Los operadores de la gobernadora Mara Lezama están muy, pero muy equivocados al suponer que la transformación despega y aterriza en Ciudad de México y Quintana Roo, carece de historia y de una agenda propia.
Y es que, parecen no entender que no hace mucho, Quintana Roo fue saqueado por una clase política, que no tuvo más límite que su imaginación y su impudicia y fue echada por la puerta de atrás.
Por ello, por el hartazgo de los quintanarroenses al episodio de la oncena trágica, al periodo que compartieron Félix González Canto y Roberto Borge, los electores se decantaron por la oferta de cambio de Carlos Joaquín (quien a final de cuentas se quedó cortó y dilapidó en unos meses su capital político).
Si bien el cambio quedó en la decepción, aún prevalecen en la memoria colectiva los excesos del felixismo-borgismo.
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Pero tambien, siguen los funestos efectos de la oncena trágica, como la deuda de 21 mil millones de pesos, que la Gobernadora tuvo que referir en su discurso de toma de posesión.
Los asesores y operadores polticos de Mara equivocan al suponer que graciosamente pueden reciclar al referentes del PRI del felixismo-borgismo, sin consecuencias para la Gobernadora y la legitimidad de la 4T.
Si bien la fortaleza de Mara Lezama es que no tiene a la vista adversarios políticos competitivos y la oposición es practicante inexistente, la sociedad con el Partido Verde y ahora, la incorporación de ex priistas de la oncena trágica pudieran ser lastres cada vez más pesados conforme avance el quinquenio.
Por eso, a los chetumaleños no les ha caído nada bien la llegada al gabinete de referentes del felixismo-borgismo como el Irazú Sarabia May, Mary Hadad y Lilian Villanueva Chan.
Y, tales incorporaciones son como la punta del iceberg, pues Juan Carrillo, desde su curul como diputado federal del PVEM, es uno de los borgistas más connatos, es de los operadores estelares del gobierno bipartito.
Hay agravios que aún prevalecen y que, por supuesto, no se olvidan, en sólo 5 años.