Por Gilberto Avilez Tax
El 13 de abril de 2018, en un aniversario más del enfrentamiento armado entre las tropas del ejército mexicano contra un grupo de mayas del pueblo de Dzulá donde era batab el Teniente Evaristo Sulub, apunté que tal vez lo de Dzulá se encuentre relacionado con lo que dos días apenas después sucedería en Opichén, Yucatán, en el que la sangra de otros mayas corrieron y bañaron al pueblo.
Evaristo Sulub ha sido descrito, tanto por la crónica local como por los intelectuales del mismo pueblo de Dzulá, como “el último rebelde maya de la Guerra de Castas”, que era recordado por su gente como “un teniente altivo y enérgico, ataviado de su vestimenta maya de tela fina, casimir inglés que se obtenía del intercambio comercial en la frontera con Belice” (Juan Cimá Barzón). Junto con Concepción Cituk, estos dos Tatiches representaron el ala radical, más autonómica y en resistencia de los mayas del centro de Quintana Roo. Sulub y Cituk se opusieron a la mexicano-filia de Francisco May, optaron por replegarse y salir de Santa Cruz-Carrillo Puerto después de 1929, irse al nuevo pueblo santo de “Xcacal-Guardia” o a Dzulá, para dejar podrirse de emigrantes mestizos a la antigua capital rebelde, que fue santuario del gobierno federal nuevamente. Las selvas cobijaron a estos macehuales que desconfiaban de las aves de rapiña que enviaba con más constancia el gobierno central desde fines de la década de 1920: soldados, burócratas, maestros y otros merolicos.
El 13 de abril de 1933, en Dzulá el ejército intentó capturar a Sulub por una mentira fraguada para eliminar la autonomía indígena. Caciques rivales de pueblos cercanos como Xpichil y Xyatil, lo habían acusado con falsedad ante las autoridades de Santa Cruz de haber fraguado el asesinato de una familia indígena de apellido Balam, y fue entonces cuando se “acordó aprehenderlo en su propio pueblo e imponerle un fuerte castigo que sirviese de escarmiento a toda la zona” (Villa Rojas, p. 131). La mañana del 13 de abril de 1933, casi al romper el alba, fracciones del 36 y 42 Batallón federal entraron a Dzulá. Sulub esperaba, pero su fuerza era débil; aun así, la resistencia de sus soldados macehuales fue heroica, aunque trágica: cinco o seis muertos de Dzulá y dos soldados que perecieron (el escaso registro hemerográfico, demasiado oficialista, no dice que hubo muertos del lado de la soldadesca). Sulub y su gente, tomaron los caminos bajo la selva, para irse al exilio y refugiarse en X-Cacal, lugar de donde regresarían tres años después cuando el gobierno amnistió al batab de Dzulá. Ese día del enfrentamiento con los “huachob”, los sobrevivientes “de ese trágico amanecer recuerdan haber visto al Teniente Sulub llorar de rabia y coraje por el pueblo caído en armas” (Cimá Barzón). Dzulá, como el antiguo Cisteil de Canek, fue arrasado, incendiado y durante muchos años se verían en sus parajes las huellas de la barbarie. Pero Dzulá, contrario a Cisteil, no perdería en el sacrificio a su batab y renacería de nuevo junto a él.
Insistimos en la idea de que lo de Dzulá (lo que se conoce como “el último episodio de la guerra de castas”), está relacionado con otra matanza efectuada por el Estado postrevolucionario en la Península contra bastiones indígenas de resistencia, la de Opichén, del mismo año, apenas dos días después.
En 1933, Dzulá formaba parte de Yucatán, pues la mitad norte del ex Territorio de Quintana Roo había sido devuelto a la jurisdicción yucateca (Chetumal y el sur a Campeche). Las tropas federales, en tiempos finales del Boxpatismo en Yucatán (es decir, el Maximato yucateco, con predominio de un solo hombre: el gobernador Bartolomé García Correa), andaban apagando fuegos a punta de garrotes y quemadales. En lo de Opichén,[1] los jefes militares como el General José Juan Méndez, Jefe de Operaciones Militares en el estado, hablaba de castigo ejemplar a los rebeldes, y en Dzulá la misma cantaleta se dijo.
Como parte del rescate documental, transcribimos a continuación una nota periodística de la época que habla de lo de Dzulá desde un punto de vista oficial:
Diario del Sureste. Miércoles 19 de abril de 1933. Después de un breve tiroteo fue restablecido el orden en Dzulá
Las hazañas del cacique de dicho pueblo, Evaristo Sulub, hicieron precisa la intervención de un retén de soldados federales.
SEIS MUERTOS Y DOS HERIDOS
Habiendo tenido noticia, ayer por la mañana, que por el tren de Peto habían llegado a esta ciudad, procedentes de dicho lugar dos soldados heridos, comisionamos a uno de nuestros reporteros para inquirir sobre el particular.
QUIENES SON LOS HERIDOS
En el Hospital, nuestro empleado pudo informarse que los soldados heridos son Manuel Gómez Ramírez y Armando Vasconcelos, pertenecientes ambos al 36 Batallón y que formaban parte de las fuerzas que salieron de esta ciudad la noche del 7 del actual con objeto de recorrer el ex-Territorio de Quintana Roo. El primero de los citados, presentaba una herida de bala en el dedo pulgar de la mano derecha y otra en la pierna derecha, a pocos centímetros de la rótula. El segundo tiene una herida en el brazo derecho y otra en el hombro izquierdo. También fue informado de que dichos soldados habían sido heridos en un encuentro que sostuvieron las fuerzas federales con la tribu maya comandada por el “Teniente” Sulub, en el pueblo de Dzulá.
LOS ANTECEDENTES DE ESTE ASUNTO
Como recordarán nuestros lectores, con toda clase de detalles informamos el día 8 del actual, que el 1º de este mismo mes se reunieron en Santa Cruz los jefes de las tribus mayas establecidas en los pueblos de “Xpichil”, “Chunyuy” y “Xyatil”, con objeto de hacerle saber al Presidente Municipal de dicho lugar, señor Álvaro Vivas, que desde hacía algún tiempo venían siendo amenazados por el “Teniente” Evaristo Sulub, Jefe de la tribu de Dzulá. Que dicho individuo se había dedicado a cometer toda clase de atentados habiéndose dado el caso de que el día 23 de marzo último, asesinara a los señores Nicomedes y Expectación Balam y al menor Olegario Balam.
El señor Vivas con la urgencia del caso, puso los hechos en conocimiento del señor Gobernador del Estado, quien a su vez lo participó a la Jefatura de Operaciones Militares.
SALEN LAS FUERZAS
Conocidos estos hechos por la Jefatura de Operaciones, el Coronel Rafael Grajales, Sub-Jefe del Estado Mayor, encargado entonces de la misma, por ausencia del señor General Méndez, ordenó que saliera un contingente de fuerzas federales compuestas por una fracción del 36 Batallón y otra del 42, con objeto de hacer un recorrido por el ex Territorio de Quintana Roo, a fin de que volviese la tranquilidad entre la gente trabajadora de esa región.
COMO SE DESARROLLARON LOS HECHOS
Según pudimos saber ayer, las fuerzas federales a que nos referimos, llegaron a la villa de Peto en la madrugada del 3 del actual, permaneciendo allá hasta el día 9 que salieron con dirección al ex-Territorio. Que durante el viaje visitaron los pueblos de Progresito, Dzonotchel, Sacalaca, Santa María, Xpichil y Xyatil, sin que se hubiese registrado novedad alguna, y que en los dos últimos pueblos citados se unieron a las fuerzas federales pequeños grupos de indígenas con objeto de cooperar para someter al orden al cacique de Dzulá.
Que en la madrugada del jueves 13, llegaron a poca distancia de dicho pueblo donde se detuvieron a esperar que aclarara para entrar a él. Como a eso de las seis se fueron aproximando, siendo entonces cuando se registró un breve tiroteo entre ellos y la gente de Sulub que ya estaba sobreaviso.
SE LEVANTA EL CAMPO
Después de breve tiroteo que solo duró como unos quince minutos por haber huido la gente de Sulub, el Coronel Escalante mandó levantar el campo, pudiéndose apreciar entonces el resultado del mismo que fue el siguiente: 6 alzados muertos, y dos federales heridos.
LA COLUMNA MILITAR CONTINUA PARA SANTA CRUZ
Una vez que quedó pacificado el pueblo de Dzulá, el Coronel Escalante y la columna a su mando continuaron al día siguiente rumbo a Santa Cruz.
LA ATENCION DE LOS HERIDOS
Los soldados Gómez Ramírez y Vasconcelos que resultaron heridos en la acción, fueron inmediatamente atendidos por el practicante Sub-Teniente Joaquín González, les hizo las primeras curaciones. Al salir las fuerzas de dicho pueblo, fueron enviados en mulas hasta la villa de Peto, de donde salieron ayer por la mañana para esta ciudad.
[1] Sobre lo de Opichén, véase mi artículo siguiente: https://gilbertoavilezblog.wordpress.com/2016/02/08/fidelio-quintal-martin-el-historiador-de-las-cosas-de-yucatan/