Francisco J. Rosado May
Con la publicación en el Periódico Oficial del Estado (POE), el 24 de marzo de 2022, queda formalmente establecido un cambio sustancial, al menos en papel, para la Universidad de Quintana Roo (Uqroo): su autonomía.
Hace casi 31 años, un 31 de mayo de 1991, gracias al tesón y visión del gobernador Miguel Borge, se publicó el Decreto de Creación de la Uqroo, cristalizando el sueño de todos los Quintanarroenses de contar con una universidad. Q. Roo era el único estado sin universidad pública.
El nacimiento de lo que en esos años se conoció como la Nueva Universidad Mexicana, por su modelo académico, generó expectativas que, en su momento, atrajo la atención nacional porque el modelo de escuelas y facultades que prevalecía, exceptuando la Universidad Autónoma Metropolitana, ya mostraba síntomas de cansancio, de haberse estancado. La idea de que la unidad de funcionamiento básico fuese el departamento académico, junto con la figura de profesores-investigadores y estudiantes formados bajo un currículum flexible, con tronco común, teniendo en la mirada la multi e interdisciplina, cuidando la transparencia y alta calidad en el ingreso de académicos, administrativos y alto nivel académico de sus rectores, estuvo lleno de situaciones difíciles. Por ejemplo, su primer rector, Enrique Carrillo Barrios-Gómez, no pudo terminar ni siquiera un año de trabajo; por lo que, con el paso de los siguientes rectores, el modelo educativo inicial sufrió cambios que lo alejaron, mucho o poco dependiendo del contexto y situación particular.
Hoy, la mirada nacional ya no voltea hacia la UQRoo como punto de referencia. Quizá esta percepción jugó un papel importante en la toma de decisiones sobre la autonomía. Desde hace algunos años existía la noción de que precisamente la autonomía era prácticamente indispensable para el renacimiento de la UQRoo que llegó a estar posicionada entre las 3 primeras instituciones de educación superior públicas con los más altos niveles y reconocimientos de calidad académica, lo cual motivó su incorporación al Consorcio de Universidades Mexicanas en 2004, formalizado en 2005.
Si la UQRoo no implementa adecuadamente su autonomía, hay un enorme riesgo de incurrir en lo que atinadamente, como resultado de una cuidadosa investigación, Luis Porter señaló como Universidad de Papel en su libro publicado en 2003. Este libro debe ser de lectura obligatoria para estudiantes, académicos y administrativos en la UQRoo y en todas las instituciones de educación superior.
En resumen, Porter señala que una universidad que presume de indicadores sin un sustento real, reconocido por instancias evaluadoras de calidad, nacionales y de preferencia internacionales, que en el papel dice una cosa y en la realidad hay otra condición, es una universidad de papel.
Una universidad que no es de papel es aquella que ejerce la transparencia y rendición de cuentas en forma permanente; que sus académicos están formando profesionistas de alto nivel, con una pedagogía que facilita, no inhibe, el potencial de los estudiantes; que contrata personal con base en concursos de oposición donde se evalúa sus capacidades no las recomendaciones políticas; que tiene personas capaces, probadas, en todas y cada una de las posiciones administrativas, incluyendo la rectoría y las posiciones académico-administrativas. Una universidad que no es de papel contribuye al crecimiento económico y desarrollo sostenible de su entorno que se puede evaluar, medir.
Ciertamente, no es posible eliminar por completo la política en la vida académica de una institución, menos de aquellas a nivel superior, pero sí podemos y debemos elegir qué tipo de política y de gobernanza se debe implementar como parte de la autonomía.
¿Será la autonomía de la UQRoo un parteaguas o contribuirá a crear una universidad de papel?
Es cuanto.