Gilberto Avilez Tax
En la plataforma en streaming, de Netflix, esta temporada de 2021 ha dado muestras de que los documentales y las películas con contenido histórico, pueden ser relevantes para la divulgación de la historia tanto regional como nacional. En esta entrega de Tierra de Chicle, dejemos atrás el análisis político y social, para sugerir, a mis escasos lectores, dos producciones que me parecen relevantes.
Hace unas semanas, tuve la oportunidad de ver la película Selva trágica, de la realizadora mexicana, Yuleine Olaizola. El filme se estrenó en junio por Netflix, y recrea algo de los años del chicle en Quintana Roo. Los escenarios son magníficos al abordar paisajes de un verde nítido, filmados en partes muy difíciles de rodar como el Río Hondo y las selvas y pantanos del otrora campamento chiclero de Noh-Bec. La cinta conjunta en su reparto a actores beliceños y a habitantes de la región que en su vida habían actuado, como los hermanos de Pino Suárez, Tun Xool, que nos dan muestras de una sensibilidad histriónica en fermento; los hermanos Tun Xool, hay que recalcar, en la vida real son dos de los pocos chicleros que aún quedan en el estado. La película nos da una muestra microscópica de ese tráfago humano, trágico, mítico y cautivante que fue la historia de chicleros de Tuxpan venidos a estos lares extraños, de mayas y beliceños sangrando la corteza de los zapotes en esos años de 1920 en que el Territorio aún era inasible y de difícil trato para un Estado postrevolucionario, lejano y en construcción. Esto lo vio claro Rafael Bernal en su Caribal, el infierno verde, novela folletinesca rescatada por CONACULTA en el 2000 y ambientada en el viejo Payo Obispo y su hinterland selvático, y de la cual Olaizola ha reconocido como una de sus fuentes de inspiración.
Como contrapunto a esa historia que se puede indagar en los repositorios regionales y nacionales, así como en las tradiciones orales de chicleros;[1] se encuentra otra historia, o bien, un mito fundante de la peninsularidad: me refiero al mito de la Xtabay, que tanto ha cautivado a casi todos los hombres de estas tierras, tanto al simple campesino que habla de ella en sus tsikbales con los nietos, como al más cargado de letras literato yucateco, como don Antonio Médiz Bolio, que en un pasaje célebre de su libro canónico de la yucatanidad, La Tierra del Faisán y del venado, dijo de ella un aforismo incuestionable: “La Xtabay es la mujer que deseas en todas las mujeres y la que no has encontrado en ninguna todavía”.
La otra producción que deseo abordar, se estrenó apenas hace unas horas, el 30 de junio: es la miniserie de seis capítulos, Somos, creada y producida por James Schamus, y basada en el reportaje de la periodista Ginger Thompson sobre la masacre que padeció la comunidad de Allende en Coahuila una década atrás, en el año 2011.[2] En marzo pasado se cumplió una década de esa terrible masacre contra la comunidad de Allende perpetrado por los Zetas, los militares desertores de élite que al principio fungieron como brazo armado del Cartel del Golfo y que pronto se convirtieron en otro Cartel llegando a invadir buena parte del territorio nacional mediante la más despiadada violencia.
Al parecer, en las efemérides y los mea culpa de este año repleto de meas culpas, el gobierno federal no ha valorado seriamente lo que significó y aún todavía significa esos años oscuros, malignos y terribles en que el Estado mexicano casi desapareció en diversas zonas del país, como en “Matamaulipas”, Coahuila, Guerrero, Veracruz, Michoacán.
La matanza de Allende, impune y olvidada, se rescata de la desmemoria actual del “abrazos, no balazos”, desde el punto de vista de los sobrevivientes, y deja ver toda la pudrición del narco estado, más un miedo profundo de la indefensa ciudadanía, en esos años terribles de “la guerra contra el narco”. Una guerra iniciada hace más de veinte años en el norte y occidente del país, y que ha tocado puertas de forma despiadada en el Caribe mexicano, hasta el punto de que hemos normalizado el vivir con el terror constante, con las narco fosas donde aparecen albañiles en complejos de lujo en construcción,[3] y donde nadie, absolutamente nadie, se espanta y se indigna.
[1] Pienso en la autobiografía del trotaselvas, el chiclero Rubentino Ávila Chi.
[2] Véase la siguiente liga: https://www.propublica.org/article/allende-zetas-cartel-masacre-y-la-dea
[3] https://piedepagina.mx/planet-hollywood-una-historia-de-infamia-extorsion-y-homicidio-en-el-paraiso-del-caribe/?fbclid=IwAR2ekaXNtUDlA4tSpVBG5HvMwhaCL842NZOZYflICF_BCWXKASsoIOj6gI4