Francisco J. Rosado May
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Ella planeó un viaje a Chetumal con su mamá y sus dos hijos, uno de ellos aún de brazos. Tomaron una van de transporte público; no había otra opción, el autobús salía alrededor de las 10 am, demasiado tarde. Minutos después de su salida la van se estampó con un vehículo pesado, posiblemente relacionado con la obra pública que atraviesa el municipio de Felipe Carrillo Puerto. Por la fuerza del impacto ella salió despedida de la van, cayó, se golpeó, quedó aturdida y cuando se recuperó un poco escuchó a su mamá e hijos gritando, vio un escenario dantesco, la van se estaba incendiando. Ella corrió a tratar de salvarlos, no pudo, las llamas eran demasiado fuertes, quedó quemada, la auxiliaron para sacarla del infierno pero quedó quemada e inconsciente. La llevaron a un hospital y no se sabe en qué condición está, posiblemente esté en shock y no se ha dado cuenta que perdió a sus hijos y su mamá.
La historia anterior fue recuperada de narraciones orales que circulan en FCP. En ese accidente se ha reportado la muerte de 9 personas y otro tanto con heridas de consideración, causadas por fuego principalmente. Días después de este accidente lamentable otro caso sucedió, un vehículo tipo estaquitas se estrelló con otro pesado, los pasajeros fallecieron.
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En memoria de estas valiosas vidas perdidas y otras en el pasado de accidentes carreteros, y para prevenir futuros casos, estamos obligados a reflexionar como está nuestro transporte público.
La única línea de autobuses tiene pocas opciones de corridas. Para ir de FCP a Valladolid solo hay una. Además, su horario no es confiable, se caracterizan por impuntualidad. Hay demasiadas corridas donde las unidades están saturadas, especialmente la ruta Cancún-FCP-Mérida y de vuelta. También los pasajeros en muchas corridas tienen que soportar música a todo volumen, y de mal gusto, con ¿canciones? Que incluyen palabras altisonantes y con mensajes nada agradable por denostar mujeres o por apología a las drogas. ¡Y hay niños entre los pasajeros!
Ante lo anterior, la opción es tomar las vanes de trasporte público. Salen con mucha más frecuencia pero es común que el aforo diseñado originalmente no se observe, hay demasiados pasajeros por unidad. No parece haber un respeto a la velocidad máxima establecida, aunque por el alto costo de combustible tiene la tendencia de mantener la velocidad alrededor de los 110 km/h, pero ¿es esa la velocidad a la que deben conducir para aumentar el nivel de seguridad? Como en el autobús, en las van es común que quien conduce tenga música a alto volumen y de muy mal gusto.
Por lo anterior, que solo es una pequeña muestra de cómo estamos, hay preguntas obligadas: la organización detrás de la van, ¿está cubriendo en tiempo y forma expedita el seguro para las personas afectadas? ¿Cómo respondió la organización del transporte pesado que de acuerdo con las narraciones tiene alta responsabilidad en el accidente? ¿Están pendientes de las personas afectadas? ¿Son expeditos los trámites en las agencias del gobierno para la entrega de los cuerpos calcinados? ¿Qué hace el gobierno para asegurar que las víctimas están siendo atendidas adecuadamente y los seguros están respondiendo?
Sin duda, necesitamos repensar nuestro sistema de transporte público Y MEJORARLO.
Un alto nivel en la calidad del transporte garantiza un mejor crecimiento económico en el estado, no hay que olvidarlo. Y esto incluye las condiciones de la carretera.
Es cuanto.