Por Gilberto Avilez Tax
La tarde del lunes 18 de mayo, un reporte de la nota roja de un medio de comunicación local del municipio de José María Morelos, señalaba que la noche del domingo 17 de mayo, se habían encontrado dos cuerpos sin vida a la vera de un camino de terracería, entre las comunidades de X-Pichil y San Antonio Tuk. Eran de dos estudiantes universitarios, originarios de la comunidad de la Esperanza, del municipio citado. De inmediato, la mala fe de muchos sedicentes, empezaron a decir por medio de las redes que era un “ajuste de cuentas”, que esa ruta “era del narco”, entre otras imbecilidades.
Los mismos compañeros de los que en vida llevaron el nombre de Samuel May Canché y de Géner May Canché, estudiantes de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, el primero, y de la Universidad Tecnológica del Mayab, el segundo, así como algunos profesores (pocos, pocos profesores), como el maestro Ismael Briceño Mukul, maestro de maya de Samuel May, desmintieron esas infames mentiras: “Tenemos que visibilizar esto que se quiere dejar ver como que no pasa nada, el narcotráfico ya es algo común, cualquier muerte de un inocente se le relaciona con el narcotráfico, la forma de salir de todo sin hacer un movimiento…hoy con todo el respeto y cariño que le tenemos le pido a sus compañeros solidaridad, a mis compañeros profesores levantar la voz en pro de justicia, la delincuencia cada vez nos rebasa, y lamentablemente ha alcanzado a las clases más vulnerables: pueblos indígenas, pobreza, jóvenes, estudiantes universitarios”, son palabras del maestro Briceño Mukul, profesor de la UIMQRoo.
Los dos muchachos eran trabajadores (vendían sandías, ropa, eran cocineros en la zona norte), estudiantes enjundiosos, jóvenes indígenas hijos de milperos, gente del Quintana Roo profundo que habían formado a jóvenes que vivían la vida con sueños y esperanzas: uno, Samuel, era ducho para la tecnología y era reconocido su pericia a nivel estatal; otro tenía la vocación de entender la mecánica y la ingeniería del auto. Ambos perdieron la vida a tan temprana edad. Nadie explica el por qué, la barbarie no se puede comprender. En la comunidad, se maneja fuertemente la idea de que los asaltaron. ¿De donde vinieron los asaltantes?, ¿de Carrillo Puerto, lugar cada vez más infectado por el crimen organizado, donde hace tres meses se secuestró y asesinó a dos recién egresados del Tecnológico de ese lugar?, ¿de la misma comunidad cuando la crisis económica ha forzado al borde de la sobrevivencia a pueblos mayas monodependientes del turismo caníbal? Se señala que iban a comprar a Carrillo Puerto, al parecer una moto. Llevaban dinero. Les quitaron la moto y el dinero. ¿Quién lo hizo?
La crisis actual en nada justifica esta barbarie. El afantasmamiento del Estado se hace más profundo en zonas rurales, parajes de nadie la ruta José María Morelos-X-Pichil, se abisma la desigualdad estructural de los pueblos indígenas en tiempos de esta contingencia: crisis de salud, crisis sanitaria, crisis del campo, crisis de seguridad y crisis alimentaria, resultan el doble de carga para los marginados del paraíso tropical. Difícil lucha de los pueblos indígenas por su sobrevivencia en tiempos del coronavirus. En Quintana Roo no se visibiliza un trabajo enfocado a los pueblos mayas en esta situación de contingencia sanitaria. Más bien, las miras están puestas al regreso a la “normalidad” turistera sin ponernos a plantear realmente cómo se presenta esta “normalidad” en los pueblos originarios. Esta normalidad turistera que ha sido cuestionada de raíz por “el bicho” del covid.
Asesinados por la barbarie, por la descomposición social, la marginación histórica que existe en los pueblos mayas de Quintana Roo en tiempos del turismo sin asideros, en tiempos de una contingencia sanitaria que vino a hacer visible la exclusión e indefensión del pueblo maya. Nadie se adelantó, los asesinaron. No pedimos “paz”, “descanso eterno” y “resignación”, ¡pedimos justicia! ¡Nos faltan 4 estudiantes en Quintana Roo!, ¡Nos faltan 43!
Colofón
(Poemas dedicados a la memoria de los hermanos de La Esperanza)
No me pidan el silencio
No merecen ejercer la docencia
los que no practican la conciencia
los mierdosos miedosos, los repletos de silencio,
los que invocan la paz deslavada, antes de la justicia.
Es la vida de dos inocentes,
de muchachos naciendo
en el ardiente amanecer del trópico.
Ahora van y dicen que es por el narco.
Mentes de hienas y chacales.
¿Justifican con su bajura humana ese crimen?
Hoy han callado los poetas institucionales
y no hay forma de que la rabia los intranquilice.
Hoy han callado los mayas Xcaretizados
y el tsikbal desde luego.
No escupan a las abejas
(Antipoema para cantarse en las barcas)
Los poetas oficiales, los académicos de tropa silenciosa,
no escriben contra la muerte venida con la barbarie.
Los poetas oficiales, los duchos del monotema,
solo tienen palabras para las abejas,
para las flores y otras pendejadas.
Las abejas se cuidan solas,
las flores las riega Dios,
no escupan a las abejas este día,
no intenten descubrir el destino de la flor,
los que han callado cuando debieron gritar,
hablar y romper todas las cuerdas vocales.
¡Justicia!