Por Gilberto Avilez Tax
En días pasados, con los tambores de guerra política a todo lo que da, las noticias del patio llegaban presurosas e inesperadas al lugar más recoleto de la casa donde diariamente, con un café cerrero, leo por las mañanas la ristra de desastres políticos en mi computadora portátil desportillada: en las filas del morenismo local, dos personajes que han sido como “la pica en Flandes” del conservadurismo regional, habían sorprendido escasamente a algunos ingenuos con la noticia de que uno cesaba en la búsqueda del siguiente cargo trampolinezco hacia la silla más codiciada del patio; y la otra, en admitir su renuncia a la bancada de Morena en el Congreso local, y posteriormente a su militancia en ese partido. Me refiero al caso de Luis Alegre y Reina Durán.
He dicho que estos dos personajes, cercanos al más burdo oficialismo conservador quintanarroense, representan algo así como “la pica en Flandes”, los polizontes de derecha insertos en las estructuras del partido moreno, queriendo solamente concretizar sus aspiraciones personales e intereses propios; pero es inexacta esa frase: recordemos que poner una “pica en Flandes”, frase acuñada y que se remonta cuando las guerras del Imperio español contra los hoy Países Bajos se desencadenaron en los siglos XVI y XVII, significa un hecho, una acción o una tarea, que se realiza con un costo alto para alguien, por ser inmensamente ardua o costosa, costando un potosí. La verdad, dudo mucho que esas dos picas de la 22 de Enero, Alegre y Durán, hayan costado demasiado: los cantos sirenaicos, las martingalas, los cálculos de fuerza, los requiebros crematísticos y los pactos que se habían dispuesto para divisar un nuevo horizonte de poder desde que en 2018 el amloísmo, como soberbio tsunami, desbaratara de raíz el sistema político quintanarroense que apenas había tenido un respiro en el 2016 con la alternancia de derecha a derecha, se han venido desdibujando desde la salida, el año pasado, de Yeidckol Polevnsky a nivel federal: los yeidkolistas del trópico, que habían sido el coro meloso de esos cantos sirenaicos, comenzaron a vérselas negras (el caso de Durán), o bien, a desinflarse como ha sucedido con Alegre.
Hoy, muchos tienen la certeza de que estos dos personajes pueden verse no como la pica en Flandes, sino como los caballos del Hondo o del Caribe (y puede el lector escribir otros apellidos como Lezama o Pech), que como la historia del Caballo de Troya, dieron cabida para que el conservadurismo se inserte en el morenismo quintanarroense posibilitado por la venta de cargos que hiciera Polevnsky y sus representantes tropicales en el 2018 (esa misma venta de cargos y puestos que igual ha estado haciendo Patricia Casados en el ínfimo PT), o por las componendas de trastienda del poder regional.
Desde que asumieron sus cargos populares, estos personajes actuaron con un sentido que olía a dos estrategias que se habían formulado vaya a saber en qué cámara secreta del poder regional: Durán representaría o actuaría como el caos telúrico dentro del Congreso local, actuando a raja tabla contra la “sana distancia” y la idea democrática de la división de poderes, y defendiendo los intereses de la oligarquía y pulverizando a posibles opositores parlamentarios; y el otro sería la cara risueña y “alegre”, coreada sus virtudes de estadista de probeta por las plumas adocenadas, apapachado por las estructuras burocráticas, dándole todos los likes necesarios a un posible delfinato tropical, a un nuevo gatopardismo de derechas con las siglas de Morena, como lo fue el gatopardismo de derechas del 2016. Pero eso se acabó, y lo que ha posibilitado esa debacle no se cuece en las aguas empantanadas del Morenismo tropical, cuyos bolsones de resistencia son escasos y se cuentan con los dedos en la mano. La razón de esa debacle tiene que ver con el cambio de mando de Morena a nivel nacional, que ha enviado al sumidero de la historia al Yeidckolismo tropical.
El caso de Reyna Durán, una política que en otros estados con nomenclatura más exigente sería de segunda o hasta de tercera liga, de las ligas menores, causa extrañeza por donde se mire, pues representa la clásica enfermedad política de un doctor Jekyll convertido en míster Hyde. No podemos hablar gran cosa de su corta carrera porque todo lo que se pueda decir se resume en una sola frase: la traición o conversión de “los puros”. El cambio de Durán en las posturas políticas es innegable. Recordemos que como regidora de minoría de la primera camada de funcionarios morenistas de Quintana Roo, fue crítica frontal y se opuso a los desmanes del tristemente célebre gobierno municipal de Remberto Estrada, político fifí que representaba los intereses del Niño Verde en Cancún. Pero al dar el salto con Morena al poder en 2018, y siendo mayoría en el Congreso local, la antes combativa ex regidora, ahora como diputada local, terminaría por sucumbir a las delicias del poder y a los cañonazos del presupuesto.
En septiembre de 2019, Reyna Durán Ovando acusó a tres de sus compañeros diputados locales de Morena de traición, alegando que querían entregar el Congreso local a los partidos que “recientemente saquearon el estado”. Meses después, se mordería la lengua viperina la cancunense, cuando asumió por golpe de estado (ayudada por el Yeidkolismo tropical) la presidencia de la Jugocopo, bajando a un timorato Edgar Gasca: no sólo traicionó a sus compañeros diputados locales, no solo le dio manita de gato al recinto del Congreso local y a su persona, sino que entregó el partido a los Arcila y compañía, esos pantagruélicos saqueadores de Quintana Roo, y con ellos a la trastienda del poder. Cuando estaba iniciando la pandemia, Durán, contraviniendo a lo que se dispuso a nivel federal, de que los congresos locales del país trabajarían en momentos tan cruciales para la nación, decidió cerrar las puertas del recinto de Punta Estrella desde el 18 de marzo de 2020, con uno o dos casos de Covid en el estado. La pandemia fue el pretexto necesario para que esta diputada se encasquetara una prórroga de varios meses del malhadado 2020, cuchareando el festín del presupuesto del congreso local. A lo largo de los meses que duró al frente de la Jugocopo, el Congreso local fue la simple caja de resonancia, el eco genuflexo, a los designios de la “22 de enero”, sin fungir como lo que debió ser desde el principio por tener mayoría Morena: el contrapeso necesario al Ejecutivo estatal. Pero como citaba Durán en septiembre de aquel 2019 a Muñoz Ledo, su caso, si acaso, es para olvidar y recordar que “se puede tener poder y no pasar a la historia”, que se puede ser “fundadora” y “pura” y, sin empacho, dinamitar a Morena. Durán no pasará ni a otro cargo, al menos no en Morena nuevamente.
Porque Durán, y con ella, varios yeidckolistas que hoy buscan medrar en las nuevas circunstancias, fueron un lastre desde 2018, sino es que antes. El lastre se dio cuenta de que es un lastre, pero otros lastres están todavía en la bancada de morena en el Congreso de Quintana Roo, pues nunca supieron o quisieron ser el contrapeso constitucional necesario, ni dinamizaron con propuestas de izquierda el entramado jurídico del estado: son, acaso, el reflejo de la pobreza intelectual de improvisados de izquierda en Quintana Roo, una izquierda sin cabeza.
La prensa adicta al marismo (otra de las polizontes de derecha) y al oficialismo tropical, cuando supieron lo de la renuncia de Durán a la bancada morenista en Punta Estrella, pontificaron el bulo papal de que “se achicaba” la 4T en el congreso local (ni que tuviera Durán, que llegó al congreso local vía el tsunami amloísta, un enorme capital político). Cucharearon la noticia e hicieron los consabidos actos malabares: ¡nada de achicarse!, al contrario, esta columna considera que el lastre se dio cuenta que es un lastre que ha vestido su orfandad ideológica y su pragmatismo de derecha con la calidad -sin garantía- de “pura”, “fundadora”, y otras fantasmagorías metafísicas. Faltan algunos que se vayan de la bancada morenista en el Congreso local, como la Trejo, la bostezante Paula Pech, la inabordable Linda Cobos, que no sé para qué han servido su trabajo legislativo pues nunca han actuado con responsabilidad, y han estado, por el contrario, a merced de lo que decían los hoy desaparecidos yeidkolistas del trópico: nunca quisieron ser el fiel de la balanza, nunca quisieron ser el contrapeso necesario que la ciudadanía planteó en el 2018 al elegirlos. Hoy se presentan a nuestros ojos como lo que siempre fueron: un lastre para la 4T en Quintana Roo. Está bien que renuncien, se depura ese partido.
Y es que, como dice columnas hermanas a Tierra de Chicle, los “puros” y los “fundadores” de Morena, más que etiquetas que hablan de méritos, se han convertido en afrenta, en un agravante desquiciante, pues si estos que son puros y fundadores hacen semejante estropicio (como los cacasenos que tienen tomado la Casa Morena en Chetumal), imagínese los que son los mestizos, los saltapatraces, ex priístas y “tente en el aire” de Morena (lo hemos visto con los Chucho Pool –Chucho y su cuñada- traídos al partido por el Senador Pech). Pero Reina Durán es el ejemplo perfecto, icónico, de que el discurso barato de “yo tengo la calidad de fundador” y “puro” en Morena, no es garantía de nada, y no te otorga patente de corso justiciero, ni te hace entender las lecturas marxistas que jamás hiciste ni entenderías ahora. Y esto hay que comentárselo a la turba de “fundadores” y “puros” que tienen dispuesto su teatrito en la Casa Morena de Chetumal, y que ya va para mes y medio que, impulsados por el marismo y el yeidkolismo tropical en declive, estos seguidores de cierto “Senador” con mentalidad priísta, insisten en que se les complazca en todos sus caprichos, mientras guardaron silencio de cementerio ante los atropellos del mal gobierno y las componendas y pactos del Yeidkolismo tropical con el conservadurismo en la región, cuando el Yeidkolismo campeaba. ¿Puros?, ¿fundadores? Ese es su burdo mérito.
El Cincinato (o “Sincinito”) del Caribe Mexicano
Como un Cincinato -o Sincinito- moderno, el Contento Luis Alegre, el diputado movido, saleroso, que ha sido chile de todos los moles tropicales (un día es mayero, al siguiente villanuevista, más tarde joaquinista) dice que descarta la reelección “por ahora”, y que regresa luego como empresario del ramo turístico pero que no se apartará por completo de la grilla solariega, pues tal vez la haga como super asesor en algunos temas neurálgicos para su partido en la región. El diputado federal pluri –jamás votado- que se ha pasado dos años saltando, haciendo cabriolas y tirándose de todos los trampolines mediáticos para ver si pegaba en el ánimo de los quintanarroenses, llegó a la extraña conclusión de que no deber su cargo de diputado federal “como un trampolín para ver la posibilidad de ir por algo cuando aún tienes una encomienda por cumplir”. ¡Vaya cosa!
¡Hay de esos alegrosos que lo veían como el prospecto de la pica en Flandes de la oligarquía para el gatopardismo vía Morena! ¿Acaso ya vio que hay más de donde buscarle con los nexos a nivel federal, y más por lo que viene con el Tren maya? Piensa mal y acertarás.