Gilberto Avilez Tax
Juan Bautista Vega, el general cruzob blanco de Cozumel
En la narrativa popular de la Guerra de Castas, los personajes blancos o “ladinos” que contribuyeron para la lucha autonómica de los mayas, han sido difuminados por una perspectiva indianista y radical: la complejidad de los procesos históricos, políticos, económicos y culturales que englobamos bajo el manto simplificador de “la Guerra de Castas”, no fue para nada dicotómica, sino que hubo hiatos, caminos y senderos de la historia regional que cuestionan las simplificaciones bi-étnicas del conflicto.
Los “ladinos” (ese adjetivo, muy propio de Guatemala, lo utilizó Reed para referirse al mundo blanco y “mestizo” de la Península[1]), hay que insistir en ello, contribuyeron desde el primer momento para la modificación estructural del Estado neocolonial del Yucatán de mediados del siglo XIX. Pienso en el mestizo José María Barrera, fundador de Santa Cruz-Felipe Carrillo Puerto; en el aguerrido vallisoletano, Bonifacio Novelo; o quien ha sido fragmentariamente tocado en la historia del siglo XX de los cruzob: el General Juan Bautista Vega, cozumeleño radicado casi toda su vida en Chunpom, y cuyos restos mortales descansan en el cementerio de Felipe Carrillo Puerto. Tal vez este olvido de Vega se deba a que la figura de Francisco May ha opacado a otros líderes en las preferencias de los historiadores regionales y en la narrativa de la historia oficial. Sabemos que en un momento determinado del auge chiclero de la década de 1920, Vega tendría algunas rispideces con el batab de Yokdzonot Guardia, aunque, desde luego, como menciona Reed en alguna parte de su célebre obra, o recientemente el biógrafo de May, el japonés Ei Kawakami, Vega “admitía la facultad de May para negociar con el mundo exterior y le pedía ayuda cuando era necesario”.[2] Estos dos jefes de los mayas cruzob, han recorrido caminos distintos en la memoria oficial y en el interés de los historiadores regionales y extranjeros para explicar los procesos históricos de la construcción del Estado regional en el oriente de la Península.
Vega, al igual que May, también negociaría con el mundo exterior por medio de las innumerables cartas que se encuentran desperdigadas en el Fondo Presidentes (y otros fondos) del Archivo General de la Nación, o seguro en el Registro Agrario Nacional, en los archivos de la SEP, o en los pocos documentos que se encuentran con precariedad en el Archivo General de Quintana Roo, y más seguro, en el Archivo General de Yucatán. La revisión de los periódicos meridanos de esas épocas lejanas del Territorio, aun feraz y selvático entre 1915 y 1940, no tatuado por las carreteras que apenas iniciarían su construcción hacia fines de la década de 1950, daría otras pistas para acercarnos a una figura que nos parecería extraña en la primera impresión, pero que tiene continuidades en la historia de larga duración de los mayas con el mundo “ladino”, desde los primeros contactos que se dieron, precisamente, en las mismas tierras insulares de donde era originario Vega, pero en 1517. Tal vez Vega se asemeja, con muchas similitudes, al español Gonzalo Guerrero que decidió casarse y hacer familia maya y defender la libertad maya contra los invasores de su misma estirpe. Pero Vega no contaba con 40 sino con diez años apenas al comenzar su vida entre los mayas en 1895, cuyos líderes, como Florentino Cituk, el maestro de Vega, ya presentían cómo el Estado central porfiriano preparaba sus redobles de guerra para el inicio de la “pacificación”.
Vega es un personaje que está más cercano a la historia oral, aunque, desde luego, como hemos dicho, hay caminos secundarios y archivos que puedan darnos un panorama de su vida. Sin embargo, intentemos escribir algo del hombre, rastrillando lo que se encuentra en nuestras posibilidades. El primer autor que leí hace bastantes años que me dio relación a pinceladas de Vega, fue Guillermo Goñi, con su libro “De cómo los mayas perdieron Tulum”. Goñi hablaba de ese Tulum que durante buena parte de la segunda mitad del siglo XIX, fue zona vedada para los primeros arqueólogos mayistas que se internaban seguidamente en las selvas de la Península para estudiar los monumentos arqueológicos comidos por la tupida vegetación. Sabían de Tulum por los primeros cronistas de principios del XVI que escribieron de ella, pero Tulum, desde la segunda mitad del siglo XIX, se había vuelto en un bastión sagrado de los cruzob, ahí oficiaba la reina y sacerdotisa, María Uicab. Nadie quería acercarse a la ciudad antigua debido a la “crueldad” de los mayas, al temor de ser irremisiblemente asesinados, como le sucedería al padrastro y demás acompañantes del niño Vega, que arribaron a costas de Tulum en 1895.[3]
Nacimiento y primeros pasos
Las fechas de su nacimiento creo que son claras: el cronista de Felipe Carrillo Puerto, Carlos Chablé, indica que nació el 24 de junio de 1885. Veudi Vivaz Valdez, profesor retirado y que conoció a Vega en 1963, asienta la misma fecha. En lo que difieren ambos, es en los años que tenía al llegar a Tulum, así como en el momento de su muerte: Chablé escribe doce años y Vivas once. Su muerte la pone el primero un 28 de julio de 1969, y Vivas un 24 de junio del mismo año. Estos son tiquismiquis míos, que no modifican gran cosa la trayectoria que tendría el niño Vega. En su pequeño artículo, Chablé habla del afán educativo de Vega, al pedir en 1962 al presidente López Mateos la construcción de la secundaria Leona Vicario. El cronista considera que Vega, del grupo de Chunpom, se encontraba a favor de la introducción de las escuelas en la región.
¿Cómo llegó a ser líder maya este hombre blanco de facciones suaves? Chablé apunta que por su conocimiento del español y por saber leer y escribir, lo salvaron de ser sacrificado como le sucedió a su padrastro, Ruperto Loría y a los demás integrantes que arribaron a la costa de Tulum.[4] En Conversaciones inconclusas, Sullivan recoge la impresión de un norteamericano que conoció al que fuera el “Escriba” del profeta Florentino Cituk: se trataba de un personaje “interesante”, “una mezcla de hombre de negocios, charlatán, diplomático y vidente”, que hablaba sobre los usos y costumbres de la gente bajo su cargo. Vega no era maya, era el único sobreviviente de una partida de pescadores cozumeleños que desembarcaron a las costas de Tulum para cocinar la magra cosecha marina, cuando de pronto aparecieron los mayas y a todos eliminaron, salvo al niño de diez años, que se lo llevaron para criarlo bajo las enseñanzas mayas.[5]
Nelson Reed, por su parte, que seguramente leyó al mismo autor que Sullivan,[6] refiere el mismo hecho, pero habla de la importancia para una sociedad casi ágrafa como los cruzob de ese entonces, de contar con alguien que dominaba el español y que sabía leer y escribir: el ladino de Cozumel por nacimiento, pronto sería uno de los agentes tribales de los cruzob bajo la batuta de Florentino Cituk hasta 1915, en que la gripe española se llevó al profeta y a otros veteranos mayas, para ceder el lugar a nuevos líderes como el mismo Vega y el General May. Ambos eran casi contemporáneos,[7] con tres décadas de vida al asumir los cargos que habían dejado las muertes de los viejos caudillos. Vega pasó a ser secretario, y pronto reclamó la autoridad de General. Una vez que los huaches habían salido del antiguo Santuario en 1915, a Santa Cruz no volverían los mayas porque los malos vientos habían echado raíces, y el grupo se dividió en dos, buscando tierras vírgenes: Francisco May y su gente, más numerosa, se fueron a Yokdzonot Guardia, lugar donde se preservó con mayor rigor el culto a la Cruz Parlante. El otro grupo, dirigido por Juan Bautista Vega, se estableció en el pueblo sagrado de Chunpom, en la Zona Septentrional, a escasos kilómetros de la milenaria ciudad de Tulum. No se separaron mediante pugna alguna, pero prefirieron vivir separados, y ambos líderes eran aceptados por su gente. En el grupo de Yokdzonot se encontraban los más celosos de la tradición, los que defendían contra viento y marea la autonomía maya. Este grupo, con el fin de la bonanza del chicle en 1929 y la constante y cada vez mayor presencia del Estado en la selva,[8] se seccionaría nuevamente, y unos se irían a Chancah, y otros, los guardianes de las costumbres antiguas y autonómicas, buscarían otro “pueblo santo”, en un paraje despoblado al que le pondrían el nombre de X-Cacal. [9]
En su visita que hiciera al Territorio de Quintana Roo en 1959, Reed recoge unas impresiones de su guía “Mundo”, nativo de Tulum, acerca del viejo General Juan Bautista Vega, del pueblo cercano de Chunpom. “Mundo” decía que “Don Bautista” era un hombre “muy inteligente”, y que tenía “un libro muy grande escrito en maya donde se dice todo. Don Bautista sabe leer. En ese libro se habla de los aeroplanos y de las carreteras”.[10]
La actitud abierta de Vega al mundo se comprueba en las cartas que le enviaría al gobierno central para hablar del gobierno de su jurisdicción, o para dar estampas de otros líderes como el mismo May.[11] Otra prueba de su aperturara era que no se oponía al establecimiento de las escuelas en la zona indígena del Territorio bajo su mando. Contrario al grupo de X-Cacal (Tusik, Señor, X-Maben, Pino Suárez y hasta Dzulá),[12] que se opusieron a las escuelas hasta bien entrado la década de 1940, el grupo de Chunpom y los de Chancah fueron más abiertos a ello desde la década de 1930. En Chunpom, Vega propuso, como condición básica para aceptar la escuela, que se le nombrase a él como profesor, o en su defecto, que el Gobierno le otorgase un subsidio.[13]
Veudi Vivas Valdez: Cronista de Vega
Sin duda, el que ha dado más luz sobre los primeros años de Juan Bautista Vega, es el investigador cozumeleño, Veudi Vivas Valdez, profesor jubilado de la isla. En 1963, el profesor Vivas, después de una larga travesía en caminos de arria llegó con dos profesores yucatecos –uno, meridano de apellido Pinto, y otro, ticuleño de apellido Estrella Sulub- al santuario de Chunpom. Los jóvenes mentores, al llegar, optaron por ir a descansar a la escuela del lugar, pero el arriero les sugirió que primero debían ir a saludar a “Don Juanito”, el legendario general Juan Bautista Vega, que en ese entonces contaba con 78 años, y 67 viviendo entre los mayas. Vivas nos cuenta que el General no solo era el hijo natural de Gerarda Vega Casanova, sino que era nieto de los repobladores de 1848, blancos pobres en su mayoría, que huyeron de sus pueblos cuando la Guerra de Castas se había desbordado, y que vieron las islas cercanas como primer refugio,[14] a falta de caudales suficientes para irse más lejos del incendio que corría en la Península. Sus abuelos que llegaron seguramente que en botes endebles a la isla de las golondrinas, se llamaban Quirino Vega y Santos Casanova, oriundos de Chemax. El General dejaría tres hermanos menores al momento de su captura, y otra hermanita nacería después, Feliciana, nacida en 1898, a la que conocería en 1924 en su primera visita de regreso a la isla. Los cinco hermanos no eran, por supuesto, del mismo padre.
El profesor Veudi, en su texto, nos cuenta cómo el mismo General Vega abordó lo de su captura a manos de los mayas, en julio de 1895. No fue por andar de pescadores ociosos y temerarios, pues su padre y un marinero de nombre Ignacio Medina, tenían la encomienda de llevar a un “misionero norteamericano”, de apellido “Fabricks”, hacia la costa rebelde, para acercarlo a Tulum. El relato del investigador cozumeleño es poco claro, pues no sabemos si Ruperto Loría e Ignacio Medina, tenían el objetivo de contactar a un grupo de mayas rebeldes e intentar convencerlos de que desistieran de su lucha contra el gobierno, o si este era en realidad el objetivo del misionero norteamericano Fabricks: dejarlo en la costa cercana a Tulum y regresar los cozumeños lo más rápido posible. Lo cierto es que el niño Vega se embarca con ellos, pero apenas arribando, una partida de mayas rebeldes los ataca, matando a los tres adultos, y dejando vivo al niño, que en pocos años engrosaría las filas de los combatientes rebeldes cuando se diera la invasión definitiva de los porfirianos por tierra y mar. Las propias palabras de Vega son sorprendentes del destino que pronto le aguardaría entre su nuevo pueblo: “La mano de Dios detuvo el machete que se alzaba sobre mi cabeza”.
Hecho prisionero, fue conducido directo a los dominios del profeta Florentino Cituk, custodio de los Divinos mandamientos (santo almahtaan) del pueblo elegido. Cituk, que predijo la apertura de caminos en el antiguo territorio cruzob y que sus descendientes comerían con sus enemigos, inmediatamente vio en lo hondo del alma joven del niño, que tenía actitudes para ser no solo su “escriba” y secretario, sino para heredarle el Alto Conocimiento. Pronto aprendió la lengua maya el niño Vega, y comenzó a compartir con los niños del pueblo sus conocimientos de escritura y aritmética: comenzó a darles clases a los hijos de los defensores del territorio cruzob a fines de ese traído y vuelto a traer siglo XIX. Florentino Cituk lo nombra su secretario, y a los 15 años lo quiso emparentar con él, al comprometerlo con su hija, Agustina Cituk, pero Agustina falleció repentinamente. Verónica Cen fue al final su esposa, con la que tuvo tres hijos.[15]
A la muerte de Florentino Cituk, Vega tomaría su lugar para seguir los usos y costumbres, aprendió a la perfección los arcanos de la lengua y escritura antigua de su maestro, con el cual vivió momentos terribles de la invasión porfiriana a principios del nuevo siglo XX, el repliegue a lo más desolado de los bosques, los años crueles y despiadados de Ignacio Bravo en las tierras que Cituk y tantos otros defendieron, y los nuevos vientos de cambio que vendrían con la “Revolución desde afuera”. 20 años, dos tercios de su vida al morir Cituk, fueron suficientes para que la memoria del profeta germinara en el líder de los mayas que vino de Cozumel, convirtiéndose durante 54 años en el líder religioso, militar y civil de su zona de influencia de Chunpom. Nunca dejó a los mayas, ahí estuvo con ellos, como maestro a los diez años, como guerrero haciéndole frente a los batallones de Bravo, como intelectual al servicio de los Tatiches, como estudioso de la memoria enclaustrada y, al final, como patriarca que veía con sus ojos cansados, con amor paternal a sus “hijitos”, los mayas de Quintana Roo.
En su memoria, en Cozumel se erigió una estatua de Vega, en los cruces de la Avenida Juárez y Avenida 120.
[1] Sobre este mundo abigarrado y barroco de las categorías sociales de Yucatán (incluido Quintana Roo), véase a Peter Hervik: “Las categorías sociales de Yucatán”. Boletín de la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán”. Año 20. Marzo-abril 1995. No. 119, pp. 5-43.
[2] Ei Kawakami. “Intermediario entre dos mundos: Francisco May y la mexicanización de los mayas rebeldes”. Historia Mexicana. LXII: 3. 2013, p. 1172.
[3] Guillermo Goñi. De cómo los mayas perdieron Tulum. INAH. México, 1999.
[4] Carlos Chablé. “Recordando al General Juan Bautista Vega”. 26 de junio de 2009. En https://elcronistafcp.org/recordando-al-general-juan-bautista-vega/
[5] Paul Sullivan. Conversaciones inconclusas. Mayas y extranjeros entre dos guerras. España. Gedisa. 1991, p. 47.
[6] En realidad, se trata de Gregory Mason. 1927. Silver Cities of Yucatan. Nuevs York: Putnam.
[7] Kawakami arguye que el nacimiento de May se dio a mediados de la década de 1880.
[8] El chicle, industria completamente dependiente del yanqui, no soportó ese año los efectos del viernes negro en Wall Street, Nueva York.
[9] Alfonso Villa Rojas. Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo. México. INI, 1992, p. 127.
[10] Nelson Reed. La Guerra de Castas de Yucatán. México. Editorial ERA. 1971, p. 266.
[11] Véase Kawakami…p. 1171.
[12] Los de este grupo alegaban motivos que me parecen hasta razonables vistos a la distancia, para no dejar pasar a la escuela (y más si consideramos el hecho de que en 1933 se dio un enfrentamiento armado entre los federales y los de Dzulá): “las escuelas corrompen la vida y las costumbres de los pueblos”, recogió Villa Rojas de los del grupo de X-Cacal. ¿Y no ha sido la escuela desindianizante vía el lingüicidio castellanizante del siglo XX, prueba de ello? Además, los de X-Cacal pensaban que los maestros no eran sino “espías del Gobierno Federal”. ¿No la escuela enarbolada por la SEP Vasconcelista buscaba con insistencia la “mexicanización; y muchos maestros “ladinos” a la larga, no se convertirían en caciques municipales al servicio del partido oficial del siglo XX? Los de X-Cacal no erraban.
[13] Villa Rojas…p. 130.
[14] Por supuesto, no contaban con los caudales suficientes para irse a Cuba o la Ciudad de México: el refugio cercano de este segmento no indígena que huía de la Guerra de Castas, eran las islas cercanas como Holbox, Cozumel e Isla Mujeres. Los mayas que no querían la guerra, mejor optaron por cruzar hacia la vertiente inglesa del Hondo.
[15] Veudi Vega Valdez. “Juan Bautista Vega, un cozumeleño entre los mayas”. Artículo aparecido en Facebook del Instituto de la Cultura y las Artes de Quintana Roo. 9 de junio de 2020.