales.
El pueblo maya, sus liderazgos y sus organizaciones auténticas, pueden evitar que esto siga ocurriendo. No me vengan con que no actúan contra los ts’ules usurpadores y que votarán a su favor por miedo a perder los apoyos que les proporciona el régimen.
Hay que tenerlo claro: los programas para el bienestar no son regalo, son derechos constitucionales que ningún gobernante puede quitar. Así que todos tenemos la palabra, la libertad de expresarnos y el poder de decisión.