Gilberto Avilez Tax
En abril de 2016 escuché hablar por vez primera de un tal “Rebelde” cuando visité José María Morelos, una pequeña ciudad que se encuentra empotrada en el centro del estado y que forma parte de la Zona Maya de Quintana Roo. Nunca había estado en José María Morelos más que de paso, cuando iba hacia Cancún o Chetumal y el Mayab pasaba lento y se detenía en su antigua terminal que se encontraba en el centro de esa ciudad, y al quedarse unos minutos para baja y descarga de pasajeros, el autobús se llenaba de un sinfín de olores a salbutes, panuchos y tamalitos. José María Morelos es el antiguo Kilómetro 50 de la década de 1940, al principio fue una aldea que primero fungió como almacén de chicle para los contratistas yucatecos que internaban a sus chicleros hacia la zona de zapotales cercanos, y con el tiempo fue llegando más gente y el pueblo tuvo un impulso con los últimos gobernadores del Territorio para que sea atractiva a campesinos y comerciantes yucatecos que llegaron para establecerse y forjar un destino incierto en el lejano 1960.
Al constituirse Quintana Roo como estado en 1974, en la antigua zona que fue chiclera y mucho antes, región de la Guerra de Castas, surgieron municipios como Felipe Carrillo Puerto y José María Morelos. Se trataba de municipios que, si bien entraban de lleno a lo que la cartografía del poder designó y designa todavía como “la Zona Maya”, sus incipientes grupos políticos, aunque podríamos decir que dieron cabida en las posiciones de mando a personas con apellidos mayas, en sus acciones no eran propiamente indígenas, cuanto más, eran burdos indigenistas de oídas, pues en sus acciones de gobierno nunca pusieron en práctica la autonomía municipal porque el surgimiento de Quintana Roo se dio con un fuerte sesgo autoritario, verticalista y para nada democrático. En estos municipios de la “Zona Maya”, los mayas no gobernaban, pero sí servían de clientela política para las familias mestizas, las que tenían y tienen el control del Ayuntamiento. En el caso de José María Morelos, en sus 47 años de ser municipio, tres familias han ostentado los cargos de poder, y su Ayuntamiento tal parece que ha sido visto como un “sistema de botín” (véase a Mauricio Merino al respecto). Estas tres familias, amén de sus paniaguados y matraqueros profesionales y sus castas burocráticas, han hecho muy poco si contamos los índices de pobreza y desigualdad prevalecientes, que se profundizan y disparan en el grueso de su población indígena maya.
José María Morelos es la tierra de los caciques que logran construir mansiones como por ensalmo en medio del desierto y la selva, pero también es el municipio maya gobernado desde hace 47 años por tres familias mestizas donde la pobreza y la desigualdad es más visible en el grueso de la mayanidad.
Según el Informe CONEVAL de 2020, José María Morelos fue el municipio en Quintana Roo con el mayor aumento en la pobreza, la cual creció un 7.6 puntos porcentuales de 2010 a 2015. Esto, en una década, ha sido recurrente en José María Morelos con respecto al estado de la situación de pobreza y pobreza extrema que guarda el estado de Quintana Roo, pues tanto en 2010 como en 2015, más de dos terceras partes de su población se encontraba en pobreza, y más de un cuarto en situación de pobreza extrema. ¿Qué está haciendo la casta gobernante local? Es mejor preguntar, ¿están haciendo algo?, ¿les preocupa realmente hacer algo?
Al parecer, en José María Morelos existen ciudadanos de primera (mestizos) por arriba de ciudadanos de segunda (miembros de los pueblos indígenas), y que se constituyen en dueños de estructuras burocráticas, activos en los procesos políticos locales y regionales, y que ocupan de generación en generación los cargos públicos, como si de un “sistema de botín” se tratara.
En este 2021, los caciques han decidido perpetuarse tres años más en el poder: desde 2020, en medio de la terrible pandemia de Covid, los caciques previeron el horizonte de 2021, pues todas las prospectivas daban por seguro que Morena en Quintana Roo arrasaría en los municipios y se llevaría carro completo: la alarma cundió entre ellos, y por eso se quisieron infiltrar en el partido del Presidente mismo, dando gatos palafreneros por liebre mediante la figura de “empresarios” y “ciudadanos”: cuando no surtió el efecto, el empresario quiso ser candidato a como diera lugar quince minutos para la una, y en otro partido fueron a parar, pero sin su candidato. Igual hicieron la lucha de poner al “Plan B” en el Partido del Trabajo, y a uno de sus administradores de confianza, que nunca ha cuestionado el statu quo de recurrente desigualdad, lo han puesto de candidato naranja, lo placean y le dan espacios en sus medios adocenados, con el claro objetivo de dividir el voto de un electorado débil y que es factible de comprar con facilidad debido a los niveles de pobreza y extrema pobreza que hemos apuntado, que seguramente se han profundizado con las secuelas de la pandemia que ya va para más de un año.
“Con 20 millones de dulces se gana la presidencia”, me dijo una vez un miembro de la casta burocrática de José María Morelos. ¿Dulces? Pecaba de ingenuidad, pero una vez vi, en un mototaxi destartalado, un acumulador de auto con el cual el mototaxista escuchaba la radio mientras llevaba el pasaje: el acumulador tenía una calcomanía promocionando a uno de los miembros de una familia caciquil que después fue presidente municipal. El acumulador era el dulce.
2016 marca un antes y después en la historia política de JMM
En el orbe político de José María Morelos, en el 2015 surgió una figura política que se presentaba como “El Rebelde”: era un exitoso empresario que tenía sus negocios en Cancún y Playa del Carmen, que se forjó de la nada, que dejó con escasos años su pueblo maya de Kantemó, y que años después regresaría con una historia de éxitos en el área empresarial: se trataba de Eric Borges Yam (1971), El Rebelde, que desde 2010, fundando distintas asociaciones civiles (en 2010 funda Comunidades Mayas Morelenses y en 2016 la Red Independiente para un Mejor Quintana Roo), el Rebelde apoyaría a los más desprotegidos por el sistema injusto y opresor forjado por los caciques: desde apoyos en educación, salud y producción del campo, hasta lograr aterrizar proyectos productivos y organizativos para las comunidades mayas de su municipio. En su primer año como político, El Rebelde, haciendo honor a su apodo, fue sin partido a la contienda electoral para enfrentarse a los caciques, porque consideraba que ninguna plataforma política en ese entonces – ni el PRI, ni el PAN, ni el PRD- era compatible con su forma de pensar, escorado a la izquierda, pero con una perspectiva de hacer comunidad que solo se aprende en los miembros más humildes del pueblo maya: todos hablaban de “El Rebelde”, y su nombre era un símbolo: rebelde al estado de cosas exasperantes, rebelde contra el hambre, que él mismo vivió en su infancia en Kantemó; rebelde a que los mayas y los pobres del campo no tomen el destino de su municipio y que también tenían derechos.
Ese 2016 marca un antes y después en la microhistoria política de José María Morelos, porque querámoslo o no, el Rebelde, fustigando a los caciques, fue una válvula de escape y fue una esperanza de la población maya y campesina que aguardaba silente a que el estado de cosas, el terrible estado de cosas, se compusiera algo: El Rebelde visibilizó a los mayas, y en su patronímico Yam los mayas se identificaron. Esa vez, en un contexto difícil pues estaba presente la ola “del cambio” y los caciques tenían bien aceitado el municipio que por décadas sometieron, aun así, obtuvo un tercer lugar en los votos, 111 menos que el segundo oficialista del “cambio”. En 2018, con un partido menor y enfrentándose a la ola oficialista estatal y ante el maremoto obradorista que venía, Eric Borges Yam obtuvo otra vez el tercer lugar, pero ahora con más votos: 4451, por debajo de los 5840 del PRI y los 7,723 del PAN-PRD-Movimiento Naranja oficialista.
En este 2021, la situación a nivel nacional y a nivel estatal y hasta municipal es distinta: Borges, izquierdista en todos los sentidos, abandera a Morena no sin antes haber hecho frente a los polizontes de derecha que en 2020 se dijeron morenistas cumpliendo órdenes de tratar de sacar al Rebelde de la jugada; el PRI, además, tanto nacional como local, ha demostrado que mira hacia el pasado de la brutal corrupción donde los cargos se heredan, y los ejercicios del poder han hecho mella en los oficialistas tropicales. La fiscalización de los “dulces” que intentarán regalar los caciques como último recurso a sus pésimos años de gobierno autoritario, tendrá que ser desde ya, si es que se quiere una competencia pulcra donde primen las ideas en vez de las compras de conciencia electoral.
En la campaña de 2018, Borges Yam, el hijo de un campesino que se forjó en la milpa, cuyo padre comenzó desde cero hasta llegar a tener más de 5000 colmenas de abejas, tal vez recordaba las enseñanzas de su viejo: trabajar con tesón y hablar con la verdad: y en ese 2018 la verdad salía de los discursos proferidos con el alma del Rebelde: “Hay que hacer a un lado a una dinastía de familias que gobiernan desde hace varios años, copando el Ayuntamiento y los puestos de mando”. Eran discursos con palabras sencillas pero exactas. Al llegar como octavo regidor en el 2018, El Rebelde ha actuado como oposición crítica y responsable aunque se tenga que enfrentar a la jauría de bots, de orejas, de correveidiles y otras prostitutas de la pluma: ha cuestionado irregularidades, ha pedido transparencia en los procesos, cuestionó los sueldos escandalosos del Cabildo y se bajó el suyo que dona totalmente a causas sociales; además, se ha solidarizado con las luchas y la reivindicación de derechos de los pueblos mayas de la comarca josemariamorelense, como cuando se suscitaron brutales represiones policiacas contra la población maya de La Esperanza en octubre de 2020: el Rebelde fue el único regidor de oposición, escribo bien, el único, que alzó la voz a favor de aquella “comunidad indígena de escasos recursos” que pedía únicamente que le hicieran un camino digno para salir de su comunidad con prontitud en tiempos de pandemia; el Rebelde se refirió de la incapacidad de un gobierno municipal que no supo actuar bajo los protocolos de derechos humanos y de diálogo; y a los pobladores de La Esperanza, El Rebelde los designó como “guerreros mayas trabajando en unión como comunidad”.[1]
Viste sencillo, habla sencillo, recuerda su niñez cuando criaba los animales domésticos por la mañana, cuando acarreaba agua del pozo en cubetas, mientras aprendía de la tradición maya con su madre y se entrenaba en los arcanos de la milpa con su padre.
Hoy, aunque los cantos sirenaicos hablan de hipotéticas reelecciones, tal parece que El Rebelde está más fuerte que nunca, esa es mi percepción. A pregunta expresa, le cuestioné sobre una gestión de un programa de vivienda que no se concretizó: el Rebelde, demostrándome con documentos y cifras, me comprueba que alrededor de 100 personas a las cuales se apoyó para entrar en un programa de vivienda, se les devolvió íntegro los 3,000 pesos que dieron. Hago cuentas y obtengo la cifra de 300,000 pesos, una cantidad no muy alta que no veo qué ganaría un empresario de éxito como El Rebelde en quedarse con ese monto: “Es la jauría de bots, cuentas falsas y paniaguados que inundan las redes y que pagan por sus servicios los conservadores y caciques de este municipio para fabricar falsedades y bulos”, me dice.
Como el presidente de la República, el Rebelde no excluye sino incluye: “pero si desean estar en la 4T, tienen que tener en cuenta que nosotros somos implacables contra la corrupción”. Sin duda, la incursión en la política josemariamorelense de este hombre con medio siglo de vida, ha puesto en jaque al sistema caciquil, y su trabajo ha posibilitado la apertura del sistema. ¿Esta vez sí? Puede que sí.
[1] Véase el video siguiente: https://www.facebook.com/eriknoeborgesy/videos/1225883184471535