Por Gilberto Avilez Tax
Y en plena canícula de abril, acabada la cuaresma, un viernes santo sin romerías, ni plañideras formas en las calles vacías de este pueblo que se reconcome con el azufre de los 40 grados a la sombra, me tomo la última cerveza de mi vida. No piensen que me voy a morir, no por ahora, de coronavirus. Es una Montejo que sabe a gloria al recorrer mi esófago, al inundar mi paladar sediento, un misil, o como dicen los malos mayeros como yo, un misiloob. He decidido ser abstemio porque la industria de la cebada igual estará en cuarentena, ya lo dijo el subsecretario Hugo López-Gatell: es un error que se corregirá, no es una industria necesaria, no hay permisos, y se va a la cuarentena. Y yo que estuve en contra de todo estado seco, de todas medidas prohibicionistas porque pensaba y sigo pensando que solo generará más estrés a una sociedad recluida en sus calurosas casitas urbanas de ciudades que poco a poco han ido inundándose de concreto y eliminado árboles, el ecocidio urbano que se llama Mérida, la de Yucatán, o el desmadre socio-ambiental que se llama Cancún, la perla abollada del turismo en el Caribe mexicano.
Y aquí extraño el frescor de la casa maya con su techumbre de paja y sus húmedos muros de tierra roja mezclada con zacate y piso de tierra apisonada, y aquí me acuerdo de cómo en los pueblos de Yucatán, en las afueras, por los cabos de pueblo donde el rastro de hispanidad es borrado por la completa mayanidad, unas tinajas de barro son enterradas para poner agua: ha sido el agua más fresca que mi sedienta y eterna sed de sobreviviente del trópico ha ingerido. Me digo, como todo hombre que piensa que la cerveza es controlable y se bebe un cartón cuando está encarrilado, que no sé si mi voluntad logre paliar esa carencia del “uix kisin” (la cerveza es “la orina del diablo”) que se observa en este pueblo selvático del Quintana Roo profundo, he llenado bidones de agua y los he colocado en el congelador, salen con escarcha, pero el vital líquido necesita de lúpulo; lo incoloro, lo inodoro e insípido de ella me taladra el recuerdo de la XX equis lager, de la espumosa León Negra y de tantas catas que a lo largo de mi vida de bebedor social y hasta solitario, he degustado. La cerveza, me digo convencido, debe estar en la canasta básica de todo yucateco. La canícula de abril, el mes más violento del año, hace rajar las piedras del camino, y el vaho, el aire caliente que tira las aspas de mi ventilador, me recuerdan que vivo en el infierno y que esto es asunto tan normal, sudar como marrano, respetar la fuerza del trópico penetrando la epidermis. Me hace falta un trago de espumosa Montejo.
La crisis de los 50 en Cancún
Es una metáfora siniestra y brutal lo que pasa en Cancún: en su 50 aniversario, la ciudad creada por el sueño “de banqueros” y de un Estado centralizador, vive sus horas más inescrutables y decisivas. Cancún está en jaque por el Covid-19. Terrible destino a sus 50 años: gobernada por una merolica, azotada por el flagelo de la violencia narcótica, y coronada su cruz por el Coronavirus. Es en Cancún donde se concentra el mayor número de caso de Covid-19 (114 de 163) hasta el último reporte del 10 de abril. Y es Cancún donde hay el mayor número de defunciones: 7 de un total de 14 en todo el estado. En una nota de prensa para Noticaribe Peninsular, leo que, en siete días, Quintana Roo aumentó a 600% el número de defunciones por Covid-19, estas muertes se encuentran la mitad en Cancún, la capital turística de la entidad y el país, el extinto paraíso con su mar azul turquesa.
Con casi una década de violencia narcótica y de pésimos gobiernos que se fueron agudizando a lo largo de estos cinco años, Cancún hiede y atrae a los gallinazos del Caribe cuando los Moon Palace, los Resorts y otros palacios del turismo hoy son comidos por la hierba de la soledad.
Es una soledad macondiana que repta y crece, que escarba las raíces de las palmeras, que horada las límpidas arenas, mientras la peste del insomnio producida por la otra peste, la de un virus que hizo correr como ciervos a los turistas de todo el mundo, hoy planta su casa en medio de la zona hotelera. Y la otra, la otra peste, la de la violencia narcótica, prosigue su ola de muerte más rápido que todo virus.
El sueño de los banqueros, en medio siglo, se convirtió en la pesadilla de un turismo sin asideros.
La ciencia fifí, ¡el baldón a cuarentena!
¿Y en dónde está la ciencia fifí de la Península? Recluidos en sus casas, los científicos de Yucatán y Quintana Roo nos salen debiendo. Yo, que soy estudioso de la guerra de castas y escribo sobre temas actuales de Quintana Roo, trato de hacer talacha, de escribir, pensar y repensar los problemas de este estado desde las herramientas que me dan las ciencias sociales. Hace unos días, una nota del Por Esto!,[1] nos comentaba que, mientras que a nivel nacional la comunidad científica está al pie del cañón ayudando al gobierno no sólo para buscar mecanismos de cura, prevención, sino para no alarmar a la gente, para ponderar información científica y fácil al gran público desde las redes (véase en esta página una importante información sobre los mitos y realidades del Covid, presentado por el investigador de la UNAM y el Colegio Nacional, el Dr. Antonio Lazcano: https://www.youtube.com/watch?v=6CGf3ti119Q), los científicos del Hideyo Noguchi, de la UADY, se encontraban plácidamente en sus casas. Esto es un claro ejemplo de una seudo-ciencia fifí, la comprometida más que con sus abultadas carteras, la amanerada del “marco teórico” y otras chingaderas. ¿Qué han hecho en estos momentos de crisis los santones de la investigación en Yucatán? No ha habido una respuesta, a la medida de lo esperado, de los investigadores de la UADY, y no solamente en el Hideo. ¿Qué hacen desde las ciencias sociales, desde la antropología y otros campos del conocimiento humano, para dar prospectivas, para sugerir caminos de reestructuración económica, para alumbrar la oscuridad sistémica de la clase política? Hacen absolutamente nada, existe un tremendo abismo entre estos dos campos. Pero el día de mañana se encumbrarán como los “expertos del Covid”, y harán libracos que nadie leerá, y dirigirán tesis de postgrado que nadie entenderá, y que seguirán en la vereda mercenaria de sus puntos para el SNI.
Hace unos días puse un post en una página de Facebook de historia y antropología que administro, instando a que este es el momento no solo de las ciencias de la salud sino de las ciencias sociales; se trató de un llamado a los antropólogos, psicólogos, sociólogos, científicos sociales para ayudar a detener el Covid-19. ¿Por qué necesitamos de los científicos sociales para para esta pandemia? La medicina no basta, también esto es un problema social que urge el trabajo interdisciplinario. ¿Lo han visibilizado así la clase política mexicana y quintanarroense, reacia a todo lo que posibilite la apertura de su mundo cerrado?
Por lo visto, los santones del Hideyo, de la UADY, del CIESAS o de la UQRoo, se restringen a dar sus cursitos en línea, a preocuparse por la subida de su peso o nivel calórico, a escribir papers pendejos, a ser fifís a más no poder. En ese sentido, el Doctor Juan Castillo Cocom, me comentó sobre el “baldón” para los “seudo-científicos de la UADY (que se puede extender, sin más ni más, a tres cuartos de academia de la UQROO y los “aparragados” al Coqcyt Quintana Roo y su bufo sistema estatal de investigadores, que ni para sargazos han podido con el paquete):
“Baldón para los seudo-científicos de la UADY. Presumen doctorados, SNI niveles a^{{-n}} y maestrías cuac-cuac que obtienen por almudes. Sin embargo, tienen CERO conciencia y CERO compromiso con la comunidad. Y sus salarios están arriba de los 60 mil pesos mensuales.Por supuesto, la excepción fue el destacado hematólogo de Valladolid, el Dr. Renán Góngora Biachi (Q. D. E. P.), pionero de los estudios e investigaciones sobre el VIH SIDA en la entidad.Muchos se esperarían que el principal centro de investigaciones biomédicas de la UADY estuviera trabajando en investigación en esta contingencia, como lo hacen otros centros en el país, pero la realidad es que en el CIR han optado por hacer monitoreo desde casa”.[2]
Academia obtusa con déficit de comunicación, ahora se encuentra recluida plácidamente en sus casas, cuanto más, están en plan burgués de home office. Frente a esta ciencia fifi, apelemos a una ciencia comprometida con los pueblos. Hoy más que nunca es de ineludible importancia la ciencia liberadora para entender, explicar, cuestionar, barruntar caminos que tienen que ver no sólo con el control del virus, sino con la parte social (y aquí entran los científicos sociales), económica, y hasta política. ¿Qué enseñanzas dejará para Quintana Roo esta pandemia? Espero que muchas, empezando por cuestionar ese paradigma turístico avasallador y devastador; espero que igual se construyan más caminos entre el campo científico y el político (y que no simplemente se les utilice a los primeros como faramalla discursiva); espero que se construya alternativas económicas más centradas a lo local-sustentable, y que se refuercen instituciones necesarias para los quintanarroenses, como el sector salud, etcétera.
“SOLO LA GENTE RICA INGRESÓ A LOS APOYOS EN LÍNEA”
Dice una manifestante frente al Palacio de gobierno de Yucatán el día de hoy:
“Solo la gente rica ingresó a los apoyos (de seguro de desempleo) en línea. Y la gente pobre que no tiene ni primaria ni trabajo fijo, ¿pues cómo?”.
…
EL SENTIR DE LA CLASE POBRE QUE HA LEVANTADO LA RIQUEZA DEL TURISMO SIN ASIDEROS EN EL CARIBE MEXICANO
“No es cuarentena, es ahorcar al pueblo y matarlos de hambre”. (MLV.F. 7 de abril de 2020).
[1] “Investigadores del Hideyo Noguchi están en sus casas”. Por Esto! 8 de abril de 2020.
Y en plena canícula de abril, acabada la cuaresma, un viernes santo sin romerías, ni plañideras formas en las calles vacías de este pueblo que se reconcome con el azufre de los 40 grados a la sombra, me tomo la última cerveza de mi vida. No piensen que me voy a morir, no por ahora, de coronavirus. Es una Montejo que sabe a gloria al recorrer mi esófago, al inundar mi paladar sediento, un misil, o como dicen los malos mayeros como yo, un misiloob. He decidido ser abstemio porque la industria de la cebada igual estará en cuarentena, ya lo dijo el subsecretario Hugo López-Gatell: es un error que se corregirá, no es una industria necesaria, no hay permisos, y se va a la cuarentena. Y yo que estuve en contra de todo estado seco, de todas medidas prohibicionistas porque pensaba y sigo pensando que solo generará más estrés a una sociedad recluida en sus calurosas casitas urbanas de ciudades que poco a poco han ido inundándose de concreto y eliminado árboles, el ecocidio urbano que se llama Mérida, la de Yucatán, o el desmadre socio-ambiental que se llama Cancún, la perla abollada del turismo en el Caribe mexicano.
Y aquí extraño el frescor de la casa maya con su techumbre de paja y sus húmedos muros de tierra roja mezclada con zacate y piso de tierra apisonada, y aquí me acuerdo de cómo en los pueblos de Yucatán, en las afueras, por los cabos de pueblo donde el rastro de hispanidad es borrado por la completa mayanidad, unas tinajas de barro son enterradas para poner agua: ha sido el agua más fresca que mi sedienta y eterna sed de sobreviviente del trópico ha ingerido. Me digo, como todo hombre que piensa que la cerveza es controlable y se bebe un cartón cuando está encarrilado, que no sé si mi voluntad logre paliar esa carencia del “uix kisin” (la cerveza es “la orina del diablo”) que se observa en este pueblo selvático del Quintana Roo profundo, he llenado bidones de agua y los he colocado en el congelador, salen con escarcha, pero el vital líquido necesita de lúpulo; lo incoloro, lo inodoro e insípido de ella me taladra el recuerdo de la XX equis lager, de la espumosa León Negra y de tantas catas que a lo largo de mi vida de bebedor social y hasta solitario, he degustado. La cerveza, me digo convencido, debe estar en la canasta básica de todo yucateco. La canícula de abril, el mes más violento del año, hace rajar las piedras del camino, y el vaho, el aire caliente que tira las aspas de mi ventilador, me recuerdan que vivo en el infierno y que esto es asunto tan normal, sudar como marrano, respetar la fuerza del trópico penetrando la epidermis. Me hace falta un trago de espumosa Montejo.
La crisis de los 50 en Cancún
Es una metáfora siniestra y brutal lo que pasa en Cancún: en su 50 aniversario, la ciudad creada por el sueño “de banqueros” y de un Estado centralizador, vive sus horas más inescrutables y decisivas. Cancún está en jaque por el Covid-19. Terrible destino a sus 50 años: gobernada por una merolica, azotada por el flagelo de la violencia narcótica, y coronada su cruz por el Coronavirus. Es en Cancún donde se concentra el mayor número de caso de Covid-19 (114 de 163) hasta el último reporte del 10 de abril. Y es Cancún donde hay el mayor número de defunciones: 7 de un total de 14 en todo el estado. En una nota de prensa para Noticaribe Peninsular, leo que, en siete días, Quintana Roo aumentó a 600% el número de defunciones por Covid-19, estas muertes se encuentran la mitad en Cancún, la capital turística de la entidad y el país, el extinto paraíso con su mar azul turquesa.
Con casi una década de violencia narcótica y de pésimos gobiernos que se fueron agudizando a lo largo de estos cinco años, Cancún hiede y atrae a los gallinazos del Caribe cuando los Moon Palace, los Resorts y otros palacios del turismo hoy son comidos por la hierba de la soledad.
Es una soledad macondiana que repta y crece, que escarba las raíces de las palmeras, que horada las límpidas arenas, mientras la peste del insomnio producida por la otra peste, la de un virus que hizo correr como ciervos a los turistas de todo el mundo, hoy planta su casa en medio de la zona hotelera. Y la otra, la otra peste, la de la violencia narcótica, prosigue su ola de muerte más rápido que todo virus.
El sueño de los banqueros, en medio siglo, se convirtió en la pesadilla de un turismo sin asideros.
La ciencia fifí, ¡el baldón a cuarentena!
¿Y en dónde está la ciencia fifí de la Península? Recluidos en sus casas, los científicos de Yucatán y Quintana Roo nos salen debiendo. Yo, que soy estudioso de la guerra de castas y escribo sobre temas actuales de Quintana Roo, trato de hacer talacha, de escribir, pensar y repensar los problemas de este estado desde las herramientas que me dan las ciencias sociales. Hace unos días, una nota del Por Esto!,[1] nos comentaba que, mientras que a nivel nacional la comunidad científica está al pie del cañón ayudando al gobierno no sólo para buscar mecanismos de cura, prevención, sino para no alarmar a la gente, para ponderar información científica y fácil al gran público desde las redes (véase en esta página una importante información sobre los mitos y realidades del Covid, presentado por el investigador de la UNAM y el Colegio Nacional, el Dr. Antonio Lazcano: https://www.youtube.com/watch?v=6CGf3ti119Q), los científicos del Hideyo Noguchi, de la UADY, se encontraban plácidamente en sus casas. Esto es un claro ejemplo de una seudo-ciencia fifí, la comprometida más que con sus abultadas carteras, la amanerada del “marco teórico” y otras chingaderas. ¿Qué han hecho en estos momentos de crisis los santones de la investigación en Yucatán? No ha habido una respuesta, a la medida de lo esperado, de los investigadores de la UADY, y no solamente en el Hideo. ¿Qué hacen desde las ciencias sociales, desde la antropología y otros campos del conocimiento humano, para dar prospectivas, para sugerir caminos de reestructuración económica, para alumbrar la oscuridad sistémica de la clase política? Hacen absolutamente nada, existe un tremendo abismo entre estos dos campos. Pero el día de mañana se encumbrarán como los “expertos del Covid”, y harán libracos que nadie leerá, y dirigirán tesis de postgrado que nadie entenderá, y que seguirán en la vereda mercenaria de sus puntos para el SNI.
Hace unos días puse un post en una página de Facebook de historia y antropología que administro, instando a que este es el momento no solo de las ciencias de la salud sino de las ciencias sociales; se trató de un llamado a los antropólogos, psicólogos, sociólogos, científicos sociales para ayudar a detener el Covid-19. ¿Por qué necesitamos de los científicos sociales para para esta pandemia? La medicina no basta, también esto es un problema social que urge el trabajo interdisciplinario. ¿Lo han visibilizado así la clase política mexicana y quintanarroense, reacia a todo lo que posibilite la apertura de su mundo cerrado?
Por lo visto, los santones del Hideyo, de la UADY, del CIESAS o de la UQRoo, se restringen a dar sus cursitos en línea, a preocuparse por la subida de su peso o nivel calórico, a escribir papers pendejos, a ser fifís a más no poder. En ese sentido, el Doctor Juan Castillo Cocom, me comentó sobre el “baldón” para los “seudo-científicos de la UADY (que se puede extender, sin más ni más, a tres cuartos de academia de la UQROO y los “aparragados” al Coqcyt Quintana Roo y su bufo sistema estatal de investigadores, que ni para sargazos han podido con el paquete):
“Baldón para los seudo-científicos de la UADY. Presumen doctorados, SNI niveles a^{{-n}} y maestrías cuac-cuac que obtienen por almudes. Sin embargo, tienen CERO conciencia y CERO compromiso con la comunidad. Y sus salarios están arriba de los 60 mil pesos mensuales.Por supuesto, la excepción fue el destacado hematólogo de Valladolid, el Dr. Renán Góngora Biachi (Q. D. E. P.), pionero de los estudios e investigaciones sobre el VIH SIDA en la entidad.Muchos se esperarían que el principal centro de investigaciones biomédicas de la UADY estuviera trabajando en investigación en esta contingencia, como lo hacen otros centros en el país, pero la realidad es que en el CIR han optado por hacer monitoreo desde casa”.[2]
Academia obtusa con déficit de comunicación, ahora se encuentra recluida plácidamente en sus casas, cuanto más, están en plan burgués de home office. Frente a esta ciencia fifi, apelemos a una ciencia comprometida con los pueblos. Hoy más que nunca es de ineludible importancia la ciencia liberadora para entender, explicar, cuestionar, barruntar caminos que tienen que ver no sólo con el control del virus, sino con la parte social (y aquí entran los científicos sociales), económica, y hasta política. ¿Qué enseñanzas dejará para Quintana Roo esta pandemia? Espero que muchas, empezando por cuestionar ese paradigma turístico avasallador y devastador; espero que igual se construyan más caminos entre el campo científico y el político (y que no simplemente se les utilice a los primeros como faramalla discursiva); espero que se construya alternativas económicas más centradas a lo local-sustentable, y que se refuercen instituciones necesarias para los quintanarroenses, como el sector salud, etcétera.
“SOLO LA GENTE RICA INGRESÓ A LOS APOYOS EN LÍNEA”
Dice una manifestante frente al Palacio de gobierno de Yucatán el día de hoy:
“Solo la gente rica ingresó a los apoyos (de seguro de desempleo) en línea. Y la gente pobre que no tiene ni primaria ni trabajo fijo, ¿pues cómo?”.
…
EL SENTIR DE LA CLASE POBRE QUE HA LEVANTADO LA RIQUEZA DEL TURISMO SIN ASIDEROS EN EL CARIBE MEXICANO
“No es cuarentena, es ahorcar al pueblo y matarlos de hambre”. (MLV.F. 7 de abril de 2020).
[1] “Investigadores del Hideyo Noguchi están en sus casas”. Por Esto! 8 de abril de 2020.
[2] Conversación con Juan Castillo Cocom. 8 de abril de 2020.
[2] Conversación con Juan Castillo Cocom. 8 de abril de 2020.