Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Una cosa fueron las elecciones en todo el estado y otra, la desaseada jornada electoral del municipio de Othón P. Blanco (Chetumal).
No hay la menor duda de que Morena arrasó en el estado. Esto se debió a dos primicias básicas: las ondas expansivas de la elección presidencial, que se convirtieron en tsunami en el Caribe mexicano, y, claro, una oposición débil, desarticulada e infiltrada.
Sin embargo, la maquinaria cuatroteísta zozobró en la bahía de Chetumal. Los partidos de la 4T, con su candidata Yensunni Martínez, perdieron en votos en la capital.
PREPsadilla
La noche del domingo 2 de junio fue una pesadilla para Yensunni y el cuatroteísmo caribeño. El corte del PREP, con los votos de los chetumaleños por delante, marcó una tendencia a favor de Lidia Rojas Fabro, de Movimiento Ciudadano.
Pero, la mañana del lunes las cosas cambiaron drásticamente: Yensunni se acercó y revirtió la situación. Entonces, el PREP quedó sospechosamente “congelado”.
Desde las cloacas
Desde las cloacas de la prensa oficialista, se empezó a divulgar que Yensunni terminaría ganando “gracias” a los votos de la ribera del Río Hondo, y agregaron como justificación que era lógico el impacto a favor de Morena y sus aliados de los programas sociales en esta región del sur del estado. Pero, además hubo una prensa aún más nauseabunda que acusó a los habitantes de las comunidades rurales de tener una educación deficiente, lo cual, según ellos, entorpeció la llegada de los paquetes a la sede del Consejo Municipal del Ieqroo.
Pero, no fueron los programas sociales ni la “precaria” capacitación de los funcionarios de casilla. Estos paquetes llegaron sin sellos o, de plano, abiertos. Y lo más “raro” es que en estas casillas no solo ganó Yensunni, sino que además arrasó.
Prácticas rupestres
Estaríamos ante una rupestre práctica del fraude electoral salinista: sustraer urnas, sacar votos de la oposición y meter boletas del candidato oficial (que antes era del PRI y en este caso fue la morenista Yensunni Martínez).
Si bien, por un lado, no hubo suficientes cuidadores de casilla y, como dice la prensa cuatroteísta capitalina, los funcionarios de casilla no hicieron bien su trabajo, por otro lado, los operadores de la 4T (que en el viejo PRI se llamaban “mapaches”) dejaron demasiadas huellas al rellenar urnas en la zona rural de Othón P. Blanco.