Por Gilberto Avilez Tax
Sepultada en las selvas y soledades de la costa oriental, tres siglos después de que los españoles contemplaran por vez primera sus milenarias y gruesas murallas construidas en el postclásico maya (900-1500 d.c), Tulum no había sido vista nuevamente por ojos occidentales hasta que el incansable viajero, escritor y explorador neoyorkino John Lloyd Stephens (1805-1852), acompañado del arquitecto y dibujante inglés Frederick Catherwood (1799-1854), la vieran nuevamente y escribieran y dibujaran sobre ella para darla a conocer al mundo occidental que asistiría arrobado ante el “descubrimiento” de los mayas que estos dos pioneros de los estudios mayísticos, hicieran con el memorable y bestseller desde su primer momento, Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan,[1] publicado en dos tomos y del cual existe traducción al español de la parte que versa exclusivamente para Yucatán y que hiciera el doctor Justo Sierra O’Reilly.
La región oriental de la Península, para la mitad del siglo XIX, desde tiempos de la colonia había sido considerada como zona “despoblada”, donde las antiguas rutas coloniales como el acceso a la costa de la Bahía de la Ascensión, no eran conocidas por los pobladores blancos yucatecos.[2] Es por eso que Stephens y Catherwood llegaron en 1842 a Tulum desde la vía marítima, cinco años antes del inicio de la Guerra de Castas, y en su libro Stephens apuntó estas impresiones para la afiebrada imaginación de sus connacionales yanquis:
“Creo que no es imposible que en esta región apartada aun exista, desconocida por los hombres blancos, una ciudad aborigen viviente, ocupada por las reliquias de esta antigua raza, que todavía adora en los templos de sus padres”.
Con el inicio de la guerra de castas y su prolongación durante más de 50 años, esta zona oriental de la Península se convertiría en más agreste e inexplorada que nunca, y Tulum, entre 1864 y 1876, llegaría a ser el nuevo Santuario de la Cruz Parlante, gobernado por la sacerdotisa María Uicab, a la cual generales mayas como Crescencio Poot y Bernardino Cen le rendían respeto por su comunión con las deidades.[3] Pero Tulum sería poco explorada lo que restaba del tumultuario siglo XIX, por el miedo ante la cercanía al corazón de la zona rebelde donde se encontraba. Solo hasta principios del siglo XX, exploraciones de viajeros y de modernos arqueólogos como Silvanus G. Morley,[4] reconocerían nuevamente al “milenario”, “misterioso y “enigmático” Tulum, donde en sus playas el maya estampara lo que el mundo admira hoy”.[5]
En 1921, Tulum apenas era una montería-chiclera sin importancia alguna, pero desde 1937, en el periodo cardenista del Territorio, ya se contemplaba realizar una pista para recibir aeroplanos con gente selecta que visitase las “ruinas mayas”. Un 19 de noviembre de 1938, se crea el ejido de Tulum, y esta entrega de tierras a campesinos, con el correr del tiempo, cuando el boom turístico bajó desde el norte (donde se encontraba el proyecto Cancún desde 1970), hasta tocar el antiguo centro ceremonial maya, desencadenaría no solo la creación del noveno municipio en 2008, sino, en los recientes años, una serie de acaparamientos de tierras, despojos descarados amparados desde los gobiernos locales en trabazón con las mafias agrarias haciendo sus negocios en dólares. El estudio de caso sobre las mafias agrarias que operan en Tulum, lo ha expuesto un investigador del CIESAS, Gustavo Marín Guardado, que en el 2015, se refirió del caso del ejido de Tulum, llamado Nuevo Centro de Población Ejidal José María Pino Suárez, y expuso “cómo el desarrollo del turismo se encuentra relacionado con procesos de apropiación territorial, a través de lo cual distintos grupos de poder político y económico se imponen sobre otros, en un escenario de alta especulación inmobiliaria, incertidumbre legal, confrontación social y mecanismos institucionales de despojo, bajo control de grupos de élite, mafias agrarias y profesionales de la trasgresión”.[6]
Grupos de poder político que, como refería Lydia Cacho, se caracterizan, desde tiempos de los nativistas de la década de 1970, por practicar un despojo sostenido, una invasión “elegante” vía los juicios laborales o invasiones policiacas de terrenos en tiempos de Roberto Borge, pero cuya privatización de costas y la venta de terrenos con alta plusvalía turistera y hasta islas y cuerpos de agua ha sido práctica común en la historia del poder y del turismo en este estado, hasta el punto de que hubo un gobernante que quiso hacer de Tulum su megaproyecto personal, destruyendo cualquier equilibrio ecológico de por medio, y hubo otro que hasta llegó a tener su isla privada. Como en otras regiones y zonas ejidales del país, Lydia Cacho sostenía en su profundo y certero trabajo periodístico, que los despojos de terrenos que ocurrían en Tulum en tiempos de los peores años del neoliberalismo canalla,[7] iban acompañados de violencia, amenazas de muerte, actos extrajudiciales y hasta ecocidios.[8] ¿A qué se debía esta situación de saqueo depredador de los recursos naturales –costas, cenotes, lagunas- del estado por parte de las mafias agrarias, los empresarios voraces y la clase política local más rapaz, que se profundizó en la oncena trágica del Felixismo-Borgismo? Cacho se respondía que la organización social de Quintana Roo respondía a una “escasa institucionalidad, con precariedad de justicia y un estilo de gestación social anclado en el caciquismo, la intervención personal y el peso decisivo de la voluntad e idiosincrasia de sus gobernadores”.[9]
El noveno municipio de Tulum
El estilo de gestación social anclado en el caciquismo, es a lo que responde el noveno municipio de Tulum. Tulum es el lugar donde comienza la zona maya, pero igual es la puerta de entrada al moderno Caribe mexicano. En menos de 50 años, el irrefrenable desarrollo turístico de la industria sin chimeneas pasó del norte –Cancún- hacia Tulum. En Tulum, debido al turismo, se dio como consecuencia la llegada de migrantes de todo el país, de norteamericanos, italianos y argentinos, los cuales llegaron en los años recientes, y este impulso del turismo al antiguo santuario donde oficiaba María Uicab y en donde se encuentra una de las zonas arqueológicas del país más visitadas después de Teotihuacán y Chichén Itzá, recompuso el mapa político y geográfico del estado.[10] El 24 de mayo de 2005, el diputado local Gastón Alegre López, y terrateniente de ese municipio, presentó ante el Congreso del Estado la iniciativa del Decreto de creación del noveno municipio de Tulum, y esto solo se concretizaría el 13 de marzo de 2008.[11] Por esa sola iniciativa legislativa, don Gastón Alegre pensó que tenía los méritos suficientes para erigirse en el “padre de Tulum”, y a excitativa del ominoso ex presidente David Balam, a fines de junio de 2016 fue colocada una estatua del empresario radiofónico en la entrada de la ciudad: estatua efímera, pues la molestia ciudadana tulumense, que veían en Alegre a un representante cercano de la podridera política estatal que llegó a su punto álgido en ese mismo 2016, hizo que fuera retirada, no sin antes haber sido pintarrajeada con la leyenda “no lo queremos”, y vandalizada en su pedestal.
“El padrastro” de Tulum
Si no existen padres fundadores de Tulum como tal, y siguiendo a lo que Raymond Buve entiende como el fenómeno político-cultural del caciquismo en México, podríamos decir que sí existe “el padrastro” de Tulum. En su estudio histórico sobre el caciquismo, un principio del ejercicio del poder en México durante varios siglos, Buve apuntó que el caciquismo tiene raíces prehispánicas-coloniales, y sus rasgos claves son la intermediación con el poder local y la exclusividad, o en otras palabras, la gatekeeper o “puerta”, en cuanto al acceso a los recursos humanos, naturales, económicos y políticos, amén de su talante autoritario y personalista que corresponde a un territorio y una población determinada. En el cacique confluyen el mundo indígena y el mundo hispano tradicional, y cada uno de sus representantes puede ser considerado, más que padre, como un verdadero “padrastro de los pueblos”.[12]
¿Y a quién en Tulum le queda a la perfección esta definición del cacique, propuesta por Buve? Por supuesto que a Marciano Dzul Caamal (22 de mayo de 1968). Contrario a municipios de la zona maya de Quintana Roo como Felipe Carrillo Puerto y José María Morelos, donde gobierna una clase política mestiza al mar de mayas de esos municipios, en Tulum, desde que se convirtiera en municipio en 2008, la presencia de gobiernos con mayas ha estado presente y ha tenido continuidad en la vida política de ese joven municipio, con Víctor Mass Tah, pero, sobre todo, con la figura de Marciano Dzul Caamal.
Lo de Marciano Dzul Caamal, que fuera bautizado por un periodista quintanarroense como el “Plutarco Elías Calles caribeño”, es digno de estudiarse a fondo en una tesis de antropología política o de la historia del poder entre los mayas del Quintana Roo moderno, pues como árbol de pich antiguo, su voluntad de seguir tal parece que traspasa eras geológicas y catástrofes políticas, como le sucede a su antiguo partido, el cada vez más desleído PRI quintanarroense, del cual el día 26 de octubre de 2020 se despidió sin comedia alguna del partido que le dio el espacio adecuado para mover a su antojo los destinos de ese novel municipio como si fuera algo de su propiedad.
Marciano Dzul, primer presidente municipal electo de Tulum (2009-2011), en su gestión municipal fue señalado de corrupción desmedida, de prepotencia cerril, de “excesos” insufribles, sus críticos hablaron de sus escandalosos viajes al extranjero y de su autoproclamación a toda hora, así como su supuesto nepotismo y represión a la prensa crítica. Se le tachó también de haber facilitado la privatización de la playa Akumal a beneficio de Laura Bush; y, recientemente, a fines del 2018, se le señaló de orquestar la venta de dos lagunas del ejido de Tulum: la laguna Ka’an Luum y La Unión, donde supuestamente se pretendía desarrollar un exclusivo fraccionamiento residencial. Este compendio de triquiñuelas y sainetes caciquiles no le impidió para escribir, en su carta de renuncia a su viejo partido tricolor, que renunciaba a su militancia ante lo que consideraba “un notorio estancamiento del partido de sus principios y esencia popular [sic], democrático e incluyente, de su comportamiento de las causas sociales, de su alejamiento de la auténtica y fiel militancia”, y que su renuncia se debía a que dentro del PRI “solo se busca complacer a instancias cupulares y de poder sin tomar en cuenta el sentido de la base”. Esto es Kafka puro mezclado con Jorge Ibargüengoitia.
En la historia política de los cacicazgos indígenas, las ganas de perpetuarse en el poder son el elemento común. Eso hizo en la segunda mitad del siglo XIX, el general Crescencio Poot (duró más de 20 años gobernando Santa Cruz hasta que otro cacique lo asesinó), y eso hizo el General May a principios del siglo XX: pasar la década, arrejuntar gavillas de años, empotrarse en el poder.
El cacicazgo –indígena, mestizo o criollo- sin duda es una de las rémoras de la democracia mexicana, pero los que conocen cómo el sistema político mexicano se perpetuó, hablan de la continuidad caciquil para la gobernanza local y regional, con profundas raíces prehispánicas y coloniales.
Pero las ganas de perpetuarse también lo traen los mestizos y criollos que han gobernado esta región palustre de Quintana Roo con mano déspota, pues ahí tienen los largos años de Ignacio Bravo en el tiempo del paludismo y la quinina del inhóspito territorio, ¿pero no recuerdan que don Margarito Ramírez, la bestia negra de los nonagenarios nativistas, puso en cintura a la feracidad tropical, pasando sexenios, antediluviano el hombre de Jalisco, en el trópico irredento?
En el 2016, el desaparecido periodista Carlos Cantón Zetina, escribió sobre el cacique de Tulum una frase que resume lo que podemos entender de ese cacicazgo del Caribe mexicano:
“Señor de horca y cuchillo. Poderoso terrateniente, volquetero, transportista y ejidatario, Marciano representa el rostro más oscuro del viejo caciquismo priísta, del ejercicio de un poder ilimitado y abusivo”.
Un cacicazgo de reciente cuño, que cuando el turismo vino a imponer en dólares la venta de terrenos, Marciano Dzul Caamal, como dueño indiscutible del comisariado de Tulum (fue presidente en tres ocasiones) y líder de la Unión Nacional de Transportistas del Cambio (UNTRAC), era cuestión natural que, mediante esa clientela a su servicio, se erigiera en el hombre necesario del priísmo en Tulum desde tiempos que pertenecía éste a Solidaridad, tal y como el cacicazgo maya creado en el milpero Chankom, desde mediados del siglo XX, por el viejo Eustaquio Cimé.
Es la política maya de empoderamiento y perpetuidad en el poder. De 2009 a 2018, Marciano Dzul Caamal, y por interpósita persona, sus incondicionales a él como Martín Cobos Villalobos, David Balam Chan y su hermana Romalda Dzul Caamal, han gobernado el municipio cosmopolita de Tulum: un cacique maya adicto al poder gobernando a chilangos, a “huaches” y a extranjeros por igual, con clientela política cautiva y recursos –económicos y biológicos pues cuenta con apenas 52 años- para andar en la política hasta dos décadas más. Todavía en el 2018, Marciano Dzul Caamal decidió participar por segunda vez como candidato único del PRI-Verde-Nueva Alianza, para suceder a su hermana Romalda. Perdió por apenas 5 puntos del total de votos del cacique más moderado, Víctor Mass Tah.[13] Y hay que decirlo claramente: los mayas no rehúyen al poder, quien crea eso miente o piensa en términos románticos la lucha por el poder en los pueblos mayas de la península: no todo es pobreza, no todo es victimología indianista, también están los seguidores de los hombres de horca y cuchillo, los mayas que votaban casi por designio divino por el priísmo caciquil representado recientemente en la figura de Marciano Dzul Caamal en el Caribe mexicano, o como Cimé en la aldea de Chankom, que dio como consecuencia una hegemonía política de esa familia.[14]
Pero la duda cabe, ¿quién en verdad dominaba a quién?, ¿quién en verdad utilizaba a quién?, ¿Marciano al PRI o el PRI a Marciano? Poner a tres presidentes afines a él y gobernar él mismo, dice mucho de esa figura que por todos lados se cierra al diálogo con la prensa, que no da entrevistas y que prefiere moverse con su clientela política. Y el escribiente se pone a pensar, ¿acaso Marciano era el PRI en Tulum?
[1] Lorena Careaga, estudiosa de los exploradores, científicos e intelectuales occidentales del siglo XIX que llegaron a Yucatán y hablaron de la vida cotidiana en la península, apunta con claridad que tanto Jean Frederick de Waldec, como Stephens y Catherwood, habría que considerarlos como los pioneros extranjeros de los estudios mayas entre 1834-1846. Posterior a ellos, una caterva de estudiosos mayistas de todos los confines, vendrían en más de 180 años en estudios occidentales sobre los mayas, incluido los “yucatecólogos”. Cfr. Careaga. Invasores, exploradores y viajeros: la vida cotidiana en Yucatán desde la óptica del otro, 1834-1906. Tesis Doctoral en Historia. UNAM, 2015.
[2] Ibídem.
[3] Georgina Rosado Rosado y Landy Santana Rivas. “María Uicab: reina, sacerdotisa y jefa militar de los mayas rebeldes de Yucatán (1863–1875)”. Mesoamérica 50 (enero–diciembre de 2008), págs. 112–139
[4] Sobre la estancia de Morley y otros arqueólogos a Tulum y sus relaciones con los cruzoob, véase el seminal trabajo de Paul Sullivan, Conversaciones inconclusas. México. Editorial Gedisa. 1991.
[5] Parafraseo la canción “Tulum”, del cantor de la selva chiclera de Quintana Roo, Policarpo Aguilar.
[6] Gustavo Marín Guardado. “Turismo, ejidatarios y ‘mafias agrarias’ en Tulum, Quintana Roo, México: el caso del ejido José María Pino Suárez”, en Gustavo Marín Guardado (coordinador). Sin tierras no hay paraíso. Turismo, organizaciones agrarias y apropiación territorial en México. El Sauzal (Tenerife. España): PASOS, RTPC/ 2015, p. 94.
[7] En el sexenio de Peña Nieto (2012-2018), que coincide con los años de los despojos sostenidos de Roberto Borge a ejidatarios y propietarios de tierras de Tulum.
[8] No hablemos de Tajamar solamente.
[9] Lydia Cacho. “Tulum: tierra de ambiciones”. Aristegui Noticias. 7 de septiembre de 2015, en https://aristeguinoticias.com/0709/mexico/tulum-tierra-de-ambiciones/ Del mismo modo, véase el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=Co_1hAO8b_I
[10] Yuri Balam Ramos. “Quintana Roo: turismo y cambios en su mapa político”. Ketzalcalli 2|2009: 29–37].
[11] En el Dictamen de creación del municipio, se señalaba lo siguiente: “Tulum presenta un elevado crecimiento económico, impulsado en gran medida por las actividades turísticas y de pesca y por la prestación de servicios. Dicha derrama podría fortalecer el desarrollo de aquellas zonas que han estado al margen de los beneficios de tales actividades”.
[12] Raymond Buve. “Caciquismo, un principio de ejercicio de poder durante varios siglos”. Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIV, núm. 96, otoño, 2003, pp. 17-39. El Colegio de Michoacán, A.C. Zamora, México.
[13] Marciano obtuvo 7,832 votos (38.46% del total) contra los 8,852 (43.46%) de Víctor Mass Tah.
[14] En el 2018, una nota de prensa decía lo siguiente sobre la familia Cimé de Chankom: “El municipio de Chankom es un caso único en la historia política de Yucatán. Desde hace casi 70 años los integrantes de una misma familia, los Cimé, gobiernan esa pequeña población. Apoyados por el PRI, padres, hijos, sobrinos, primos y nietos se alternan la alcaldía. En ese período, Chankom sólo ha tenido un presidente municipal sin el apellido Cimé, hace 53 años. El predominio político de esta familia en el municipio del Oriente, uno de los más pobres del Estado, les ha permitido a sus integrantes ejercer un férreo cacicazgo en detrimento del desarrollo de sus habitantes”. Diario de Yucatán. “Cacicazgo’ político en Chankom. 25 de marzo de 2018.