Gilberto Avilez Tax
El domingo seis de junio pasado el “oficialismo” volvió a tener su tercera derrota al hilo propinada por la “marca Morena” y la vitalidad y cercanía que aún conserva el Presidente López Obrador en estas tierras tropicales, donde desde 2006 no ha perdido cada vez que se presenta su nombre en las boletas. Desde 2019 y en este 2021, el nombre del Presidente no se encontró en ellas, pero eso no impidió que el quintanarroense se volcara a votar por su partido y por los candidatos que presentó el morenismo.
Días antes de las elecciones del 6 de junio, supuse que esta vez, Morena en Quintana Roo, por sus pleitos de cantina pueblerina por el poder tras el poder entre sus distintas facciones y grupos, no la tendría fácil, y más por el mercadeo vulgar de candidaturas hechas por los padrinos con derecho a picaporte en Palacio Nacional, las “imposiciones” legaloides contra toda razón de ellas, y las nuevas caras “morenistas” que se presentaban en las candidaturas a diputados federales y que recuerda mucho los tiempos de Borge. Esto me dio pie a pensar que tal vez perdería algunas posiciones en los municipios que gobernaba hasta en ese entonces (4 en total si contamos Puerto Morelos), y en algunas diputaciones federales donde presentaba a simples papanatas, a autoritarios consumados, o a nóveles políticas completamente desconocidas en la zona maya y el sur. Aun contra esa razonable y explicable duda, Morena no solo ganó en los cuatro municipios que gobernaba, sino que se agenció otros cuatro para pintar de guinda la parte continental del estado y hasta la misma isla de origen de al menos cinco gobernadores de Quintana Roo: Cozumel.
El 6 de junio fue como un meteoro de proporciones tal vez mucho más profundas a lo que ocurrió en el 2018, pero la cala del desastre no se analiza a fondo, pues todos piensan que Morena ya controlaba parte del territorio, aunque hay que decir que ese “control” fue inmediatamente nulificado por las cercanías que desde 2018 tuvieron algunos políticos morenistas con el oficialismo estatal: tal es el caso triste del hoy borrado del mapa político, Luis Alegre, y la que al final se volvió una panista mazapán, Reyna Durán; o bien, la muy servicial al oficialismo, Mara Lezama, que en su lucha frontal por el control de las quinielas hacia la gubernatura contra Marybel Villegas, seguro se habrá ganado la simpatía de la 22 de Enero. Morena Quintana Roo, si pensamos en la runfla de diputados locales que desde 2019 se encuentran en el viejo edificio de Punta Estrella, se asemeja a un partido acomodaticio, sin figuras visibles, sin iniciativa seria y enmarcada en una perspectiva de análisis muy cuestionable. Los diputados de “cuna morenista”, tal vez eran mejor repartiendo el periódico de su partido o pintando bardas, y junto con los ex-priístas que conforman su bancada, nunca supieron ser el fiel de la balanza del poder regional, y han pasado sin pena ni gloria estos dos años legislando fruslerías.
Repasando esto, y observando el desastre como sello distintivo de las administraciones morenistas chetumaleñas, cancunenses y playenses, suponíamos que estaba difícil un triunfo arrollador como lo que sucedió en 2018 o 2019. Sin embargo, contra ese pronóstico, el triunfo fue devastador, y mucho tiene que ver con una clase política oficialista que nunca cuajó liderazgos posibles y dio rienda suelta a hoyos negros en algunos municipios, como Tulum o José María Morelos. La cala del desastre es mayor porque refleja, sin duda, la orfandad actual del joaquinismo, porque explicita que ya no hay caballería alguna que intente siquiera dar la última batalla numantina antes de que caiga todo el reino a manos de los bárbaros, porque hay una certeza inequívoca de que el sexenio ya naufragó y todo será, hasta ahora, llegar a la costa para entregar las vituallas que quedan para el apetito de poder de los bárbaros. Y los bárbaros, ya no vendrán de la isla de las golondrinas, perdida ya a manos de ellos; los bárbaros vendrán del Norte, del nido de serpientes, supongo.
En la Zona Maya y municipios aledaños
Y a todo esto, uno no puede sino preguntar: ¿Se han entregado las llaves del feudo antes de tiempo? Si no es así, podemos hablar del efecto Obrador, que hizo ganar el seis de junio once gubernaturas para Morena y obtener la mayoría simple junto con sus aliados en San Lázaro. Para el caso de Quintana Roo, el nivel de desastre se puede medir en el hecho de que las burbujas caciquiles y pre-modernas que quedaban en la Zona Maya, al fin fueron desinfladas con una votación de ciudadanos jamás impensada, pues esta vez, la compra de credenciales y conciencias no hizo efecto alguno. El oficialismo pierde en toda la zona maya los tres municipios, y feamente fueron vapuleados en el cacicazgo de José María Morelos. Perdieron en Chetumal aunque fácil hubieran ganado con otro candidato menos acartonado; perdieron en Cozumel porque el panismo de la isla no quiso seguir el juego a los casi extintos tricolores y le dieron la espalda al hijo y sobrino de dos gobernadores; y en Bacalar, el oficialismo tuvo que traer a su redil a un ex contrincante del PRI, cacique primero y primer presidente municipal constitucional de ese joven municipio, para que jugara por ellos. Perdieron, además, en Cancún (aunque ahí se veía favoritismo oficial), y perdieron de forma inequívoca en Tulum frente a un Marciano Dzul Caamal que regresó por sus fueros para retomar el control de su feudo municipal. Perdieron en Puerto Morelos y solo conservan Isla Mujeres y su feudo Playa del Carmen lo recuperan por la estupidez y corrupción consuetudinaria del clan de los Beristain. En cuanto a las 4 diputaciones federales, las cuatro perdieron. Todo esto me hace preguntar, ¿ya pactó su salida de forma tranquila el oficialismo, entregando anticipadamente el reino tropical?
Y sucedió, sucedió, el dicho tan conocido en José María Morelos
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. En este sexenio que ya acaba, el municipio de José María Morelos fue entregado a una familia con patente para explotar a discreción. Ocuparon carteras en secretarías locales, y luego manejaron de una forma desastrada al municipio más pobre del estado, y sacaron una curul en Punta Estrella debido a las buenas migas que se tenía con el hoy morenista de closet, Chac-Mex. La corrupción, el autoritarismo infantil, las riquezas inmoderadas, todo eso fue con anuencia venida de Chetumal. Pero el pueblo, sobre todo el pueblo maya, se cansó; y a los intentos de reelegirse a pesar de hacer un cagadero administrativo, las comunidades se rebelaron y buscaron nuevos caminos políticos. Era bola cantada que este pequeño feudo municipal se perdería de forma inminente, pero nadie, al parecer, prestaba atención a los indicios.
Pero los indicios ahí estuvieron siempre: desde 2020, en plena pandemia, crearon una especie de plan B para quitarle al que hoy es presidente electo, Erik Borges Yam, la candidatura a la presidencia por Morena: en este municipio, los precandidatos de ese partido llegaron hasta un número que buscaba el infinito, y Borges, con fino tacto, previó las añagazas que venían no solo con estos grillos que se decían “fundadores morenistas” y que infectaban las redes, sino que desde otras plataformas políticas –el Verde y el PT locales- buscaban la manera para quitarle su posible candidatura: Morena José María Morelos, decidió ir sola a la contienda, y cuando Borges obtuvo la candidatura morenista, al menos dos de sus cercanos contrincantes buscaron, al 15 para la una, que se les diera el chance de ser los candidatos de los verdes: los del verde les dieron el portazo, y no sin antes sacrificar a los amigos. ¿Quién movía a estos personajes?, ¿cuál mano maquiavélica se tomaba las fotos con Casados Pajín y los petistas locales?
Y si no pudieron arrebatarle la candidatura morenista a Borges Yam, intentaron dividir el voto ciudadano con políticos advenedizos y llevando a un viejo administrador de los caciques a competir en la liza electoral. Antes que nadie, dije que “el factor Cetina” (Carlos Cetina Alamilla, quien fuera candidato de Movimiento Ciudadano a la presidencia municipal de JMM), les jugaría como efecto boomerang a la familia reinante de JMM. Creyeron que enviándolo al ruedo le restaría votos a Borges, y sucedió lo contrario: Cetina restó votos al PRIANREDÉ josemariamorelense.
¿Cómo podemos explicar el triunfo de Erik Borges Yam? Sin duda, un factor evidente es que, ahora sí, la “marca Morena” y las políticas sociales del gobierno federal escoradas, preferentemente, a las clases populares, jugaron un papel preponderante. Pero ese es un factor que no explica totalmente el triunfo. Pongo en la mesa de análisis el hecho indubitable de que José María Morelos tuvo, de 2018 a 2021, a uno de los ayuntamientos más estólidos, corruptos y sin capacidad para resolver los conflictos que se le presentaron, como cuando en diciembre de 2019, ex trabajadores del ayuntamiento bloquearon la carretera federal que une José María Morelos con Chetumal; o bien, cuando la represión brutal contra campesinos de La Esperanza en plena pandemia, los cuales solo pedían que se les cumpla con repavimentarles la carretera.
Otro factor, y este me lo confirmaron los testimonios de priístas locales, fue la soberbia de pretendida autosuficiencia del que dirigió la campaña de la candidata del PRD y sus aliados a la presidencia municipal: “no hubo un empalme, no quisieron que trabajáramos juntos nosotros los priístas con ellos, todo lo controlaba el marido de la candidata y la soberbia lo encegueció porque el priismo se le volteó y muchos de ellos mejor votaron por el Rebelde”. Y este mismo testimonio de un priista de JMM, me cuenta que un factor importante del triunfo en el 2018 de la candidata oficialista derrotada este año, fue que toda la estructura del Ayuntamiento que presidía José Dolores Valadez Chi, jugó para el triunfo de “la primera presidenta en la historia de José María Morelos”.
Pero el factor más importante para explicar el triunfo de Erik Borges Yam, no se debe, tampoco, a políticos sabaneros que tres días antes se acercaron al candidato. Se debe, sobre todo, al trabajo ingente de Borges en las comunidades, las cuales recorrió todas, las 64. El domingo 6 de junio, desde la tarde me llegaron rumores que luego dejaron de serlo a partir de las ocho-veinte de la noche: Erik Borges Yam, el Rebelde de Kantemó, estaba arriba en las encuestas de salida, y el PREP lo puso arriba desde el primer momento. Solamente un breve instante estuvo por debajo de 20 votos de Cetina Alamilla, pero después nunca bajó de la primera posición: Borges ganaría con 7940 votos, el 37 por ciento de los sufragios emitidos ese día. En la noche de ese día, con los primeros resultados que arrojaba el PREP, en la cabecera municipal, donde el oficialismo pudo ganar pero por minoría de votos, había una situación fúnebre entre ellos que quisieron aparentar llenando las redes con bulos de que habían ganado y videos de su candidata: no hicieron ruido sus voladores que compraron, no salieron las matracas y los equipos de sonido a martillar con su bulla a la noche tibia; y mientras que el PREP avanzaba lento, en todo el municipio ya se sabía que El Rebelde, el hombre que había picado piedra y fustigado al mal gobierno y a la familia reinante desde su octava regiduría, había sido beneficiado con el favor del voto de los ciudadanos. ¿Quiénes votaron por el Rebelde? Su fuerza provino de las comunidades. En los pueblos fuera de la cabecera, Borges Yam había ganado hasta por el triple, y esto desde luego significa una sola cosa: el pueblo maya estaba cansado del mal gobierno. Borges lo dijo en reiteradas veces en su campaña: “Yo no estoy solo, yo voy con ustedes hasta donde se pueda”. Hoy el oficialismo ha caído en su último bastión, la Zona Maya de Quintana Roo.