Gilberto Avilez Tax
La muerte es la cosa más presente en el mundo de los vivos. Eso es una verdad de Perogrullo. Desde que el hombre es hombre, la muerte ha sido ritualizada, tratada de comprender en cantos, en poemas, en tratados, en filosofías, en mitos que han fundado civilizaciones y culturas diversas.
El día en que el primer mono que bajó de los árboles para caminar en las praderas africanas tuvo terror y compasión por la muerte de uno de los suyos, y lo hizo enterrar para que las bestias cercanas no devorasen sus mortales despojos, ese día comenzó el proceso de humanización del primer hombre. Al principio fue el mito: Gilgamesh o la angustia por la muerte, una epopeya acadia escrita hace cuatro milenios y medio, todavía nos sorprende porque todos nosotros deseamos “persistir en el ser”, ganarle vida a la muerte, a la inevitable condición humana. Eso lo entendió a la perfección uno de los conquistadores de estas tierras, Juan Ponce de León, que a los sesenta años partió hacia La Florida en busca de la fuente de la Eterna juventud.[1] Por la muerte se crean mitos que son ritos y que son religiones. Los mayas de la colonia, que se extrañaron de la religión del madero, entendieron bien el significado del cristianismo bajo estos términos: “Ceñudo es el aspecto de la cara de su dios. Todo lo que enseña, todo lo que había, es: “¡Vais a morir!”[2]
Por la muerte, o las angustias de la muerte, se han creado filosofías. Ahí tenemos lo que se dice en el célebre banquete anterior al día de beberse la cicuta, cuando Sócrates enseñó que el fin de toda la filosofía es prepararse para morir. Lo mismo, casi dos milenios después, pensaría el célebre barón de la Montaña, Michel de Montaigne, en uno de sus memorables ensayos.
Pero basta de referirnos a perspectivas ajenas, y apuntemos algunas consideraciones en torno a los ritos funerarios de la cultura maya a lo largo del tiempo No somos expertos en los rituales funerarios, y tampoco expertos para entender con propiedad los rituales muy barrocos y el significado de tantos elementos culturales mayas.
Entre los antiguos mayas, la muerte, el cese de todo, no se concibe sino apelando al concepto de la “blanca conciencia de la florescencia”, una especie de alma. Pero no es un alma según como se entiende en el mundo occidental. Escribe Markus Eberl: “La concepción del pueblo maya tanto clásico como moderno sobre el alma se basa en una peculiar visión del hombre y de su relación con el entorno”.
A diferencia de las creencias europeas, al hombre no se le considera como individuo autárquico (con la dualidad contrapuesta de cuerpo y alma) sino más bien como parte constitutiva del mundo circundante, al que se encuentra unido de múltiples formas. Pero esta alma individual del hombre maya, tenía un alter ego: el alma-waay, que se presentaba bajo la apariencia de un animal, y ambos estaban intrínsecamente relacionados. Si muere uno, muere el otro, si el waay se enferma, se enferma el hombre. La muerte es la disolución de las almas, el viaje de ellas hacia el mundo subterráneo acuático, que se unen al mundo de los vivos mediante los canales de agua. En su viaje al más allá, los difuntos tienen que sortear algunos peligros, como los okol-pixan, los ladrones de almas.
Tal vez mucho de esos rituales se han estado perdiendo, pero otros tienen una raigambre prehispánica: cuando un niño moría entre los mayas del centro de Quintana Roo, este se va inmediatamente a “La Gloria”, donde la virgen María lo protegería. En tiempos prehispánicos, tal vez se cambiaría la virgen por la Ceiba, madre igual. Villa Rojas, en su célebre etnografía, dio unas estampas de las prácticas mortuorias de los mayas del centro de Quintana Roo: estas se encuentran plagadas de palabras cristianas como purgatorio, infierno (metnal), la Gloria y pecados de muy variado tipo y hasta “El Juicio final”.[3] Por supuesto que esto tiene que ver con esa impronta de la colonización y de la “conquista espiritual cristiana”, que bien o mal, modificó muchas de las creencias prehispánicas mayas, las cuales solo son capaces de dilucidarse con propiedad con las duras faenas de los arqueólogos, aunque podemos decir que las conclusiones de estos últimos están igualmente mediatizadas por el filtro contextual actual y sus interpretaciones solo pueden ser vistas como aproximaciones inacabadas, aún con toda la solidez del desciframiento de la vieja escritura jeroglífica: las nociones culturales de los mayas actuales en torno a la muerte, tendrían que ser desbrozadas del fuerte légamo socio cultural producido por el contacto indo-europeo.
Lo cierto que una cosa es el culto a la muerte como tal (dioses de la muerte, el Mictlán, el Xibalbá, Xipe Totec, el señor desollado, Ah-Puch, eso no se cuestiona) y otra todo esa parafernalia de las celebraciones, las fiestas en los cementerios, los “concursos” o “demostraciones de altares” (es decir, la muerte y los muertos puestos como mercancía por el sistema educativo y cultural), los saraos y misas en los túmulos, las borracheras familiares el 31 de octubre, o las “calaveritas” que realizan los niños en el centro del país y que en la Península no se ve tanto.
Por cierto, ¿había cementerios en las culturas prehispánicas, en Aridoamérica, similares a como lo entendemos ahora? Las prácticas funerarias son muy distintas, muy variadas: Thompson nos da, en Grandeza y decadencia de los mayas, un ejemplo de cómo se enterraba a un jefe del pueblo: en una gran vasija en forma de tinaja, se le ponía lo necesario, esclavos y hasta su perro. Las pirámides igual sirvieron para enterrar a los dioses hombres y reinas rojas, ahí tenemos a Palenque del Gran K’inich Janaab Pakal. Esto en Mesoamérica, ¿y en Aridoamérica? Por supuesto que hubo enterramientos, eso es algo que nos caracteriza como especie. Pero habría que decir que el cuerpo humano no era sino un canal prescindible, los huesos no tenían la necesidad de perdurar otras vidas. Ya lo dijeron antes los chilames: los frailes del dios del madero solo hablaban de pecado, de muerte, su culto era el culto a la muerte y no a la vida.
La muerte y su celebración y su exorcismo en tiempos antes del contacto indo-europeo, no fueron ni por equívoco similares a lo que ahora se practica en México posterior a la conquista espiritual: existe mucho de catolicismo en este culto hacia la muerte, que se nos olvida que lo más importante es la vida, la vida que tenemos, esta única vida.
Algunos rituales y creencias en días de muertos
En Yucatán, a estos días le decimos “finados”, y en muchos pueblos con presencia yucateca en Quintana Roo, la cosa es igual. La fiesta en honor a los que vienen es asunto de familia, de todo el pueblo en general. Hay veces en que se reúnen las cabezas de las familias para lo que se tendrá que hacer, para ver cuánto aportarán los integrantes para las comidas de las ánimas porque el dinero es escaso, y más entre los mayas. En algunos lugares se hace un altar (táss che’) ex profeso, aunque en otros es un altar permanente, donde se ponen fotografías de los difuntos de las familias. ¿Y cuando no había fotografías ni daguerrotipos? Es costumbre que se pongan velas en los caminos para guiar el camino de las ánimas hacia las ofrendas de la celebración: la comida para niños se da el día primero, la comida para adultos el 2, y que puede ser chak waj, el chilmole, el mole, el pibil nal, y las frutas, dulces de camote y de cacahuate de la época. El incienso aleja al mal viento.
Antes de la llegada de las ánimas, en los pueblos creyentes todo es un constante limpiar. Se limpia toda la casa y el solar, todo debe estar limpio para los finados. Se limpian y adecúan los cementerios. El 31 de octubre se deja prendida toda la noche una veladora afuera de las casas. Y ese día se hacen rezos, con pan, chocolate y se ora. Es creencia extendida entre la gente maya, que para esas fechas uno no debe dormir muy de noche ni menos ir a la cacería o tardarse en la milpa, porque los difuntos visitan la dimensión de los vivos. También es creencia de que hay que ponerles un hilo rojo a los bebés, porque las ánimas pequeñas pueden llevarse a los niños. El rojo no es del agrado para los muertos, porque les recuerda el infierno.
Gregorio Vázquez Canché, el maestro que más conoce estos temas, me ha aportado un ensayo suyo del cual extraigo algunas ideas. Conocedor experto de las tradiciones mayas, Gregorio apunta que en el calendario maya existe un mes, el “Xuul”, final, que coincide con el mes de noviembre. Igual señala que existen dos días de nombre “kimí” (muerte) y “máanik” (el paso de los espíritus”) que pueden tener muchos parangones con el uno y dos de noviembre. Gregorio nos informa que, en las creencias más profundas del pueblo maya, existe un pajarito que solo canta de veinte a cuarenta días, de octubre a noviembre. Es un ave mística, poca gente lo conoce, y se le denomina pix (de ahí viene el nombre pixan, alma), yaaj, o wi’ij, este último, es el sonido de su canto: wi’ij. Con su canto anuncia la llegada de las almas de los difuntos.[4]
James Bond en Pomuch
Cuando el Gobierno entra a meter sus narices en las tradiciones del pueblo, como es el caso de Pomuch, le da toditita en la madre. Y hablamos del nuevo gobierno de Campeche y su gobernadora Layda Sansores Sanromán, la hija del cacique el Negro Sansores. Es ridículo, por no decir otra cosa, lo que ha pasado en días recientes en Pomuch. ¿Pero por qué Pomuch? Pues por la simple razón de que en ese pueblo campechano, la gente tiene la extraña y macabra costumbre de desenterrar a sus muertos y limpiar sus huesos. Cosa única en toda la Península, por fortuna. Jamás en mi pueblo he visto eso. Yo puedo entender esa costumbre, respetarla y decir que es cosa interna de la comunidad. Desde hace un lustro, los campechanos han buscado que esa práctica funeraria de los pomucheños sea declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. ¿Y con qué fin? “Con el objetivo de que Campeche cuente con un atractivo turístico”.[5] Así de capitalista la cosa: promover el turismo importándoles el poco respeto a los muertos y a las costumbres extrañas de los vivos. La UNESCO, que en el 2008 declaró al Día de Muertos en México como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”, por fortuna, no les ha hecho caso a los gobiernos campechanos: lucrar con lo macabro, es cosa muy distinta a la celebración que en su fuero interno, en su mundo cotidiano y cultural, hace la fe de los mexicanos estos días.
Pero en Campeche las cosas son muy de experiencias paranormales. Es el caso de la recién gobernadora, que desde sus redes ha enviado algunas ideas para entender por qué hablamos de la Xcaretización como la peste que infecta a la Península: el turismo y la venta de la cultura maya, hasta la teatralización y montaje más inverosímil de ella, es lo que cuenta. Transcribo estos post de la gobernadora:
1.- Con gran algarabía vivimos el Festival de #DíaDeMuertos de Pomuch para el Mundo. Qué alegría ver a todos mis hermanos disfrutando de estas fechas donde recordamos a quienes ya no están con nosotros (1 de noviembre de 2021).
2.- “Vivimos una noche inolvidable llena de colores, olores y sabores en el Festival de #DíaDeMuertos de Pomuch para el mundo.Nos visitaron turistas nacionales y extranjeros con quienes pudimos ver el gran amor para mantener vivo el recuerdo de nuestros difuntos. #GobiernoDeTodos”.
Y en uno de los carteles que el Gobierno de Campeche, el Archivo General de ese estado y otras asociaciones pusieron en circulación, dice mucho de este montaje escénico a lo James Bond. En el twitter de Campeche Travel, la cuenta de promoción turística del Estado de Campeche, se encuentra este siguiente cartel con esta pregunta: ¿Ya estás listo para vivir la experiencia de vida y muerte en Pomuch, Janal Pixán 2021?
Lo interesante de esto es el afán turístico que persigue un festival creado por el gobierno de Campeche, que viene a violentar hasta la intimidad misma de la gente de Pomuch y sus tradiciones de día de muertos. Y es en el hecho de que en las actividades a realizarse en Pomuch, impulsados por el gobierno de ese estado, se encuentran, entre otras cosas, lo siguiente: además de un ya hasta aburrido “concurso de altares”, lo rarísimo está en la “Recreación de la limpieza de ‘los santos restos óseos’”, un “paseo en réplica del cementerio Pomuchito lindo, si muero lejos de ti”, y los “disfraces de catrina”.
Es decir, un xec donde está presente, por supuesto, la ignorancia, el desprecio y el afán de lucro de las autoridades campechanas y sus patrocinadores empresariales.
Y en Puerto Juárez la cosa no se queda atrás
Ceremonias mayas” de la Xcaretizacion, al más puro estilo de James Bond, en Puerto Juárez se dio cita lo más granado de ella: ahora se inventa un “desembarque”. Las “catrinas”, cosa traída con las fiebres chilangas a estas tierras palúdicas, inventada por Posadas, recreada por Rivera, descienden o ascienden no del Xibalbá, sino de las canoas de la xcaretización para tomar champán con sus fresas y oyendo un “mayapax” al estilo rap maya. Inventos extraños donde la muerte se difumina y el show y el burdo espectáculo de los políticos de pacotilla se hace presente.
Porque ni en Cancún con su presidenta represora que quiere gobernarnos, ni en todo Quintana Roo, ni en los demás municipios, he visto un altar que rinda honores fúnebres a los 4046 muertos (cifras oficiales, dudemos de ese rango y calculemos el triple) que ha dejado la pandemia en más de año y medio en el Caribe mexicano. Nadie habla de ellos, de los que el Covid se llevó porque la muerte siempre tuvo permiso y primero era el turismo; nadie habla de ellos, pero sí de los concursos de altares, de las comilonas, las pachangas colectivas que se dieron y de las catrinas desembarcando. Esos cuatro mil y más quintanarroenses (cifras, volvemos a repetir, oficiales), esos que transportaban a los turistas del aeropuerto a los hoteles y que sin medidas de protocolo –porque no hay que hacer que se enfade el turista gringo y europeo- se enfermaron y fueron los primeros en morir. De ellos, ¿quién se acuerda? El gobierno festeja los días de muertos, pero creo que festeja la desmemoria, el no querer recordar, que la vida es corta y que lo mejor es reactivarlo todo, aun si chapaleamos entre cadáveres.
[1] https://www.abc.es/cultura/abci-descubrio-ponce-leon-fuente-eterna-juventud-201705080402_noticia.html
[2] Chilam Balam de Chumayel.
[3] Véase Los elegidos de Dios…pp. 423-33.
[4] “U Jaanal Pixan. Banquete de las Ánimas”. Por Gregorio Vázquez Canché. Documento en pdf.
[5] https://nuestragentecampeche.com/noticias/buscaran-que-dia-de-muertos-de-pomuch-se-patrimonio-intangible/