Gilberto Avilez Tax
La “conquista” (leáse caída) de Tenochtitlan en 1521, como tal no significó gran cosa para el área maya, y, en específico, para lo que hoy es la Península de Yucatán. Lo de Tenochtitlan, se ha dicho hasta el cansancio, no fue sino “la última guerra del México prehispánico”[1], dirigida por un pequeño ejército extranjero y ajeno a ese mundo que muy luego modificarían en sus estructuras más visibles: fue una victoria de tlaxcaltecas, texcocanos, totonacos y de un sinfín de muchos señoríos indígenas sometidos al cruel tributo mexica. En ese sentido, hay que decir que no fue tanta la repercusión de ese día en que Gonzalo de Sandoval, atrapara a Cuauhtémoc.
En las lejanas tierras que luego serían de Yucatán, los mayas habían toreado los tres cabotajes españoles (1517-1518 y 1519), y enviado a los mexicas a los invasores: en una tierra de un gran señor llamado Moctezuma, ahí encontrarían lo que quieren, harto oro hasta saciarse. 1521 no significó cosa alguna para Yucatán, pues la empresa de conquista no iniciaría sino seis años después en estas tierras, con descalabros tras descalabros para Montejo y Alonso Dávila, y para el hijo y sobrino del primero: tres intentos en 19 años coronarían grandes pesares, esfuerzos y pérdidas. Resulta paradójico, que la Península de Yucatán, la primera tierra mesoamericana que pisaron los españoles, fuera de las últimas en ser “conquistadas”, al resistir con tenacidad el asedio constante de los invasores, de 1527 a 1546, cuando se dio la última “Gran Rebelión” en la zona cupul junto con los cacicazgos orientales (lo que es el actual Quintana Roo, la zona de influencia de Gonzalo Guerrero, y la más reacia al proceso de conquista y colonización).[2]
No hubo aquí más que “conquista inconclusa”, es la versión que desde hace dos décadas barajea la historiografía moderna;[3] la otra idea para entender este proceso no concluido, tiene que ver con el pacto colonial de autonomía indígena, la relación que se dio entre la sociedad española y maya en los tres siglos de colonia (compulsión y tributos indígenas hacia la sociedad dominante, a cambio de autonomía territorial), y que pervivió hasta bien entrado el siglo XIX en las nueva sociedad republicana, y que fue causa diversa de la Guerra de Castas.
Lo inconcluso del proyecto colonial en Yucatán, solo se entiende bien si apelamos a los milenios que están detrás de la cultura maya, al adaptarse a las nuevas condiciones coloniales, al insistir en la memoria (tales son los libros de Chilam Balam), al defender sus linajes y toponimias, al recrear sus tradiciones milperas, al apelar a la revuelta, al trato, al pacto, o a la fuga a “la montaña”. Sobre todo, a “la montaña”, una región de emancipación de distintos grupos indígenas que no quisieron someterse al avance español en el cuadrángulo yucateco, campechano, tabasqueño, y que se internaron a las selvas del sur y oriente, hasta llegar a lo más profundo, a partes del bosque tropical de Chiapas y el petén guatemalteco.
Por eso no podemos hablar de un hecho consumado lo de 1521 o 1546, porque apenas en 1697 caía el último reino maya, el señorío de Tayasal, heredero de la estirpe de los que habían levantado Chichén Itzá y habían dejado sus tierras en un 8 Ahau katún (1441) cuando cae la confederación de Mayapán y la tierra maya se divide en no menos de 17 señoríos mayas que, al momento de la llegada de los españoles, estaban muy divididos y algunos en conflicto permanente, como los Xiu y Cocomes. Lacandones chiapanecos (no los actuales lacandones), y los itzalanos fundadores de Chichén, leyeron en sus libros sagrados escritos con la antigua escritura maya, oyeron las profecías de sus chilames y sus bobates, supieron con mucha antelación la llegada de los invasores antes que tuvieran presencia en estas tierras, y de esto hace relación el Chilam Balam de Chumayel:
“No quisieron esperar a los Dzules, ni a su cristianismo. No quisieron pagar tributo. Los espíritus Señores de los pájaros, los espíritus señores de las piedras preciosas, los espíritus señores de las piedras labradas, los espíritus señores de los tigres, los guiaban y los protegían. ¡Mil seiscientos años y trescientos años más y habría de llegar el fin de su vida! Porque sabían en ellos mismos la medida de su tiempo”.[4]
Y una vez caída la Confederación de Mayapán, los itzaes, como no querían el tributo de los que vendrían años después, decidieron marchar. Con los linajes Canek y Cohuo a la vanguardia, se internaron a la selva, buscando caminos ocultos, expertos en el conocimiento de la tierra que, siendo duchos mercaderes, sabían de sobra sus más arcanas geografías. Y mientras tanto, en las regiones del norte de la Península, a principios del siglo XVI, los mayas que quedaron ya habían de saber de la otredad europea, con el arribo maltrecho de ocho españoles a tierras de los Cocomes, en 1511. Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, eran los que sobrevivirían de esos ocho, y sus destinos serían totalmente disímiles: uno, Aguilar, hombre de fe, sería lengua de Cortés; y el otro, Guerrero, con más de cuarenta años (es probable que haya nacido en 1470) tomaría cariño a los mayas, tendría sus hijos, los primeros mestizos, y por ellos pelearía y sería un factor importante del conocimiento que los mayas tendrían de los españoles, al verlos sin el halo de misterio y misticismo que se achaca a Moctezuma.
Fue precisamente en la región donde Guerrero tenía cercanía, la región oriental de la Península (Uaymil Chuetumal, Cochua, Ekab), la bahía de Chetumal, donde la guerra de resistencia maya fue la más tenaz de todas. El conocimiento que Guerrero le dio a los mayas de los españoles (sus tecnologías novedosas como los arcabuces, la pólvora, sus caballos y mastines), más la fragmentación política del área (no había una estructura estatal imperial, como sí con los mexicas y su ciudad imperial), la fiereza de los mayas por defender su autonomía, y las noticias que se propalaron de la conquista del Perú y la enorme riqueza de los incas, fueron algunas de las causas para que en 1535 prácticamente la Península de Yucatán se quedaran sin españoles. La conquista del área norte de la Península, se retomaría en 1541, fundándose Mérida un año después, y que con las villas de Valladolid y el presidio de Bacalar, fundados entre 1543 y 1550, la “conquista” de Yucatán estaba en camino, aunque los levantamientos mayas iniciarían en 1546, y el sometimiento no fue tal, rotundo y total. Los mayas, ante la presencia del tributo español, mejor optaron, muchos, por marchar tras las huellas de los itzaes, a refugiarse en las selvas de la Montaña y el Petén guatemalteco.
Grant D. Jones, quien ha trabajado la conquista del Petén Itzá, ha contado la historia que está detrás de la entrada del general Martín de Ursúa y Arismendi, quien, con 108 soldados españoles-yucatecos, y muchos tamemes mayas, coronaría la entrada de conquista desde Yucatán a la isla grande de Tayasal, en el año de 1697, otro ocho Ahau katún. Ursúa, desde la lejana Mérida de Yucatán, le había ganado a los guatemaltecos en el intento de conquistar a estos “feroces itzaes”, caracterizados y pintados en la afiebrada imaginación de los españoles guatemaltecos, como de guerreros indómitos, caníbales, practicantes de sacrificios humanos con extracción del corazón, y en una palabra: ¡salvajes! Esto, como sugiere Grant D. Jones, estaba totalmente fuera de la realidad, pues los itzaes eran los herederos directos de un alto conocimiento milenario del pueblo maya, pues probablemente fueron “el último grupo maya en leer y usar -y quizá en escribir- libros jeroglíficos”, libros que fueron vistos por última vez en las manos vulgares del general Ursúa, con un destino que se desconoce.[5] Su origen se remontaba a dos siglos y medio atrás. Cuenta Grant D. Jones:
“Su organización política [la de los itzaes de Tayasal] era extraordinariamente similar a la de Mayapán, la populosa ciudad maya amurallada de Yucatán cuyos líderes gobernaron gran parte de la zona norte de la península hasta que su confederación se vino abajo a mediados del siglo XV. Durante el abandono de Mayapán, ciertos linajes nobles probablemente migraron a la Laguna del Petén Itzá, donde algunos de ellos ocuparon la capital de la isla, Noh Petén, también conocida como Tayasal o Tah Itzá. El hogar original de estos dirigentes extranjeros, decían, era Chichén Itzá, que había sido parte de la Confederación de Mayapán.”[6]
Caído el último reino independiente maya, la conquista no acabaría ahí: los mayas defenderían su cultura por medio de la lengua de sus mayores, recrearían sus tradiciones milperas, esconderían la memoria de sus historias en los libros del Chilam Balam, defenderían sus montes, y harían todavía dos levantamientos de gran calado: en tiempos de otro Canek, en el pueblo de Cisteil, y en lo que conocemos como la Guerra de Castas. Esto es uno de los planteamientos más interesantes que apunta la historiadora Nancy Farriss en su célebre libro, La sociedad maya bajo el dominio colonial. ¿La conquista de los mayas apenas está terminando, una vez que el Estado mexicano se decidió al fin por acabar de construir su presencia en una de las últimas regiones del país de más difícil acceso hasta bien entrado el siglo XX, lo que era el Territorio de Quintana Roo, vuelto ahora santuario del turismo internacional y que será controlado por las vías “modernas” del Tren maya? Para Farris, la conquista de los mayas no duró 20 años, tal vez ni siglo y medio después de la caída de Tenochtitlan. Coincidimos con que es cosa reciente, del siglo XX, donde el turismo en el Caribe mexicano ha reconfigurado paisajes, ceremonias culturales e “interculturales”, vía la Xcaretización de la cultura maya[7]:
“¿Cuándo terminó realmente la conquista de Yucatán? ¿En 1547, con el sofocamiento de la Gran Rebelión? ¿En 1697, con la conquista del Petén? Algunos podrían pensar que la Guerra de Castas del siglo XIX fue su capítulo final, pero aun así resulta difícil determinar cuándo concluyó la Guerra de Castas…En 1901 Chan Santa Cruz, la capital de los cruzob, cayó en manos de la fuerzas federales de México. ¿Significó tal derrota el final de la Guerra de Castas y, con él, el de la conquista de Yucatán? ¿O habrán continuado, tanto la guerra como la conquista, otros sesenta años más o menos? A lo largo de ese tiempo los cruzob siguieron controlando el distrito al cual se habían replegado y que comprendía gran parte del actual estado de Quintana Roo, en la porción oriental de la península. Pero quizá la conquista no se completó sino en 1969, con la muerte del jefe dl pueblo de los cruzob de Chumpom, el último líder de la Guerra de Castas. Sus sucesores decidieron, después de muchas deliberaciones, no cumplir sus amenazas de atacar a la cuadrilla de constructores de carreteras que habían penetrado en ese territorio antes aislado. Un destacamento de tropas federales acompañaba a la cuadrilla para protegerla y los mayas no habían logrado hacerse de carabinas modernas para sustituir sus vetustas armas. Se completó la carretera y los mayas cruzob, por las buenas o a las malas, han sido incorporados paulatinamente en el entramado de la sociedad nacional”.[8] Tal vez la conquista de los mayas se dio hace unas décadas, cuando el turismo asentó sus reales desde 1970 con el proyecto Cancún, y las nuevas generaciones de mayas poco a poco fueron dejando la milpa para irse a la obra o a los resorts y “palace”, a servir al nuevo barbudo conquistador, el turista conquistador. Tal vez ecos de esa conquista reciente, sea la Xcaretización ladina de los mayas y la cultura maya. O puede ser que esta conquista se logre ver cuando cada 30 de julio, el Estado quintanarroense hace la pantomima de “celebrar a los mayas”, de entregar medallitas al más portado d
[1] Pablo Escalante Gonzalbo. “El México prehispánico”. En Nueva Historia mínima de México. El Colegio de México. 2014, p. 57.
[2] María del Carmen León. “Capítulo 1. La conquista: invasión y resistencia”, en María del Carmen León, Mario Humberto Ruz y José Alejos García. Del katún al siglo. Tiempos de colonialismo y resistencia entre los mayas. Mexico. CONACULTA. 1992, p. 43.
[3] Al respecto, véase el seminal libro de Bracamonte y Sosa, La conquista inconclusa de Yucatán. Los mayas de la Montaña, 1560-1680. CIESAS. 2001.
[4] Libro de Chilam Balam de Chumayel, cita de María del Carmen León…p. 52; 1600 más 300 es una cifra muy cercana a la caída de Chan Santa Cruz.
[5] Grant. D. Jones. “Resistencia indígena y la conquista maya-itzá, 1695-1704”. En México Antiguo. Antología de Arqueología Mexicana. México. SE-CNCA-INAH-Editorial Raíces. 1995, p. 217.
[6] Ibidem, p. 216.
[7] Y esto, además, en que en el 2021 se cumple otro centenario, otra efeméride de una de las instituciones que más ha hecho daño a los pueblos indígenas de México, en su vena lingüicida y sus pedagogías culturicidas: la Secretaría de Educación Pública, que en el pensamiento vasconcelista llevaba su impronta del mestizaje (la raza cósmica) vía la castellanización de los grupos étnicos. No por nada los tatiches como Evaristo Sulub y otros, se oponían a la implantación de la escuela en sus pueblos: olían lo que vendría con posterioridad.
[8] Nancy Farriss. La sociedad maya bajo el dominio colonial. México. CONACULTA, 2012. Pp. 37-38.