Por Gilberto Avilez Tax
Las comparaciones son siempre odiosas (El Quijote II 23).
Empezaron juntos, pero ahora Quintana Roo tiene el doble de casos de COVID-19 que Yucatán y triplica el número de decesos. 269 casos para el estado, y 120 para Yucatán; 9 muertos en Yucatán, y 27 en Quintana Roo hasta el día de hoy 15 de abril de 2020. ¿Qué si se hizo en Yucatán y qué no se hizo y apenas se está haciendo en Quintana Roo? Las medidas urgentes, necesarias, de sana distancia, de retenes dentro de las ciudades, del cierre de vialidades principales, de ir una persona por auto y una persona a hacer compras, de ponerse cubrebocas en público, apenas antier comenzaron a exigirse a la ciudadanía en Quintana Roo, mientras que en Yucatán ya se venía realizando con dos semanas de antelación.
Y uno se pregunta, si siendo dos estados de la Península gobernados por el mismo partido, ¿acaso no puede haber un acercamiento entre los estados de la Península para combatir el Covid-19? El Gobierno de Mauricio Vila, que con trancas y barrancas ha reducido la escala de contagiados y de defunciones en Yucatán, debe y está obligado a darle asesorías al gobierno de Quintana Roo: en datos simples, Quintana Roo “dobletea” y casi “tripletea” tanto en casos de Covid, como en muertos a Yucatán. Parece que las medidas se hicieron con lentitud turistera en un estado abocado completamente a los designios del capital turistero español, y con prontitud en otro. ¿No puede haber un convenio inter-estado para actuar rápido? Y esto lo digo porque existe una buena cantidad de yucatecos viviendo en la zona norte. Son dos estados hermanos.
Mientras que Quintana Roo se convierte paulatinamente en una especie de Estado policiaco para combatir el Covid-19 (en días se ve más la presencia del Secretario de Seguridad Pública estatal, Alberto Capella, que de ser director de mariachis locos del covid y coreógrafo de reclusos del penal de Cancún, ha empezado a cerrar calles y poner en funcionamiento medidas estrictas para contener la pandemia), hay un boquete donde siguen entrando turistas de Nueva York, de Miami, de Vali y de Calgari: son los puntos de mayor incidencia del Covid-19 en EUA y Canadá. Dependiendo completamente y relacionado por innumerables formas con el extranjero, el municipio de Benito Juárez no se sustrae a las olas de la globalización que traen las sepas del Covid-19, y esa es una fatalidad que sólo se puede remediar si se sellan las fronteras, cosa que no se ha hecho a nivel federal, ni se intenta hacer para que se haga a nivel estatal. Entonces, ¿de qué sirve si uno se pone cubrebocas, si guarda la cuarentena como león enjaulado, si acepta el Estado seco, si va en pos de la sana distancia, si las autoridades federales y estatales dejan pasar a los turistas? Unos dicen: no está en nuestras funciones cerrar terminales aéreas, la culpa es del viejito que, en su humanismo pueblerino, deja pasar a todos. Y Juan Pueblo responde: ¿pero tus funciones tampoco estriban en exigir a la federación que se cierre ese boquete?
Ante esto, en varios pueblos de la zona maya, donde los casos de coronavirus llegan solamente a tres (uno por cada municipio), y hasta en las mismas cabeceras municipales de Felipe Carrillo, de Lázaro Cárdenas y de José María Morelos, los filtros de seguridad, instaurados hasta por simples ciudadanos, son una tranquilidad para una sociedad que vive con el Jesús en la boca, apanicada desde que el terrible Covid-19 hiciera su aparición en esta zona Maya, el área geográfica donde se concentra la mayor desigualdad en todos los servicios en el estado. Apenas ayer, en distintas páginas de redes sociales de José María Morelos, la ciudadanía pudo contemplar el estado lamentable y desastroso del hospital “integral” de esa demarcación municipal: un hospital que se cae a pedazos con tanta corrupción, malos equipos y pésimo personal médico. Arguyo que ese se conoce como “hospital integral” no es ni un tinglado de hierbatero (al contrario, cualquier hierbatero tiene más recursos que este hospital que se cae a pedazos). Y la dejadez no es un asunto solamente de los gobiernos estatales o federales, tiene que ver también con las pésimas gestiones municipales. ¿En verdad se han preocupado por servir a la comunidad las tres familias reinantes -los “jeques de la selva maya”- que desde 1974 y antes han desgobernado este municipio? Es el baldón de Quintana Roo la forma en cómo los derechos humanos (el derecho a la salud) se concretiza de forma precaria en esta zona altamente desigual. ¿Qué hacer?, ¿cómo es que teniendo harta lana que viene con el turismo, no se cuenta con varios hospitales dignos –de segundo y tercer nivel- en lo que se conoce como “Zona Maya”?, ¿acaso existen quintanarroenses de primera que atienden sus necesidades de salud en Star Médica de Mérida, o los hospitales de primer mundo de Houston; y quintanarroenses de segunda o tercera categoría que solo tienen un hospital “integral” como el de José María Morelos donde, a lo mucho, se cura con solo paracetamol?
En las imágenes que circularon ayer de los equipos médicos del hospital integral de José María Morelos, la ruina, el óxido y la corrupción era la tónica de un tiempo al parecer estancado. ¿Y osamos criticar y burlarnos de los autos de 1950 que siguen en activo en Cuba, pero olvidamos que en la (des)modernidad del Caribe mexicano, el tiempo se ha estancado en varios filones de la sociedad? Después de ver el equipo médico del Hospital Integral de JMM, un ingeniero biomédico amigo mío, se asombró por su estado arcaico y deplorable, de ser una especie de acto casi criminal el dejarlo en ese estado de inoperancia. Es como si la tecnología médica se hubiera detenido en el José María Morelos de las tres familias que han desgobernado este municipio. ¿Estamos en 1950, en tiempos del chicle todavía? Arguyo que solo hay quinina y sulfas para combatir el Covid-19 en este paraje del Caribe mexicano.
Postdata
¿Quién construyó Cancún, la joya del turismo del caribe mexicano? En los libros aparecen solo los nombres de políticos y el sueño de cleptómanos banqueros.
Después de que el pueblo maya le reclamó hace unos días a Mauricio Vila frente al Palacio de Gobierno el programa de apoyos sesgado que daba un alto margen de preferencia a las clases medias, éste comenzó a tirar migajas a albañiles, campesinos y amas de casa: de 500 a 1,000 para ¿toda la cuarentena?
Aquí, en las tierras palustres del Caribe mexicano, no se ha visto esas muestras de descomposición de la “economía moral” entre las clases subalternas y las clases dirigentes, porque las formas caribeñas son muy cuidadosas, invocan al Nojoch Sukum, al neoindigenismo y al turismo folklorizado, así como a otros entreguistas de los mayas como el malhadado Francisco May, o la “pacificación” de ellos hecha por el general Bravo. Hoy los mayas han sido echados de las zonas turísticas, los que pudieron llegar a sus comunidades después que los palacios del turismo cerraron, tal vez estén ahora incubando la sepa del coronavirus, esperemos que no.
Pero bueno, al menos el gobierno conservador de Yucatán está dando apoyos en efectivo a las clases trabajadores, pero en Cancún, a los albañiles y gente pobre los sacan como indeseables del Crucero, y los mandones de este estado hablan de “reforzar las medidas” y ser “más enérgicos”, y toda la jauría del chayo les aplaude y les dice: ¡Muy bien!
Pobre los albañiles de este estado. El 22 de marzo pasado, una nota del Por Esto!, señalaba que 12 camiones repletos de albañiles (alrededor de 600 personas) que se habían quedado sin trabajo por el cese de las obras de construcción en las zonas turísticas de Cancún, regresaron a sus comunidades de origen en los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco. Los albañiles, chiapanecos y tabasqueños, son los más majados, los nadie en cuanto a seguridad laboral en el Caribe mexicano. Los turisteros –y hasta la clase política local, que ha hecho casi nada para revertir la precariedad laboral y social de estos trabajadores flotantes- les paga de una forma indigna a los creadores, los constructores de los palacios donde se complace el turista conquistador. Les paga pateándoles el trasero. Y aquí termino este texto, recordando el poema inmortal de Bertold Brecht, Preguntas de un obrero que lee:
“¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada
la Muralla China? La gran Roma
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes
triunfaron los Césares? ¿Es que Bizancio, la tan cantada,
sólo tenía palacios para sus habitantes? Hasta en la
legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían,
gritaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota
Fue hundida. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años
¿Quién
venció además de él?
Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?
Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?
Tantas historias.
Tantas preguntas”.