173 ANIVERSARIO: Como parte de la conmemoración del inicio de la Guerra de Castas, el historiador Gilberto Avilez Tax y Noticaribe Peninsular continuamos con la publicación de una serie de artículos referentes a esta trascendente gesta de más de 10 lustros que dio origen a lo que hoy es Quintana Roo.
Por Gilberto Avilez Tax
Del archivero del historiador, rescato este trabajo interesantísimo del escritor tizimileño, Felipe Pérez Alcalá, “Aristófanes”, uno de sus “cuadros históricos” aparecido por vez primera en La Revista de Yucatán de enero de 1913, y que al año siguiente se dio a la estampa en su sabroso libro “Ensayos biográficos, cuadros históricos, hojas dispersas”. Doy a conocer para los lectores de Noticaribe Peninsular, este texto interesante que, por supuesto, tiene una interpretación “criolla” de un intelectual “blanco” de Yucatán, pero que significa mucho pues considero que resume uno de los momentos finales de esa larga guerra que dividió a la Península:
La última expedición a Chan Santa Cruz. Su ocupación definitiva
Cuando en el año de 1899, el Supremo Gobierno Federal, presidido entonces por el señor General don Porfirio Díaz, había iniciado ya la campaña resolutiva de pacificación y sometimiento de los mayas rebeldes desde 1847, consideré oportuno y conveniente bosquejar en una serie de breves y compendiados cuadros históricos las más notables expediciones llevadas á cabo con éxito vario, por nuestras tropas, con objeto de destruir Chan Santa Cruz, capital de los rebeldes, y otras de sus principales poblaciones, desde la fundación de aquella capital y santuario, en 1850, por el hábil caudillo José María Barrera, hasta la incursión á San Antonio, en agosto de 1872, organizadas por don Nicolás Urcelay, gobernando el Estado el señor don Vicente Mariscal.
Desde aquella incursión, hasta 1885, no se había intentado ninguna otra.
Para cerrar esa galería de cuadros históricos, esa serie de expediciones y en momentos en que me ocupo de agrupar esas narraciones en un folleto, juzgo pertinente referirme á la última campaña coronada por la ocupación definitiva de Chan Santa Cruz.
Pero al satisfacer ese propósito, me es penoso no poder seguir paso á paso a los expedicionarios, no precisar fechas de combates y ocupación de cantones, omitir tal vez hechos, circunstancias y pormenores interesantes y limitarme a consignar los más salientes de la campaña, porque, a pesar de mis vivos y tenaces empeños, no he podido obtener datos completos de ella en la prensa oficial y de información de aquella época, ni en los archivos y oficinas en donde pudiera existir.
Me he visto, por consiguiente, obligado a recoger, seleccionar, confrontar recuerdos de varios estimables militares que concurrieron a la campaña.
Por lo demás, no es mi intención escribir una historia técnica y detallada de ella, sino únicamente un bosquejo, un cuadro histórico, a semejanza de los publicados acerca de las anteriores expediciones, y en cuanto lo permiten los estrechos límites de un artículo de periódico.
Acaso más tarde, obtenidos los datos necesarios, pueda abordar un trabajo completo sobre este interesante y trascendental acontecimiento.
Hechas estas explicaciones previas, entremos en materia.
El 11 de octubre de 1895, siendo Gobernador del Estado el señor Lic. Don Carlos Peón, partió de Mérida, entre los aplausos y votos de un numeroso gentío de todas las clases sociales, un tren militar que condujo á las fronteras del sur al señor Jefe de la Zona, General don Lorenzo García y á sus órdenes el 6º Batallón de línea, una compañía del 22º., y tres de guardias nacionales.
Iba a comenzar la campaña de pacificación de los mayas rebeldes.
Después de algunos días de práctica, salieron de Peto para ocupar Dzonotchel, a veinte kilómetros de aquella villa, doscientos federales, cien guardias nacionales y cien hidalgos que, con la escolta respectiva, iban abriendo y ensanchando la vía y tendiendo la línea telefónica, convertida luego en telegráfica.
El 4 de noviembre, día del nombre del señor Gobernador, se inauguró dicha línea, de Peto a Dzonotchel, y con ese doble motivo, desde este último punto felicitaron al Jefe de la Zona, General García, Jefe Político del Partido, Coronel don Casimiro Montalvo Solís; Presidente del H. Ayuntamiento [de Peto], don Miguel Narváez Pérez y otras personas de consideración.
Por circunstancias que no he podido precisar, probablemente por no contarse todavía con los elementos de guerra necesarios para asegurar el buen éxito de la expedición, en marzo de 1896 se suspendió el avance, las tropas de línea quedaron guarneciendo Dzonotchel, Cepeda Peraza, Calotmul, Tekax y Peto y los guardias nacionales se replegaron a Mérida.
En Cepeda Peraza y Calotmul se inició la construcción de dos pequeñas fortalezas.
En marzo de 1898, gobernando ya el Estado el señor General don Francisco Cantón, reforzaron la columna expedicionaria el resto de los Batallones federales 6º. y 22º., este último al mando del señor Coronel Juvencio Robles, una pieza de artillería de tiro rápido y tres compañías de guardias nacionales a las órdenes del Teniente Coronel don Juan A. Quintero; Mayor don José Ds. Guerra y Capitán primero Braulio Bolio.
Una sección de trabajadores, al principio de cuarenta hombres y más tarde de tres y cuatrocientos encabezados por el Capitán don Alejandro Puerto, y bajo la dirección técnica de los Ingenieros Miguel Medina Ayora y don Ángel Villaseñor, hacían desmontes, abrían amplios caminos y brechas y, en los puntos que iban ocupando, levantaban trincheras y reductos y construían cuarteles, hospitales, fortines en Cepeda y Calotmul, y líneas telefónicas.
El General García organizó un servicio de exploradores a los que lanzaba frecuentemente al desierto campo enemigo en grupos de tres o cuatro individuos.
La misión era peligrosa, cuando era estricta y celosamente cumplida, por cuanto era fácil que los exploradores, sorprendidos por los indios, fueran sacrificados.
Por esa razón, no muchos la aceptaban con agrado y un cabo llamado Abato Canto, vecino de Peto, quien por su valor, audacia y pericia, prestaba importantes servicios en ese sentido, al mismo tiempo que por ellos se captó el efecto y distinción del General García, se conquistó el celo y animadversión de algunos de sus compañeros y aún díjose entonces que de algún Jefe.
Un día partió en comisión el cabo Canto, acompañado de un sargento y un soldado de Valladolid, llamado respectivamente José María Chablé y José Exaltación Díaz volviendo poco después los dos últimos, manifestando que Canto se había extraviado.
Pasaron días sin que aparecieran, surgieron sospechas y rumores de que le habían asesinado y arrojado a un cenote sus compañeros y estos fueron detenidos y procesados.
Se practicaron investigaciones, se encontraron en el campo prendas que pertenecían al desaparecido, aunque no el cadáver, y sin duda se comprobó la culpabilidad de aquellos sujetos, pues algún tiempo después del suceso, fueron pasados por las armas en la ciudad de Tekax, entonces cuartel de la Zona.
Ocupando ya Ichmul, treinta y ocho kilómetros de Peto, el General García con la escolta conveniente, visitó la histórica y yerma villa de Tihosuco, sobre cuyo derruido templo izó la bandera nacional, replegándose en seguida a Ichmul.
Parece que en un principio, para la campaña que se iniciaba se proyectó seguir el derrotero recorrido en las anteriores expediciones a Chan Santa Cruz, pasando Chikindzonot y Kampokolché; pero al fin se optó por otro más directo, al Sureste de Ichmul.
El avance era lento y penoso a causa de las dificultades en la apertura y terraplanamiento de accidentados y pedregosos caminos; construcción de cuarteles, hospitales y fortificaciones en los puntos que iban ocupando y guarneciendo; enfermedades por la mala calidad del agua y lo insalubre del clima, al punto de tener que guardar cama la mitad o más de las tropas expedicionarias, muriendo muchos individuos.
De esa manera llegaron a Balché, ocho kilómetros de Ichmul, en donde el General García fue sustituido en la Jefatura de la Zona y mando de las fuerzas por el señor General don Ignacio Bravo, quien trajo los Batallones 1º y 28º., a las inmediatas ordenes de los Coroneles don Ramón N. Ricoy y don Enrique Alabat, respectivamente, cincuenta de caballería a las órdenes del Teniente don Ruberto Ortiz y tres piezas más de artillería, tiro rápido, imprimiendo un vigoroso impulso a la campaña.
Se ocupó el avance hasta Okop, veinticinco kilómetros de Balché, dejando destacamentos en los puntos intermedios que se juzgó conveniente guarnecer.
En Okop el señor General Bravo hizo construir dos fortalezas con fosos, puentes levadizos y amplia campaña, calculando que allí comenzarían las hostilidades de los indios.
Los hechos justificaron su previsión. Un mes apenas ocupado el punto, guarneciéndolo el entonces Capitán primero don Aureliano Blanquet, fue una noche impetuosamente atacado por una fuerte columna de indios, la que tras rudo combate fue rechazada, después de matar a un arriero de Peto y llevándose siete caballos y prisionero a un señor Cámara.
En la mañana siguiente repitieron su ataque con más arrojo, y otra vez fueron rechazados, acampando y atrincherándose a tres kilómetros, a orillas de una aguada.
Telefoneado el suceso al Gral. Bravo, quien se encontraba en Peto, acudió violentamente, tomó cien hombres a su paso por Sabán y con ellos y la mayor parte de la guarnición de Okop, cayó rápidamente sobre los desprevenidos y mal armados rebeldes, a los que derrotó después de encarnizada lucha, dejando en el campo un muerto, que según el arete que llevaba en una oreja, tenía el grado de sargento….
Continuará.